Por Ramiro [email protected]
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Los pies firmes, apuntando con seguridad hacia la raíz, hacia el centro de la tierra. La mirada suelta, volando en las alturas, buceando entre nubes. En el medio, Lisandro Aristimuño en cuerpo y alma, liberando su canto auténtico y atrapante, su sonido universal y telúrico, enraizado y global, sensible. El cantautor rionegrino tocará esta noche una vez más en Mendoza, en el Bustelo. Y llega en un momento en el que su madurez y la profundidad de su obra lo posicionan con tranquilidad como uno de los más respetados nombres de la nueva generación de músicos argentinos.Aristimuño editó este año un box set con sus tres primeros discos, celebrando los 10 años de Azules turquesas, su primera placa. También, mientras lidia con las tareas paternales, ofició de productor con artistas como Liliana Herrero, Fabiana Cantilo, Catupecu Machu y los locales Choco Guón. Ahora regresa a la provincia con la misma formación con la que presentó Mundo anfibio en el Independencia, esa banda versátil y ahora afianzada después de años de trabajo continuo. Pero dejemos que sea él quien lo cuente.
–¿No te dan ganas de grabar alguno de esos shows?–La verdad, tengo seis conciertos grabados, con muchas cámaras y en multitrack, pero no me dan ganas de sacarlo todavía. Siento que hay como una comodidad al mirar un DVD de una banda en la cama. Me parece que se pierde esa cosa del vivo, de estar ahí y sentir al otro cerca, esa magia de lo único. Para mí, lo que tiene el vivo de maravilloso es el momento, el ahora, no después mirarlo en la tele, salvo que sea alguien que se haya muerto y esa sea la única posibilidad de verlo que tenés. Todavía estoy muy vivo, quiero dar recitales y que la gente vaya al recital porque es una experiencia muy distinta a la de estar en una cama mirando un DVD de mi show.
–¿La independencia te ayuda a enfocarte en el presente?–Yo soy muy ansioso, la música me ayuda a poder disfrutar del ahora, la música es un imán del hoy. En otros aspectos, soy medio acelerado, pero en la música soy más pasivo, es una especie de terapia. Me tranquilizo y me gusta vivir las cosas a su tiempo, esto de ser independiente hace que uno tenga que bajar la ansiedad. Cuando uno no tiene el sistema que tienen las multinacionales, tiene que ir de a poco en todo, ver si invierte plata acá o allá con plena conciencia de lo que uno es y hasta dónde puede llegar. En la independencia y la autogestión hay que tener muy claros los límites para poder saltarlos.
–¿Qué sentís cuando escuchás el disco que hiciste hace 10 años?–Es hermoso… de cualquier manera no escucho tanto los discos viejos, siempre busco cosas nuevas. Me encanta, estoy contento con lo que se hizo, es como si tuviera seis hijos. Me encanta que Azules turquesas tenga ese sonido. Ese disco se grabó en tres días en el estudio de un amigo que me lo prestó un fin de semana, por eso tiene ese sonido súper espontáneo en el que usamos las capacidades que teníamos. Me da mucho orgullo, grabar un disco en tres días genera toda una locura y me encantó el resultado. No me gusta mucho retocar las obras, prefiero dejarlas como salieron en ese año y en esa época. Es como agarrar un cuadro de antes y ponerle un flúor de ahora, las épocas son distintas y para mí, es un respeto hacia la obra en el momento en el que se creó.
–Se cumplió una década, ¿qué esperás para la que empieza?–Las cosas van cambiando mucho, por suerte. Al ser cantautor, se supone que así como uno va creciendo en la vida, la música también te acompaña en ese proceso. Estoy muy tranquilo, disfrutando mucho el vivo, antes pensaba en los discos que iba a sacar y no disfrutaba tanto la banda o el show. Mantengo eso de creer en el amor, es una de las cosas más puras que quedan en el sistema y lo sigo defendiendo, aunque digan que es cursi. Yo vivo en Latinoamérica y si hay algo que nos caracteriza es que somos muy amorosos, es una identidad. Creo en el amor, aunque digan que es ser blando y frágil, creo todo lo contrario ¿quién no se enamoró alguna vez? El sistema hace que eso te dé vergüenza y sea algo oculto. Lucho con no tener problema en decirle a un amigo que lo quiero, vivir el presente, estar mejor y ser feliz. Esa es la idea, aunque suene a utopía. Voy a luchar por eso siempre.
–¿En qué aspectos te sentís un niño y en cuáles te sentís maduro?–A la hora de componer y cuando estoy en la etapa de indagar, de mezclar pócimas o estilos, creo que sigo siendo un niño porque tengo cero prejuicios y no me pongo ningún tipo de límite. Ahí sigo siendo como el nene en la cuna llena de juguetes. Y en lo que maduré y tengo una especie de seriedad es en la autogestión y en la independencia. Fui creciendo y me hice un lugar en el que tengo mucho respeto de los colegas músicos. En eso creo que maduré y tengo más claro el camino que quiero hacer y mantengo desde hace 10 años. Pero en el lado musical dejo que el nene salga a jugar todo el tiempo.
Cuándo: hoy a las 22 Dónde: auditorio Bustelo (Virgen del Carmen de Cuyo 610, Ciudad)
Entradas: $150, $180, $200, $220En venta en Hay Diseño! (9 de Julio 926, Ciudad) y boletería del teatro.