Una serie con un presupuesto millonario y una comedia que trae la mejor versión de Will Ferrell - en sintonía con otros absurdos personajes de su carrera-, son opciones que navegan en direcciones opuestas, desde el oscuro mundo criminal de la ciudad de Los Ángeles en los años ´30 hasta uno de los festivales internacionales de la canción más famosos del mundo. Y salvando las distancias, ambas funcionan.

Perry Mason por HBO

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Este nombre es para algunos que ya peinan canas, el del célebre abogado interpretado por Raymond Burr, que entre los años 1957 y 1966 fue el protagonista de 271 episodios, que convirtieron a la serie en una de las más populares de su tiempo.

El esquema que planteaba cada capítulo era semejante: un cliente se presentaba ante Mason, por lo general acusado de asesinato y todos los indicios parecían indicar que lo era. Pero el abogado, junto al investigador Paul Drake. hacían su propia investigación y sus resultados se exhibían en la corte, donde Mason probaba la inocencia de su representado y encontraba al verdadero culpable. Su poder para interrogar era tan poderoso como su agudeza, porque aunque pareciera extraño, si el verdadero culpable se encontraba en la corte, Mason lo hacía confesar. Es decir que su verdadera arma letal era la palabra.

Con este reboot (reinicio) de la historia que HBO estrenó el domingo 21 de junio, el personaje (a cargo de Matthew Rhys) da un vuelco significativo. Es abogado, pero también detective privado. Las calles son su territorio, a donde se adentra para encontrar pistas que lo lleven a resolver un caso siniestro: el secuestro y asesinato del bebé del matrimonio Dodson.

Marcado por su experiencia como combatiente en la Primera Guerra Mundial (con imágenes que nada tienen que envidiarle a un buen filme bélico), divorciado, sin poder ver a su hijo y con una adicción al alcohol, Mason es completamente diferente a su antecesor en la televisión y también al de su origen literario, ya que el personaje era el protagonista de las obras de ficción del abogado devenido en escritor Erle Stanley Gardner, que se hizo millonario con ello.

Aquí también está Paul Drake (Chris Chalk), que ahora es un oficial de policía que tiene formación e instinto para avanzar en la investigación del caso, pero los prejuicios raciales no consiguen que su carrera avance al ritmo de su capacidad. Completan la lista de interesantes personajes la hermana Alice (Tatiana Maslany), predicadora evangélica de la iglesia a la que asisten los Dodson y el abogado empleador de Mason, interpretado nada más y nada menos que por John Lithgow.

Con un presupuesto superior a los 74 millones de dólares para sus 8 capítulos (se emiten los domingos a las 22, por HBO), nombres talentosos de la industria audiovisual se suman detrás de las cámaras, desde el director Tim Van Patten (responsable de dirigir capítulos de series que han hecho historia, como Los Soprano, Boardwalk Empire y Game of Thrones) hasta la producción ejecutiva a cargo del actor Robert Downey Jr. -que en un principio iba también a ser el protagonista- y su esposa, Susan.

Compleja, oscura, atrapante, Perry Mason tiene todo para convertirse en una de las producciones televisivas del año.

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Eurovisión: la historia de Fire Saga, por Netflix

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Will Ferrell es un actor cuya carrera cinematográfica ha probado su popularidad como comediante, pero también ha sido protagonista de más de un fracaso debido a películas olvidables. Pero este hombre, surgido del legendario programa televisivo Saturday Day Live, sabe reinventarse y Eurovisión: la historia de Fire Saga es prueba de ello.

Ferrell es especialmente divertido cuando suele parodiar profesiones u oficios, como lo hizo en El reportero: La leyenda de Ron Burgundy, Loco por la velocidad (con el mundo del automovilismo) o en Patinando a la gloria, con el patinaje sobre hielo.

En este caso el universo a parodiar es el de los cantantes, pero con un escenario muy específico: el de Eurovisión, uno de los concursos más populares del mundo, cuya excentricidad es el ámbito propicio para que Ferrell haga de las suyas como guionista y protagonista.

El es Lars, quien junto a su amiga de la infancia Sigrit (Rachel McAdams), sueñan desde su Islandia natal y con toda una vida dedicada a la música, poder representar a su país en el certamen. Por causa del azar terminan viajando al concurso y allí es donde la película se enriquece con la personalidad de los participantes y su particular impronta a la hora de presentarse en el escenario, donde se destaca sobre todo Alexander Lemtov, el representante de Rusia (Dan Stevens) quien rivalizará con Lars por la atención de Sigrit. Para Lars este concurso es su prioridad, sobre todo para demostrarle a su adusto padre (Pierce Brosnan) que realmente tiene talento y su dedicación es tal que incluso posterga una relación amorosa con Sigrit para no obstaculizar la carrera que tienen como cantantes.

Además la cinta se toma el tiempo de homenajear a Eurovisión, en un número musical que se desarrolla en la casa de Lemtov y que reúne a varios ganadores y participantes sobresalientes del concurso.

Clips musicales desopilantes, vestuarios ridículos y una historia de amor con toques musicales y por supuesto, de humor, son lo más saliente de este estreno al que incluso se le pueden perdonar los gags soeces de los cuales la comedia norteamericana es tan dilecta.

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Una comedia sin muchas pretensiones, que cumple a la hora de entretener.

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