"Mi buen amigo David Bowie dijo una vez: 'Todos los clichés son verdad. El tiempo pasa muy rápido, realmente. La vida es tan corta como nos han contado".
Esto lo dijo Susan Sarandon para comenzar un discurso precioso sobre las estrellas que nos han abandonado este año que daba paso a un video in memoriam durante los premios SAG (Screen Actors Guild, o sea, el sindicato de actores).
Sarandon, una mujer de 69 años, de las mejores intérpretes de su generación, volcada desde el principio de su carrera en cientos de causas nobles y madre de tres hijos, dijo esto mientras llevaba un escote que dejaba a la vista una anatomía envidiable. Y las redes sociales ardieron. Todos los clichés son verdad, dijo Bowie, y tenía razón.
En Twitter pronto se mutiplicaron los comentarios al respecto. Algunos hacían chistes ("¡Qué bien que los pechos de Susan Sarandon estuvieran disponibles para presentar la sección In Memoriam!"). Otros venían de parte de los guardianes de la moral ("Susan, si sabías que ibas a presentar la sección In Memoriam, ¿por qué llevabas un sujetador a la vista?"). Otros tuvieron que reconocer que el físico de Sarandon es espectacular cuando está rozando los setenta.
Lo que subyace realmente aquí es que una mujer ha venido a recalcar que los pechos también existen a los setenta años. Y que tienen derecho a ser mostrados. Probablemente de forma inconsciente, Sarandon llevó a cabo el sábado en los Premios SAG algo llamativo y valiente: mostró sus pechos con orgullo, lo hizo con un outfit que Hollywood solo hubiese perdonado a una actriz veinteañera, lo mostró de la mano de su hijo (Jack Robbins, uno de los hijos que tuvo con Tim Robbins, fue su acompañante en la gala) y se expuso a las críticas negativas que seguramente sabía que llegarían al presentar una sección delicada, la del repaso a las figuras que nos abandonaron el último año, enseñando algo que todos los vivos deberían celebrar.
La misma mujer que recorre alfombras rojas enseñando con orgullo parte de sus pechos es la misma que ha ganado un OScar, un BAFTA, cinco Emmys, que es embajadora de buena voluntad de UNICEF desde 1999, que recibió un premio de Acción contra el hambre en 2006 y que se la jugó en 1993 en los Oscars al exigir que el gobierno norteamericano dejase entrar en EE.UU. a 250 haitianos afectados de VIH, un gesto que le valió una bronca por parte de su representante y algunos académicos. Da la sensación de que ninguna de estas cosas las puede hacer una actriz con un pecho espectacular, sino que es algo más digno de una activista discreta, con poco maquillaje y jersey de cuello vuelto. Susan Sarandon volvió a demostrar este fin de semana que sí, que los clichés son verdad, pero gente como ella puede ayudar a desmontarlos en muy poco tiempo.
Fuente: Revistavanityfair