Basta con ver la foto de Javier Milei con su gabinete para concluir que el presidente es disruptivo hasta en su imagen, ahora que está ataviado todo el tiempo con el mameluco de YPF. Desde su arribo al poder, tal como lo planteaba en su etapa de panelista televisivo, busca derribar paradigmas tradicionales que no se resumen solo en lo económico.
Anhelo de Navidad para Javier Milei: reformar con amplios consensos
Al comenzar la segunda etapa de su gobierno, persisten señales de Milei algo ambivalentes respecto de la importancia que le da a la gobernabilidad
En sus reformas multipropósitos hay una que sobresale -llamada batalla cultural por el planeta libertario- y que consiste en una transformación de valores inspirados en la mentada "libertad". Un supuesto principio, que más que nada es una consigna útil para justificar políticas económicas, desregulaciones a ultranza y diversas conductas históricamente rechazadas por la sociedad.
Ser "políticamente incorrecto" se lo toma como una virtud en sí misma, cuando los ejecutantes pertenecen a la tribu, cuyas prédicas se expanden a través de medios convencionales y las redes sin filtro.
Expresiones de aduladores del poder, sin ponderación de sus acciones, conocemos muchas. Son las que terminan derivando la política en una cuasi religión sectaria en la que la palabra del líder es sacralizada y las mentes van adormeciendo su conciencia crítica. Toda una advertencia.
Entre las batallas que está dando el gobierno, bien debe atribuirse al presidente libertario la que se sintetiza en el equilibrio fiscal -ya un signo de época poco rechazado- que se acompaña desde la racionalización del Estado y la estabilidad de las variables, no sin sacrificios de la población.
Esto implica un cambio estructural en la política, aún mayor que la apertura económica y la desregulación que deben ser matizadas según los casos y los sectores, pero no tomarse como un dogma ejecutado por fanáticos.
Al comenzar la segunda etapa de su gobierno, persisten señales de Milei algo ambivalentes respecto de la importancia que le da a la gobernabilidad a partir de acuerdos con la oposición más dialoguista, fuera de la negociación que ha hecho con el kirchnerismo por los cargos en la Auditoría General de la Nación.
La verdaderas reformas perdurables, son las que nacen como fruto de los consensos mayoritarios, no de impulsos arrolladores ni del "vamos por todo" que ya hemos vivido. Con el debate del Presupuesto 2026 y las reformas de segunda generación, se abre una oportunidad de superación para el país, siempre que Javier Milei sepa comprender que sus proyectos son susceptibles de análisis y eventualmente de mejoras. En todo caso, se sabe que en política "lo perfecto es enemigo de lo bueno".
La otra batalla, la que aborda los valores relativos a la cultura del trabajo digno, la solidaridad y la ética resulta más viable con acuerdos generales y, sobre todo, comulgando con el ejemplo desde los gobernantes.



