El sector vitivinícola de Mendoza vive uno de sus momentos más complicados por la crisis económica nacional, y, además, por factores climáticos ocurridos en el 2022, que hicieron que la cosecha de uva 2023 fuera la más escasa en décadas.
El sector vitivinícola de Mendoza vive uno de sus momentos más complicados por la crisis económica nacional, y, además, por factores climáticos ocurridos en el 2022, que hicieron que la cosecha de uva 2023 fuera la más escasa en décadas.
Así lo explicó Javier Merino, especialista en Economía y Estrategia Vitivinícola, quien además pertenece al Centro de Estudios Económicos de Bodegas de Argentina (CEEBA), en una conferencia brindada a profesionales de distintas bodegas que tienen a cargo la compra de uva.
Lo que el especialista explicó fue que la baja cosecha de la uva en el 2023, ligada a eventos climáticos como heladas tardías y granizo, viene a sumarse a otras problemáticas.
Entre otras, la disminución de la cantidad de vino vendido por las bodegas, una considerable merma en la inversión en viñedos por baja rentabilidad y la acotada disponibilidad de crédito de largo plazo, en combinación con un cambio de hábito de los consumidores hacia categorías más altas de precios.
Es decir que, más allá de la coyuntura, el viñedo argentino ha disminuido su superficie y ha bajado su rendimiento.
Asimismo, el referente del CEEBA agregó que los precios de esta temporada para la materia prima fueron sustancialmente más elevados que los promedios históricos. Lo que ha sido conveniente para los productores que sortearon con cierto éxito los accidentes climáticos pero que no compensa años anteriores de bajos precios con baja o nula rentabilidad,
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“La rentabilidad en la producción de vinos se encuentra en niveles mínimos y esto no permite sostener en el tiempo valores elevados de la materia prima, un callejón que no parece tener salida en el corto plazo", destacó.
En el mismo sentido, se explayó diciendo que, en gran medida, las principales causas de esta situación, tienen que ver con el contexto macroeconómico argentino que se mantiene sistemáticamente bajo los ingresos de la población que no puede acompañar los elevados índices de precios. Esto afecta negativamente la demanda de vinos en el mercado interno.
Por otro lado, también tiene que ver el deterioro del tipo de cambio en relación a la inflación, que no permite rentabilizar las exportaciones.
Seguidamente, analizó que si cambia el curso de la historia económica de la última década, podría esperarse una recuperación de la venta de vinos tanto en el mercado nacional como en las exportaciones.
“Pero aparecerá la escasez de materia prima como limitante que sólo puede revertirse con inversiones de largo plazo, cuya respuesta productiva se puede esperar en no menos de tres o cuatro años. Lo que seguirá manteniendo al mercado de materias primas en una situación de negociación muy compleja”, reafirmó.
Merino reflexionó acerca de una nueva época donde productores de uva y elaboradores de vino acuerdan y negocian con instrumentos innovadores hasta ahora poco utilizados y donde se alcanzan compromisos de largo plazo que tienen como destino final atender las exigentes necesidades de los consumidores de vino en un ambiente muy competitivo.
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“El trabajo conjunto de ambas partes es clave para recuperar rentabilidad y dinamismo. Del mismo modo que hoy la fidelización es un activo intangible de alto valor en la venta de cualquier producto o servicio para generar sostenibilidad económica de largo plazo, este comportamiento se extenderá a lo largo de los distintos actores de la cadena de valor y aquellas empresas que mejor lo hagan obtendrán cuotas de mercado importantes en el largo plazo”, concluyó Merino, del Centro de Estudios Económicos de Bodegas de Argentina.