En ¡Salve, César! existe un claro un homenaje a la Edad de Oro de Hollywood, un guiño al sistema de estudios condimentado con un irónico toque de crueldad. La película celebra la fábrica de sueños, mientras revela ingeniosamente algunas funciones en absoluto atractivas de la industria cinematográfica en su apogeo. El nuevo filme de Ethan y Joel Coen, que se estrena hoy en Mendoza, significa el regreso de los hermanos cineastas a un estilo que narra con gracia y en tono de farsa los aspectos menos glamorosos de la vida, y en este caso lo hacen a partir del símbolo del glamour por antonomasia: el Hollywood de los años dorados.
La comedia se ubica a principios de la década de 1950 cuando los ficticios estudios Capitol Pictures comienzan a rodar una ambiciosa superproducción de romanos protagonizada por una de sus grandes estrellas, interpretada por George Clooney, pero el actor es secuestrado durante el rodaje por un misterioso comando.
Los Coen retratan ese periodo en que la glamorosa fachada de la industria empezaba a mostrar grietas visibles. Los principales estudios habían sido obligados a despojarse de sus teatros y se enfrentaban al repentino crecimiento de un nuevo rival: la televisión. También se vieron rodeados de cambios en la escena política y social posterior a la Segunda Guerra Mundial, incluyendo la histeria del comunismo y la Guerra Fría.
La ilusión dorada
Hollywood respondió a esos conflictos, reales e imaginarios, dándoles a los espectadores grandes entretenimientos: películas épicas bíblicas en pantalla panorámica con elencos de miles de extras, osadas superproducciones musicales en Technicolor y espectáculos acuáticos al estilo de Busby Berkeley, así como un buen suministro de westerns y dramas de época.
La bien aceitada máquina funcionaba como feudo, los jefes del estudio ejercían un fuerte dominio sobre todo aspecto de las vidas profesionales y privadas de sus talentos. Las carreras se formaban y retocaban. Les decían a las estrellas en qué películas podían actuar, cómo vestirse y con quién salir.
Cuando, inevitablemente, algunos actores se fastidiaban o rebelaban, los estudios se valían de un intermediario para cubrir sus indiscreciones y mantenerlos fuera de la vista pública. Ningún precio era demasiado para mantener la ilusión del glamour. Y todo eso se ve en el filme a partir del secuestro.
"En la actualidad, estamos muy acostumbrados a saber cada detalle de los actores y celebridades y a excavar entre las verdades oscuras de sus vidas", señala Scarlett Johansson, que interpreta a DeeAnna Moran, una estrella de cine acuático, sutilmente basada en Esther Williams. "Entonces, el público quería creer que las estrellas eran, en efecto, tan místicas e ideales como las proyectaban. Los estudios hacían más para proteger a sus 'trofeos' en aquel sistema. Las estrellas eran como propiedades, con contratos de por vida y con posibilidad de ser prestadas a discreción. Ese sistema tenía cosas buenas y cosas malas. Por una parte, los cuidaban y, por otra, podía ser asfixiante".
En el contexto de esa época, las estrellas eran protegidas por personas como Eddie Mannix, interpretado por Josh Brolin, el intermediario de la ficticia Capitol Pictures. El personaje es una mezcla del verdadero Eddie Mannix y Howard Strickling, quien ejercía la misma función para MGM. Mannix, un ex empleado de seguridad que sacaba borrachos de los bares, pasa el día apagando escándalos, desde pequeños pecados sexuales hasta persuadir a líderes religiosos para aprobar su más reciente espectáculo bíblico. Ethan Coen explica: "Su trabajo era encontrar a alguna estrella ebria en San Diego, devolverla a su casa y sobornar a la gente que podría haber irritado en el camino, o hacer que se casara alguien que secretamente era gay".
Suma de idiotas
Según Clooney, con este trabajo suma otro a su repertorio de interpretar lo que él llama "idiotas" en películas de los hermanos Coen, cosa que ha hecho tres veces antes en ¿Dónde estás hermano?, El amor cuesta caro y Quémese después de leerse. Pero el personaje de Baird Whitlock, dice, "quizá es el más bobo que haya interpretado para ellos. Es una estrella de cine sin idea de nada, lo que por supuesto no podría existir en la vida real, ¿o sí?", exclamó sonriendo.
Al mismo tiempo que exhiben cómicamente los aspectos más hipócritas del sistema de estudios, los hermanos Coen mostraron respeto y admiración por el profesionalismo y dominio que caracterizó la Edad de Oro de Hollywood. Y en las diversas películas que se filmaban en Capitol y alrededor de Los Angeles el filme sigue las vidas dentro y fuera de la pantalla de los protegidos de Mannix.
En ese sentido Clooney destacó la importancia del personaje de Brolin. "Es como el padre de todos los personajes. La gran carga de Eddie es atender a todos estos hijos revoltosos que tienen mucho dinero e inmensos egos, pero sin el menor sentido ético. Su trabajo es ser su brújula moral".