Lo dijo Sergio Villanueva, de la Unión Vitivinícola, para graficar la baja del consumo del 12% en 2017.

"Eso de que tomar vino sea sofisticado aleja consumidores"

Por UNO

Entre el 2016 y el 2017 el consumo de vinos argentinos, tanto en el mercado interno como en el externo, ha sufrido una importante caída: 11% en la comercialización local y 12% en las exportaciones.

Traducido en números: mientras en el 2016 se consumieron 743.000 millones de hectolitros, en el 2017 ese número descendió hasta los 661.448 hectolitros. Es decir, la diferencia negativa fue del 11%.

En tanto, la caída en el vino que se consume en el exterior, también sufrió una disminución: de 166.154 hectolitros en el 2016, a 146.170 hectolitros en el 2017. En este caso, la pérdida ha sido mayor: 12%.

Aunque, según estimó Juan Carlos Pina, gerente de Bodegas de Argentina "la disminución es mayor: llega casi al 14% considerando los últimos 5 años".

En cuanto a los factores que pueden haber influido para que esto ocurra, tanto Pina, como Carlos Fioquetta, gerente general de la Coviar y Sergio Villanueva, titular de la Unión Vitivinícola Argentina, sostienen que han coincidido diversos factores, pero son dos los principales: en primer lugar, que las cosechas del 2016 y 2017 fueron malas, muy por debajo de la media y por otra parte, las condiciones económicas desfavorables que, en opinión de los expertos, ya llevan entre 4 y 5 años azotando a esta industria.

Esta problemática no ha dejado de traducirse a los precios: mientras los vinos de menor calidad -específicamente, el que se vende en tetrabrick- han incrementado el 80% sus costos, el vino fino, lo ha hecho entre 55% y 65%.

Además, Villanueva remarcó que el mercado vitivinícola tiene que adaptarse a las necesidades de los compradores y realizar cambios en la oferta, para poder adecuarse a los nuevos requerimientos y hábitos de consumo.

Autocrítica

Tanto Villanueva como Pina coincidieron en señalar que sería muy simplista considerar que toda la responsabilidad de la caída del consumo la tiene la escasa producción y su inmediata consecuencia: el aumento de los costos.

Hay una serie de factores que se han superpuesto, entre otros, los que tienen que ver con los hábitos de consumo.

"Si bien el incremento de los precios superó el índice inflacionario -en el 2016 subieron hasta en 90% mientras la inflación fue del 40%-, los tipos de consumidores y la forma en que toman vino cambiaron", dijo Villanueva y agregó: "El actual consumidor es más racional, cuida mucho más el dinero y si encuentra que no puede comprar una botella del vino que le gusta, porque está pagando más de lo que puede, cambia a la cerveza o disminuye la frecuencia de compra".

Para el gerente, el mercado debe ofrecer otras opciones que se adapten más a esos hábitos. Por ejemplo, otras formas de fraccionamiento, de menor cantidad, como el vino en lata o en envases individuales.

"Es una forma de desacralizar el vino, porque mucha gente que vive sola no se compra una botella, pero sí se puede comprar una lata de cerveza", describió. Al tiempo, agregó: "Otra forma de acercar el vino a los clientes es dejar de estigmatizar ciertos hábitos. Hay gente que quiere tomar el vino frío o "bajarlo" con soda. Esto de que tomar vino sea tan sofisticado y con tantas reglas, aparta a las personas de tomarlo".

Villanueva destacó que esto es ampliar la accesibilidad de la gente al producto, facilitar que se tome. Entre los cambios, mencionó el hecho de recurrir más a la tapa a rosca que al corcho, por un tema de comodidad y destacó que en la industria cervercera hay ventajas para abaratar los costos, como por ejemplo, la botella retornable.

"Hay que repensar como ofrecemos el vino. Esta caída debe ser revulsiva. Es una situación límite, tenemos que cuestionarnos si lo que hacemos lo hacemos bien. Tenemos que generar cambios".

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Mencionó que desde el punto de vista institucional, hay que hacer un esfuerzo y generar campañas para acercar el vino al consumo real de los clientes.

Medidas económicas

Fioquetta, por su parte, puso el énfasis en los factores económicos que han influido en forma negativa en la industria vitivinícola. La inflación, la gran presión impositiva y los reintegros bajos por dinero invertido en las exportaciones se han sumado a la escasez de la cosecha para que el precio del vino se haya incrementado tanto.

"Desde la COVIAR propusimos que se aumenten los reintegros de 6% a 9%. El reintegro es una cifra que el Gobierno devuelve a los exportadores: por cada dólar que se exporta, se le devuelve el 6% al productor. Lo que piden es incrementarlo en 3 puntos. "Hay que tener en cuenta que la producción vitivinícola nacional está muy lejos de los puertos, esto encarece muchísmo los costos", subrayó.

Pero fue positivo al mirar para adelante: cree que la cosecha 2018 será mejor que la del año pasado y que esto influirá en que los precios se estanquen.

Sobreprecios: un gran escollo

Para Juan Carlos Pina, una de las grandes causas que generan el aumento desmedido de los precios y por lo tanto, la baja en el consumo, son los sobreprecios que cobran las grandes cadenas de supermercados y los mayoristas. "Una tajada muy grande de lo que le cuesta un vino al consumidor se queda el distribuidor. Hay que revisar esto, es una alerta muy grande para el sector". En cuanto a las expectativas para el 2018, si bien cree que será una mejor cosecha, el objetivo es no seguir cayendo en el mercado interno.

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Foto: Horacio Altamirano / Diario UNO.
Foto: Horacio Altamirano / Diario UNO.
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