Opinión

Acoso escolar: construir convivencia desde el hogar y frenar el bullying en Mendoza

Los adultos responsables podrán ser sancionados con trabajo comunitario o multas económicas si no acompañan a sus hijos en la corrección de conductas violentas

Cuando éramos chicos, si rompíamos un vidrio jugando, no éramos nosotros quienes poníamos la cara: eran nuestros padres quienes pagaban el daño y asumían la responsabilidad. Nosotros aprendíamos que había consecuencias, pero no cargábamos con todo el peso de nuestros actos. Ahora, desde el rol de adultos responsables, la situación es distinta.

En ese sentido, el ministro de Educación, Infancias y DGE (Tadeo García Zalazar) busca que Mendoza dé un paso fundamental en la lucha contra el acoso escolar. El ejecutivo presentó un proyecto de ley que pretende trasladar la “lección del vidrio roto” a un contexto mucho más complejo: ya no se trata de un vidrio roto, sino de la convivencia y vida emocional y social de niñas, niños y adolescentes en las escuelas.

Cuando hay agresión entre menores, las consecuencias son profundas y duraderas para el desarrollo de la personalidad. Y, al igual que siempre, los padres no pueden desentenderse: deben asumir un rol activo y corresponsable.

Violencia y Acoso Escolar
De 34 casos de violencia escolar asistidos por la DGE en 2021, se elevaron a 112 el año pasado. Imagen ilustrativa.

De 34 casos de violencia escolar asistidos por la DGE en 2021, se elevaron a 112 el año pasado. Imagen ilustrativa.

Es por eso que este proyecto, frente al aumento de las denuncias por acoso escolar, establece que los adultos responsables podrán ser sancionados con trabajo comunitario o multas económicas si no acompañan a sus hijos en la corrección de conductas violentas. También prevé instancias de mediación y talleres de parentalidad como herramientas para prevenir la reincidencia.

En los términos estructurales de esta problemática, educar y acompañar implica asumir la responsabilidad sobre el desarrollo emocional y social de los niños.

La autoridad no se ejerce imponiendo miedo o control, sino acompañando, guiando y generando confianza. Los adultos deben ayudar a los menores a postergar impulsos, a pensar antes de actuar y a comprender que sus decisiones tienen impacto en los demás.

En ese sentido, el trabajo comunitario o los talleres de parentalidad propuestos buscan que los adultos comprendan el efecto de las acciones de los menores, participen en su crianza y construyan un entorno más seguro y respetuoso.

Un valor clave y transversal a esta problemática social es la inclusión. Niños, niñas y adolescentes no son todos iguales: cada uno trae su historia, sus necesidades y sus desafíos. La ley busca garantizar que todos tengan las mismas oportunidades de crecer y aprender en un espacio protegido, donde la violencia no se normalice. La corresponsabilidad entre familia, escuela y comunidad permite atender esas diferencias y acompañar a cada estudiante de manera concreta.

Esta ley entonces no solo busca proteger a las víctimas del acoso escolar, sino contemplar la manera en que los distintos actores, familias, escuelas y comunidad, asumimos la responsabilidad de educar. Así, el “vidrio roto” de hoy se convierte en una oportunidad para reflexionar, aprender y construir una convivencia basada en respeto, cuidado y compromiso. La responsabilidad compartida no es solo un principio legal, sino una práctica que puede cambiar vidas y fortalecer la comunidad.

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