La séptima temporada de Game of Thrones, la serie épica más popular del planeta que narra las feroces luchas e intrigas entre distintas casas nobles de una suerte de Europa medieval habitada por criaturas y seres fantásticos, estrenará su primer capítulo el próximo domingo a las 22 por HBO. Se trata de la penúltima entrega de la saga ambientada en el imaginario continente de Westeros o Poniente y la más corta hecha hasta el momento, ya que aunque varios capítulos tendrán una duración más larga de lo habitual, esta temporada constará de siete entregas en vez de las diez habituales, como para ir acostumbrando al público a las apenas seis que compondrán la temporada final en 2018.
"Game of Thrones" llega al estreno del domingo, y en rigor desde hace ya varias temporadas, con el apoyo mayoritario tanto de la crítica como del público.
Así lo prueban los récords que detenta: es la serie con más premios Emmy de la historia de la televisión estadounidense (38 hasta ahora) y la más pirateada en internet, sin perjuicio de los cerca de 8 millones de hogares que en promedio sintonizaron cada capítulo el año pasado en Estados Unidos; una cifra gigante para una señal premium.
Y el negocio no se terminará con el fin de la serie el año que viene, porque HBO ya trabaja en cuatro posibles "spin-offs", o ficciones derivadas, que retoman relatos del mismo universo narrativo, y en shows audiovisuales itinerantes con música en vivo para el año que viene.
El primer episodio de la nueva entrega se presentará como el puntapié inicial del gran final, luego de seis temporadas en que las múltiples subtramas -que en ocasiones parecían abrirse y abrirse haciendo imposible recordar a todos los personajes, castas y locaciones en el mapa- se redujeron y las distintas piezas se acomodaron en el tablero.
Matanzas, traiciones, regicidios, violaciones, incesto, batallas descomunales, liberación de ejércitos de esclavos; el camino en "el juego de tronos" se ha ido despejando hasta reducirse a sólo tres aspirantes al "Trono de Hierro" de la capital de los Siete Reinos, Desembarco del Rey.
La primera es la legítima heredera, Daenerys Targaryen (Emilia Clarke), quien llega desde el prolongado exilio en las tierras del Este más allá del Mar Angosto, con miles de barcos, ejércitos y nada menos que tres dragones inmensos a sus órdenes.
El segundo es Jon Snow (Kit Harington), el bastardo que fue coronado Rey del Norte por merecimiento y no por cuna, que superó combates con hordas de zombies de hielo, revivió tras ser asesinado por traidores y, aunque aún no lo sabe, también tiene sangre real en sus venas.
Finalmente, Cersei Lannister (Lena Headey) decidió por fin dejar de gobernar desde las sombras y tras la muerte de su padre, de sus tres hijos y de masacrar en un atentado público a todos aquellos que alguna vez osaron hacerle frente, se autoproclamó reina de todo Westeros.
Ahora las conspiraciones secretas y los susurros palaciegos le dejarán el paso a una serie repleta de acción, con batallas más épicas que las ya muy logradas en temporadas pasadas.
Y no sólo se esperan luchas intestinas entre los pretendientes del Trono de Hierro, porque los millares de "caminantes blancos" o zombies en el norte amenazan con poner el fin a la humanidad.
Los complejos y sufridos recorridos de los personajes, verdaderas odiseas de ida y vuelta al infierno, funcionan porque sintetizan con habilidad elementos de los relatos de la tragedia clásica, los cantos homéricos y los estereotipos shakespereanos con la historia real tantas veces repetida entre las civilizaciones medievales, con casas reales eternamente en guerra.
Versión moderna y resignificada de aquella literatura eterna del hombre, "Game of Thrones" encuentra en la complejidad de sus personajes, sin buenos ni malos puros, muchas veces presos de su circunstancia, una de las razones de su popularidad.