La trillada frase de que hay que darle batalla a la inflación, y que tiene al presidente Mauricio Macri como uno de sus voceros más efusivos, muestra preocupación de un solo lado del mostrador.
Quien está de ese lado es el castigado consumidor, no los formadores de precios. Ese sector va tres pasos adelante. Siempre.
Esto explica la sistemática costumbre de remarcar "por las dudas" y como consecuencia contar con una insólita variedad de precios.
Si el mismo producto tiene una diferencia de $18 entre dos comercios separados por unas pocas cuadras, uno de los dos está obteniendo una ganancia desmesurada.
Ya no se trata únicamente de la oferta y la demanda, porque en definitiva el cliente es el que elige lo que más le conviene.
El problema de fondo es que en ninguna de esas opciones se está cobrando lo que realmente cuesta un determinado producto.
El famoso "colchón" ha llevado a que hoy exista una distorsión de los precios que hace perder todo punto de referencia.
Macri, que promete "caerles duro" a los empresarios responsables de la escalada de precios, confía en que el relanzamiento de la Comisión para la Defensa de la Competencia será una importante lupa sobre ciertos mercados donde hubo "abuso de la posición dominante".
La constante suba de los precios impacta fuertemente en los bolsillos de los trabajadores, lo que a su vez habrá de condicionar las paritarias que ya están en camino en el sector público y las que vendrán en el privado.
Por ser la inflación una variable clave en lo que se discuta en ese ámbito, si no se logra darles una racionalidad a los precios de los productos de primera necesidad será muy difícil negociar en esos términos.
La devaluación con que arrancó la actual gestión tuvo como natural impacto la suba de precios. Por lo tanto, mientras no se recupere el consumo y la economía funcione a un ritmo más "natural" -inflación de un dígito, generación de empleos privados, menor presión fiscal, etcétera-, resulta algo utópico creer que pagaremos por las cosas lo que en verdad cuestan.
Sigue siendo un arma poderosa no comprar si hay abuso. Lamentablemente no alcanza, porque los abusadores se reproducen a una velocidad desmesurada.