Crítica

La maldición de Bly Manor, una serie atrapante que se malogra al final

La maldición de Bly Manor, una serie atrapante que se malogra al final. Quien no haya visto la anterior temporada no tendrá ningún problema con respecto al núcleo narrativo.

Mike Flanagan, creador de La maldición de Hill House, una de las más exitosas y originales propuestas de 2018 por parte de Netflix, regresa a la plataforma con La maldición de Bly Manor, secuela de la anterior serie, aunque quien no haya visto la anterior temporada no tendrá ningún problema con respecto al núcleo narrativo. Esto se debe en parte a que Flanagan ha optado por hacer una adaptación de Otra vuelta de tuerca, la novela de Henry James de 1898.

A principios de este año se estrenó una floja película en base a este libro, Presencias del mal (de Floria Sigismondi), que actualmente se emite por HBO y está disponible en su plataforma, aunque para mí la mejor versión de la obra de James es el filme llamado Los inocentes (1961), de Jack Clayton, con Deborah Kerr como la institutriz protagonista de la historia. Todo un clásico.

Ambientada en 1987, la serie comienza con la llegada de la institutriz norteamericana Dani (Victoria Pedretti) a una elegante mansión inglesa, aislada del pueblo, rodeada de un lago e inmensos jardines, casi un tópico de los relatos de terror clásicos: el aislamiento como detonante del miedo, ya que queda claro con sólo un vistazo, que quienes habitan ese lugar en caso de una situación crítica estarán librados a su suerte.

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La joven Dani conoce a sus futuros discípulos, Flora y Miles (Amelie Bea Smith y Benjamin Evan Ainsworth), dos niños

encantadores, pero que tienen muy en claro que en su hogar suceden cosas extrañas (“Prométeme que no saldrás de tu habitación en la noche”, le ruega la pequeña Flora a su institutriz) y de alguna manera saben convivir con ello. A esto se suma que Dani llega a este nuevo trabajo huyendo de sus propios demonios.

A partir de allí Flanagan vuelve a construir el hecho terrorífico no en base a sustos fáciles (no habrá gatos saltando de la oscuridad en esta ocasión) sino a partir de la ambientación elegante y clásica de su narración, pero sobre todo, por el peso emocional de sus personajes, ya que tanto los protagonistas como los secundarios (personas que trabajan en la mansión), llevan sobre sus hombros el terror, instalado en sus vidas por los sufrimientos que han padecido y los han marcado.

A medida que el relato se va construyendo y vamos conociendo a los personajes, éstos comienzan a tener saltos temporales (lo que ellos llaman “estancarse”, en este caso, en recuerdos) que si bien completan y resuelven ciertos misterios –como el del ama de llaves (T'Nia Miller, famosa por su participación en Years and Years)- cae en el abuso al reiterar este recurso sin que tenga otra explicación que el regodeo estético de su creador.

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Si bien el suspenso bien planteando en los primeros capítulos fluctúa entre la intensidad de los personajes y el exceso de recursos como el mencionado, el rumbo de la historia se diluye aún más cuando en el séptimo capítulo comienza a narrarse la historia de la dama del lago (obviamente, antigua moradora de la mansión Bly Manor), relato clásico del terror popular que en Latinoamérica convierte a esta mujer en “la llorona”, elemento que distrae y dilata la resolución de la historia principal.

Sin estar a la altura de La maldición de Hill House, esta temporada conserva el elegante y sobrio estilo que Flanagan tiene para abordar el terror, pero su intensión de maravillar desde de lo estético y explorar innecesarios relatos paralelos, le hacer perder contundencia.

The Haunting of Bly Manor Temporada 1 (2020) Netflix Serie Tráiler Oficial #2 Subtitulado

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