En la película Camino a La Paz, que protagonizan el actor mendocino Ernesto Suárez y el consagrado Rodrigo de la Serna, hay una escena que despierta sonrisas entre los espectadores en los cines mendocinos.
Mientras van y vienen por las calles de Buenos Aires, el personaje que hace Suárez le cuenta al remisero interpretado por De la Serna que él es musulmán y le da ciertos detalles de lo que ello implica, como por ejemplo el sueño de poder ir una vez en la vida a La Meca, esa ciudad ubicada en Arabia Saudí, centro de peregrinación para los musulmanes.
El relato del viejo conmueve al remisero, quien, poco ducho en temas de religión, sólo atina a preguntarle:
-¿Pero, entonces usted es árabe?
-¡No, yo soy mendocino!
Las caras de los actores Rodrigo de la Serna y de Suárez son en esa escena una fiesta de interpretación.
El remisero, armando a través de su mirada un rompecabezas con toda la información que ha entrado en su cabeza.
Y la del viejo, entre pícara y tierna, intentando sugerir que más allá de la fuerte adhesión a su milenaria religión, él se siente orgulloso de ser mendocino, que es su lugar de origen.
Luego, como un portentoso detalle adicional, Suárez le informa a su conductor que también es hincha de Godoy Cruz.
Contarse esas cosas hacen que el viejo y el remisero hagan un clic en su relación, que hasta entonces ha sido bastante tirante porque las dos personalidades son muy fuertes.
No sería raro que la pregunta del remisero al pasajero acerca de si éste es árabe no haya estado en el guión original.
Pareciera que el guionista o el director la hubiesen puesto luego de que conocieron a Ernesto Suárez.
Suárez tiene como persona real, fuera del personaje de la película, varias de las cosas que suelen integrar el menú de la mendocinidad.
Es empeñoso, empecinado, trabajador, poco farabute, estudioso, solidario. Pero también divertido, ingenioso, amiguero.
Esas son algunas de las características que seguramente los espectadores mendocinos sienten como propias cuando en medio de la oscuridad de la sala de cine lo ven al Flaco Suárez decir con ternura y orgullo:
-¡No, yo soy mendocino!