El mundo de la cultura en Italia lloraba este miércoles la muerte de Ettore Scola, maestro del cine comprometido e irónico, que supo retratar vicios y debilidades de los italianos. "Supo contar vicios, debilidades y particularidades de los italianos. Supo contar todo ello porque lograba tener esa mirada desde afuera", comentó el director de la Casa del Cine de Roma, Giorgio Gosetti. Autor de títulos inolvidables como "Una jornada particular" o "Nos amábamos tanto", Scola falleció el martes en Roma a la edad de 84 años. A pedido del mismo Scola, Gosetti anunció que cumplirá su último deseo, de celebrar su despedida de este mundo con una suerte de fiesta que durará dos días. "Fue su última voluntad, que su funeral fuera como una fiesta. Y así sera", contó Gosetti, conocido crítico de cine.La Casa del Cine abrirá sus puertas para que amigos, colegas y gente común rindan homenaje a Scola, quien contó con ironía y autoironía cincuenta años de vida italiana. "Se va un pedazo del gran cine italiano. Scola criticaba la sociedad, estaba enamorado de sus antihéroes, pero siempre con una sonrisa", recuerda en un tuit el ex presidente del festival de Cannes (Francia), Gilles Jacob tras confesar: "Me siento triste y huérfano". Italia pierde también al último cineasta de una generación dorada, que contó la vida de la gente común, con sus historias profundas y humanas, las cuales se desarrollaban casi siempre en Roma. "Se ha ido un hombre extraordinario, joven hasta el último día de su vida", aseguró el ministro italiano de Cultura, Dario Franceschini, tras visitar a la familia. Si hicieran un referéndum en Italia para votar el filme perfecto, ganaría "Una jornada particular", de 1977, sostienen este miércoles varios críticos de cine, al recordar una de sus cintas más legendarias, en la que Sofia Loren encarnaba a una ama de casa aburrida y Marcello Mastroianni a un periodista homosexual, los dos vecinos que terminan por pasar juntos el día de la visita de Hitler a Roma en 1938. "Me interesan más los diferentes que los iguales", solía decir Scola, quien llegó al mundo de cine en los años cincuenta escribiendo guiones, más de 80, y defendió hasta el final sus convicciones políticas, siempre de izquierda.
Sus películas pasarán a la historia por haber retratado una Italia pobre y a la vez bella, tanto la burguesa como aquella proletaria.