En el famoso programa de reportajes 60 minutos, en la televisión de Estados Unidos, el actor de Hollywood dio una explicación de lo sucedido: “Había invertido demasiado dinero en bienes raíces. Y, cuando el mercado inmobiliario colapsó, no pude salir a tiempo. Así sumé una deuda de 6 millones de dólares. Pero nunca me declaré en bancarrota y les devolví el dinero a todos.”
Su etapa más oscura
Durante la entrevista, el protagonista de Adiós a Las Vegas –papel por el cual ganó un Premio Oscar pero nunca cobró– admitió que se trató de “un período muy oscuro de su vida”, pero que logró salir gracias al trabajo.
“El trabajo siempre fue mi ángel de la guarda. Aunque no fuera de primera categoría, era mi trabajo. E incluso si la película era mala, sabían que no la hacía sin esfuerzo, porque siempre me importaba”, aclaró el actor.
“De ahora en más, me gustaría ser extremadamente selectivo a la hora de hacer películas. Me gustaría hacer cada película como si fuera la última.”
Después de su recuperación, Nicolas Cage hizo Renfield, una comedia de terror acerca de la relación tóxica entre su personaje, el Conde Drácula, y su asistente, interpretado por Nicholas Hoult, que pretende romper su vínculo laboral después de tres siglos de servicios.
El último filme que protagonizó fue Longlegs, donde asombró al mundo con el villano más perturbador de su larga carrera cinematográfica. Se trata de otra película de terror, en la cual una agente del FBI está detrás de un asesino serial interpretado de manera magistral por el actor. Aunque se estrenó en julio pasado, ya sumó más de 100 millones de dólares en taquilla.
Su flamante mansión frente al mar en Malibú
Gracias a sus últimos trabajos y el mismo día en que Longlegs llegaba a Prime, el actor pudo darse el lujo de comprar una nueva mansión en la playa de Malibú, valuada en 10,5 millones de dólares.
Sin embargo, todavía mantiene su residencia principal en Nevada.
La nueva propiedad está ubicada en una calle de acceso restringido justo frente al Océano Pacífico, tiene cuatro plantas a las que se accede a través de un patio y un garaje -que tiene ascensor para subir a los pisos superiores- y una playa privada.
La primera planta es completamente vidriada, para no perder de vista el paisaje de las olas rompiendo sobre la arena, con muebles claros y una chimenea al tono. En el segundo piso hay una cocina imponente, mientras que en el tercero se encuentran las cuatro habitaciones. Los ventanales del dormitorio principal, con baño en suite y vestidor, tienen también vista abierta al océano.