En 2008, "¡Mamma Mia! La película", inspirada en el famoso musical teatral, se convirtió en un éxito veraniego. Descrita con tino por el guionista británico Richard Curtis como un filme "del que sales con la sensación de haber estado de vacaciones", el público se rindió en masa a la combinación formada por las canciones pegadizas de ABBA, la ambientación en una isla griega de postal (de cliché), y un puñado de actores de prestigio como Meryl Streep o Colin Firth soltándose la melena.

El musical recaudó más de 600 millones de euros y volvió a situar al grupo sueco en las listas de los más vendidos. La secuela parecía asegurada, pero tardó 10 años en materializarse: "¡Mamma Mia! Una y otra vez", dirigida por Ol Parker (guionista de El exótico Hotel Marigold) se estrenó con todo el reparto original y un gran debut en la taquilla.

Amanda Seyfried (Allentown, Pensilvania, 1985) entra en la suite del hotel de Londres donde tiene lugar la entrevista con EL PAÍS con el teléfono en la mano; está hablando por FaceTime con su hija Nina, de un año y cuatro meses. La maternidad, asegura, ha cambiado su forma de abordar el personaje de Sophie, que hace una década fue su primer protagonista. "En la historia han pasado cinco años, en los que Sophie ha perdido a su madre. Yo no sé lo que es eso ni quiero saberlo, pero creo que todo lo que he vivido en este tiempo me ha aportado profundidad para interpretarlo". Su nueva condición también ha influido en la forma de relacionarse con el resto del reparto: "He conectado con Meryl y los demás en otro nivel: como compañeros, padres...".

"¡Mamma Mia! Una y otra vez! es a la vez secuela y precuela, pues además de reanudar la historia original —en la que una chica a punto de casarse intentaba averiguar quién era su verdadero padre—, también viaja a 1979, al verano en el que Donna (con Lily James como una joven Meryl Streep) conoció a los tres posibles padres de Sophie y se instaló en la isla ficticia de Kalokairi, de la que la remota isla croata Vis ha servido esta vez de trasunto en pantalla. Seyfried describe el rodaje como "una gran reunión familiar". "Estábamos todos en plan: '¡Yupiii, hemos vuelto, vámonos de fiesta...!'. Ninguno lo esperábamos".

De entre las nuevas incorporaciones, la que más nerviosismo ha despertado es Cher. Exceptuando Burlesque (2010), la diva llevaba 15 años sin aparecer en una película. Parker escribió para ella el papel de Ruby —una cantante glamurosa y desapegada que intenta redimirse como abuela—, decidido a no aceptar un no por respuesta. Conocerla, para Seyfried, ha supuesto constatar que "ni la fama, ni el éxito ni el dinero ni el paso del tiempo pueden cambiar el espíritu de una persona". Y apunta: "Ella era lo que nos faltaba en la primera película, y ni siquiera éramos conscientes hasta que apareció".

Como en la primera entrega, los temas de ABBA se entretejen con la trama, aunque en esta ocasión la banda sonora también incluye canciones menos conocidas de los suecos como "When I Kissed the Teacher" o "My Love, My Life".

Pese a su clara vocación de feel good movie (películas para entretenerse y sentirse bien), el guion incluía un mensaje de sonoridad y empoderamiento que le resultó muy atractivo a Seyfried, defensora del movimiento #MeToo y muy implicada en el activismo feminista. El escándalo Weinstein se destapó justo en pleno rodaje. "Fue como si una nube gigante se hubiera instalado sobre el plató", recuerda. Lo que está sucediendo en la industria le parece "liberador": "Al menos ahora las mujeres se sienten más seguras a la hora de protegerse contra abusadores y depredadores".

La promoción de ¡Mamma Mia! en Londres ha coincidido con la visita de Donald Trump a Reino Unido, y Seyfried y su marido, el también actor Thomas Sadoski, no dudaron en sumarse a las marchas de protesta con las que la ciudad recibió al presidente estadounidense. "Fue increíble sentir la solidaridad de todos aquí", —afirma, aún con escalofríos al acordarse—. "Y un recordatorio de que, aunque estemos sumidos en la mierda, todavía podemos salir de ella. O eso espero".

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Utilizando como plataforma su cuenta de Instagram, en la que tiene 2,8 millones de seguidores, y con el objetivo de ayudar a desestigmatizar los trastornos mentales, la actriz ha compartido que padece TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), ataques de ansiedad, pánico y miedo escénico. Hubo quien le desaconsejó que lo contara, pero nunca se ha arrepentido de rechazar la sugerencia. "Si hubiera sabido todo lo que sé ahora, me habría ahorrado 10 años de estar tensa y asustada. Quiero animar a otros a hablar de ello y a buscar ayuda. Y si eso llega a arruinar mi carrera, entonces es que no estaba destinada a ser actriz".

Seyfried se está construyendo una trayectoria ecléctica donde caben thrillers como Chloe, biopics como Lovelace, superproducciones como Los miserables, comedias gamberras como Ted 2 o series como Big Love o la nueva Twin Peaks. Además, recientemente ha estrenado Anon, una producción original de Netflix.

La llegada de estos nuevos jugadores al tablero le parece "bastante guay", pero añade un dato revelador: "La taquilla todavía es jodidamente importante, sobre todo para los actores. Nuestro valor se basa en cuánto dinero recauda tu película en cines, pero no influye cuánta gente la ve en Netflix, lo cual es ridículo". Y lo dice con la mirada de desafío del que está dispuesto a presentar batalla.

Fuente: El País

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