Vestido de frac, tocado con una peluca, lentes de marco negro y sosteniendo un habano entre sus dedos, Mauricio Borensztein, en su papel de Tato Bores deleitó a los televidentes argentinos durante más de cuatro décadas. Hasta que en 1992 se alejó de la televisión, supo acompañar los cambios políticos del país con su mirada irónica y sus lúcidos comentarios. Anteriormente se había desempañado con similar éxito en radio, cine, teatro y varieté.
Hoy, convertido en una leyenda, los monólogos de Tato Bores parecen no haber perdido actualidad.