Era un sábado por la mañana en barrio Los Hornos. José Barroso, el propietario de una quiniela de Saveedra y Castelli, fue a visitar a su cuñado y colega del rubro, Isaac Vainman. Este último era el propietario de una quiniela de la avenida Facundo Zuviría al 5500.

Una semana antes, José le dio una mano a Isaac en el local. Un joven intentó asaltarlos y con mucho esmero y coraje ambos lograron espantarlo y correrlo del negocio y así evitar el robo. Siete días después, la misma película se repitió, pero con un rodaje distinto.

Un muchacho, el sábado 24 de septiembre del 2005, irrumpió en el negocio. Calzado con un arma de fuego, exigió el dinero. Isaac y José se resistieron e intentaron reducir al ladrón, tal como lo habían hecho una semana atrás. Ese día, la suerte no iba a estar del lado del inocente.

Isaac recibió un disparo en la zona del corazón, mientras que José intentó frenar al delincuente pero fue en vano. "Cuando lo vi que cruzaba la calle le dije a mi cuñado: nos va a matar", contó José un día después del hecho a Diario UNO desde una camilla del hospital José María Cullen. También había sido baleado por el ladrón.

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Isaac había muerto. El delincuente escapó de la quiniela junto con otro muchacho que lo esperaba en una moto fuera del negocio. "Fue todo muy rápido. Ingresó al negocio, lo miró a mi cuñado y lo fusiló sin mediar palabra. Después me disparó a mí, que me le fui encima. Él escapó hacia la calle y había otro que lo estaba esperando. Hasta ahí es todo lo que le puedo decir. Es todo lo que recuerdo", agregó José.

Vainman murió y la reacción de la sociedad fue inmediata. No solo porque era una persona querida en el barrio, sino porque una vez más, la inseguridad había mostrado su peor cara. La de la muerte de un inocente.

Reclamo

Las secuelas de aquel crimen generaron protestas masivas en la ciudadanía exigiendo respuestas. Mientras que desde el gobierno, que en ese entonces tenía como gobernador a Jorge Obeid y como ministro de Seguridad a Roberto Rosúa, dispusieron el cambio de mando sorpresivo del jefe de la Unidad Regional I, Gabriel Leegstra, quien estuvo en el cargo de esa jefatura durante siete meses.

La investigación para dar con el asesino de Vainman recayó en el Juzgado de Instrucción 5ª a cargo de Darío Sánchez. El autor del crimen estaba identificado. Tres días después del violento episodio en la quiniela se entregó Sebastián Miguel Martínez ante las autoridades judiciales bajo el patrocinio de su abogada particular, Marcela Di Pietro.

Unos días antes habían detenido a un hermanastro de Martínez y un primo, ya que recaían sobre ellos, las sospechas de haber participado en la logística del asalto. Presionado por esa situación y por el ánimo social, Martínez se entregó y se puso a disposición de la Justicia. En su declaración, el hombre se quebró ante el juez y entre lágrimas confesó que fue el autor del hecho y que había herido a Barroso ante una supuesta agresión.

El juez Sánchez determinó procesar a Martínez y enviarlo a la prisión de manera preventiva. El 6 de enero del 2006, ingresó a un penal de la órbita del Servicio Penitenciario provincial donde quedó alojado.

El 7 de noviembre del 2006, un año y dos meses después del crimen de Vainman, el juez de Sentencia de la Tercera Nominación, Luis Rodríguez, emitió su veredicto para Martínez. Prisión perpetua fue la condena.

El dato que hasta aquí no fue revelado es que Martínez, cinco días antes del crimen, había cumplido 18 años. Un año después, la Justicia provincial lo condenó a los 19 -la misma edad que Nahir Galarza por el brutal ataque en barrio Los Hornos.

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José Busiemi/ Archivo UNO Santa Fe
José Busiemi/ Archivo UNO Santa Fe
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