Axel Kuschevatzky atiende el teléfono en su oficina, activa el altavoz y dispara respuestas a la velocidad de la luz. Su mente, tras décadas de ver cine, escribir sobre él y luego dedicarse a producirlo, se ha convertido en una especie de cofre de conocimientos. Desde allí ofrece cifras, datos de color y hasta visiones a futuro sobre lo que ocurrirá no sólo en Argentina sino en el mundo con respecto al consumo y producción de contenidos audiovisuales.

En una extensa charla hablamos con el actual director de Telefónica Studios sobre la creciente exportación de contenidos televisivos a otros países, el auge de nuevas plataformas para ver cine o series y sobre la posible secuela que planea Campanella de su cinta Metegol.

No queda fuera de esta conversación cómo se prepara para el 2 de marzo, día en que, como cada año, será el presentador de TNT en la alfombra roja de los Oscar, junto con Liza Echeverría. “Empiezo a prepararme como si fuera a una pelea: corro y bajo de peso”, dice animado pensando en lo que se viene.

–¿Cómo definirías el trabajo que hacen en Telefónica Studios con respecto al cine argentino?–Es una “marca paraguas” que se dedica a la producción de cine y en el caso de España, a la televisión. Hacemos largometrajes, pero tengo una doble función: la responsabilidad de películas en Argentina, y también en Colombia, Perú, México y Chile. Es interesante porque implica tener una mirada global de los contenidos cinematográficos.

–¿Hasta qué punto fue Argentina el campo de prueba para lo que ahora hace Telefónica en España? –No tanto. Tiene más que ver con la valoración que tienen hoy los contenidos audiovisuales en todo el mundo. La mayor parte de la información que se traslada y se comparte de forma digital es de video y audio, por ende hay que entender que hay un interés global. Pasamos de una época en la que el rey era la televisión de aire a que ahora hay una infinidad de plataformas para ver una película. En un período de 30 años el modelo se modificó totalmente. Ese contenido, que hoy va de una punta del mundo a la otra, implica a mucha gente. Por eso, hoy hay un montón de personas interesadas en buscarle la vuelta a esto, desde los productores, a los directores de esas plataformas y a quienes quieren contar historias.

–Pero la experiencia con las películas estrenadas en Argentina en el último año fue más que buena…–Demoledora. En un 80% de la taquilla generada por el cine argentino, Telefe fue coproductor (Tesis sobre un homicidio, Corazón de León, El misterio de la felicidad, etcétera). Ha sido una experiencia muy interesante y nos hace pensar que si bien no va a pasar en todos los países lo mismo, sí hay una permeabilidad muy fuerte del público hacia los contenidos. Pero eso no implica que la cinta sea nuestra, son cintas independientes. Wakolda es de Lucía Puenzo, en términos de copyritgh.

–A nivel internacional, ¿se coproduce en equipo también?–Argentina necesita del mercado internacional para tener películas competitivas. Brasil cuatriplica la población de Argentina, entonces por definición tienen un mercado de consumo más grande. Es una cuestión natural que hoy estemos coproduciendo cine con Brasil. De hecho, películas como Corazón de León, que antes se coproducían con España, hoy las hicimos con Brasil. En ese país, además, hay unas leyes de mecenazgo muy interesantes. Brasil es un gran socio de Argentina hoy.

–Hollywood sigue de cerca la expansión de China, con sus nuevos estudios y la flexibilización de las normas que permiten el ingreso de cine extranjero. ¿Qué pasa con Argentina en ese contexto?–Bueno, tengo entendido que Metegol ya está comprada, por ejemplo. Todo el mundo está expectante por ver hacia dónde van China y Rusia. China está siendo mucho más permeable a la coproducción. El problema es que no es tan fácil coproducir con un país que culturalmente es tan diferente. No obstante, la mayor búsqueda de los realizadores hoy es ver cómo se pueden hacer películas con China. Es más fácil hacer una película en China si sos un productor independiente que si sos un estudio grande de Hollywood.

–Otro de los proyectos que tienen en carpeta es la segunda cinta de Santiago Mitre, ¿qué podés adelantarnos?–Es uno de los tres productos más grandes que vi en mi vida. Sólo voy a decir eso (risas). No puedo quebrar el voto de confianza que hice con él, pero es maravilloso.

–¿Y qué opinás de los esfuerzos por producir y rodar cine en el interior del país?–Es interesante empezar a trabajar pensando en las economías locales, en cuanto a la producción de cine. Las razones por las cuales se rueda en Buenos Aires son de practicidad y a eso vos le podés ganar ofreciendo beneficios fiscales, mejoras operativas. Mendoza está muy fresca al ojo del espectador, eso me pasó con Vino para robar. Mendoza tiene mucho para explotar en ese sentido.

–Además, al generar una industria se genera trabajo y una red de prestadores...– Claro, y no nos olvidemos de que el cine es un embajador de peso. Si bien hay otras formas de entretenimiento a las que se puede acceder sin gastar un peso ¿por qué la gente sigue teniendo más recuerdos del cine que de cualquier otra cosa? Eso habla del efecto emocional que posee. Si vos hacés una película en Mendoza, te impacta, porque en el cine argentino estamos más acostumbrados a ver películas urbanas. Lo mismo pasa con lo que se rueda en Rosario, porque se rueda en la ciudad. Wakolda, por ejemplo, lo tiene con Bariloche, y eso impacta. La deuda del cine argentino es salir del departamento de Palermo y de las cuatro calles en las que siempre se filma. Las cintas se enriquecen mucho cuando pasa eso.

–¿Qué opinás de la experiencia de mendocinos que están en Buenos Aires o en el exterior? Como el caso de Pablo Agüero, con El cuerpo de Eva, o de Alejandro Fadel, con Los salvajes...–Bueno, la de Pablo además tiene coproducción de Vanessa Ragone y Tornasol. Por otro lado, lo que tienen las películas de La Unión de los Ríos, productora a la que pertenece Alejandro, es que tienen una distribución acotada porque no se han visto en circuitos comerciales. Eso es quizás lo que ellos buscaron. Insisto, al mismo tiempo hay muchos directores porteños que viven lo mismo, como Pablo Fendrik, que tampoco tuvo tanta distribución comercial.

–¿Hay que repensar entonces la distribución de las películas? Tanto a nivel local, como nacional...–Las películas hay que hacerlas analizando qué se quiere lograr. No puedo pensar una película de Fendrik de la misma manera que pienso una de Marcos Carnevale. Pretender que una película de Fendrik haga el mismo público es empujarla a un lugar que no tiene que tener. Hay que pensar qué sala le corresponde a cada producción. Son cintas que quizás no deberían hacer menos de 30.000 espectadores y con eso están bien. Es un debate que se da y al que hay que responder según cada película. O Pendejos, de Perrone, que es brillante. ¿Es una película que dónde tiene que jugar? ¿Cuál es su escala? En ese debate entran películas como Omisión o Vino para robar. Tenemos que entender como éxito que el director pueda volver a filmar.

–¿Es verdad que Campanella ya piensa en la secuela de Metegol?–Empezamos a laburar una línea argumental para una posible continuación. Habrá que ver qué pasa. Juan está en EE.UU. dirigiendo la nueva serie del productor de Breaking Bad, Halt & Catch Fire, sobre el boom de las computadoras y de Silicon Valley. En marzo hablaremos.