Los primeros días de este mes la plataforma de streaming sumó una película del director David Lowery que otorga una nueva y poética visión acerca de las almas en pena y un documental sobre la incomparable mujer que fue Chavela Vargas, que demuestra que mucho más allá de su inusual voz, tenía un espíritu llamado a romper todos los prejuicios de su época.
Historia de fantasmas
En el 2018 Robert Redford, entonces de 81 años, volvió a la pantalla grande para poner en imágenes la vida de Forrest Tucker, un experimentado ladrón de la vida real que escapó 18 veces de prisión y que concretó su último robo a los 70 años. La película se llamó Un ladrón con estilo y fue su último trabajo en su larga carrera cinematográfica, porque el actor anunció ese mismo año su retiro. Esta singular historia la realizó bajo la dirección de David Lowery, quien el año anterior había estrenado una innovadora y bella cinta llamada Historia de fantasmas, protagonizada por Casey Affleck y Rooney Mara.
Ellos son una pareja que viven en una casa pequeña. Él es músico y no quiere mudarse de ese lugar, ella en cambio, está lista para dejar lo que hasta ese momento fue su hogar.
Pero lo que ambos quieren deja de importar cuando él muere en un accidente automovilístico y ella deberá pasar los primeros de muchos días de dolor en esa casa, en la cual su marido se sentía tan a gusto. Mara compone a una mujer que transita como puede un dolor que la desgarra, en las oscuras habitaciones llenas de recuerdos, pero no advierte que nunca está sola. Junto a ella está su esposo, que tras despertar en la morgue del hospital, vuelve a su hogar.
En una época donde los efectos especiales pueden dar forma a espeluznantes espectros, Lowery elige como atuendo para su alma en pena una simple sábana y dos huecos para los ojos, con una caída que le confieren al personaje un aire triste. Se parece a un improvisado disfraz, pero es la forma en que popularmente siempre se ha representado a los fantasmas.
Esta película casi no tiene diálogos en su hora y media de duración, donde la música de Daniel Hart sirve para que las imágenes cuenten cómo ella hace su duelo, pero lo llamativo es que ese espectro que la espera en casa también está de duelo, por el amor y la vida que dejó atrás.
Este espectro está anclado en ese espacio físico y verá a otros pasar por él, porque el tiempo parece transcurrir por distintos carriles en el mundo real y en el suyo, sin saber si hay algún modo de poner fin a su situación.
Difícil de encasillar en un género (aunque definitivamente no es de terror, como podría sugerir su título) esta cinta tiene extensas escenas (como en la que ella se sienta a comer un pastel) que reflejan acciones cotidianas como suceden en la vida real, donde la edición no agiliza nada, tampoco las emociones.
Con una belleza estética y musical, esta simple narración (tan lejana al vértigo narrativo hollywoodense) es un viaje emocional para descubrir que los fantasmas también sufren.
Chavela
Alguien describió alguna vez la voz de Chavela Vargas como que cantaba “con lágrimas en la garganta” y ese modo poético de describirla se acerca mucho a describir lo que esta cantante nacida en Costa Rica, aunque ícono de la canción mexicana, lograba encender en su público.
Este documental, dirigido por la australiana Catherine Gund y la estadounidense Daresha Kyi, refleja muchas facetas y etapas de la vida de Chavela, desde su niñez, marcada por la distancia que su padres le impusieron por ser una “niña rara”, hasta su sueño de dejar atrás su pueblo y llegar a México, donde finalmente triunfaría.
Y era sobre los escenarios donde esta mujer nacida en 1919 entraba en comunión con su público, con una manera transgresora no sólo por el color de su voz (mucho más grave que el del resto de las cantantes de la época) sino por su modo de interpretar y hasta de vestirse.
Chavela recuerda en esta cinta que no se hallaba vistiendo ropa de mujer y tacos y que por eso optó por una vestimenta que la hiciera sentir más segura y cómoda. Cuenta que antes de los años ’50, si una dama se ponía pantalones, en la calle “le gritaban de todo”, siendo “marimacho” uno de los adjetivos insultantes que se oían. Pero ella no aceptaba ese tipo de limitaciones: “yo me puse pantalones y el público se quedó callado”.
El documental también da cuenta de los amores de la cantante, algunos con mujeres famosas, como Ava Gardner o Frida Kahlo, aunque la mayoría quedaron en el anonimato. La producción se enriquece con el relato de amigos que compartieron tequilas y vivencias con ellas, como los descendientes de José Alfredo Jiménez, el compositor al que ella le dio su voz y quien mejor lo interpretaba. Su amistad era tan fuerte, que cuando él murió, ella cantó, desgarrada, en su velorio.
Por supuesto no puede estar ausente Pedro Almodóvar, el cineasta español que incluyó a Chavela en la banda sonora de muchos de sus filmes. El director manchego recuerda que cuando la conoció (cuando ella llegó a España, luego de volver a cantar en México tras 12 años de estar alejada de los escenarios por su alcoholismo) ya había llorado muchas veces al escuchar sus canciones. Almodóvar afirma que su cantar es tan orgánico que se incorporaba a la historia de sus películas como si fuera parte de los mismos personajes, como si alguno de ellos, luego de callar, siguiese hablando a través de su voz.
Su carácter complejo y su adicción al alcohol son parte del retrato de esta mujer que conmovió a públicos de distintos países y cuyo estilo fue y será único.
Con un formato convencional de documental (testimonios de amigos, material fotográfico de su carrera), lo que importa es la belleza de la historia que se cuenta, que fue nada más y nada menos que la de una mujer, por muchas razones, inolvidable