Exposición

Se abren las puertas prohibidas

Una exposición en el Museo del Palacio rinde homenaje a los tesoros y las generaciones que los preservaron en el centenario

La Puerta del Meridiano se alza sobre la entrada del Museo del Palacio, en Beijing, el antiguo palacio imperial de China entre 1420 y 1911, también conocido como la Ciudad Prohibida. Durante los años imperiales, numerosos miembros de la realeza, altos funcionarios y nobles atravesaban esa puerta símbolo de solemnidad, ritual y orden. Entraban en un lugar cerrado a los forasteros, donde se decidía el curso de sus propios destinos y, a menudo, el del país.

En octubre de 1925 se estableció el Museo del Palacio, lo que abrió sus puertas al público y marcó el inicio de una historia de custodios dedicados a proteger y prolongar una civilización ininterrumpida.

Un siglo después, los turistas ascienden a las galerías de la Puerta del Meridiano, un privilegio inimaginable incluso para la mayoría de los altos funcionarios que pasaban por ese umbral en la antigüedad. Allí se inauguró el 30 de septiembre la exposición Un siglo de custodia: de la Ciudad Prohibida al Museo del Palacio, que permanecerá abierta hasta fin de año.

Más de 200 piezas cuidadosamente seleccionadas, entre pinturas, obras caligráficas, jade, bronces, piezas de oro, porcelanas y componentes arquitectónicos, están en exhibición.

Recorrer sus tres galerías durante medio día es como emprender un viaje a través de milenios.

“Las reliquias culturales son los mejores registros de la civilización”, dijo Xu Wanling, curadora principal de la muestra. “A través de ellas queremos que los visitantes vean esos momentos históricos y a las personas detrás de ellos.”

Una de las joyas más monumentales y tal vez la pintura china más famosa, Festival de Qingming junto al río, se desenrolló por primera vez en una década.

Este rollo de seda de más de cinco metros de largo fue creado por Zhang Zeduan, de la academia imperial de pintura de la dinastía Song del Norte (960-1127), retrata el paisaje floreciente de la capital de Dongjing (actual Kaifeng, provincia de Henan) con vívidas representaciones de unas 600 figuras, 100 casas, 25 barcos y numerosos detalles de la vida urbana.

Los sellos de casi 100 coleccionistas, impresos a lo largo de los siglos, dan testimonio del recorrido histórico de la pintura.

El rollo se perdió durante la guerra que puso fin a la dinastía Song del Norte, fue robado del palacio, pasó de mano en mano entre eruditos y ministros poderosos hasta ingresar en la colección real de la dinastía Qing (1644-1911) a fines del siglo XVIII.

Sin embargo, la agitación volvió. El último emperador, Puyi, que siguió viviendo en la Ciudad Prohibida en la década de 1920 tras la caída de la monarquía, consiguió sacar otra vez la pintura del palacio. Más tarde la llevó, junto con muchas otras reliquias, a Changchun, en el noreste de China, donde presidía un régimen títere bajo ocupación japonesa. Muchos creyeron que la obra se había perdido para siempre en el caos del final de la Segunda Guerra Mundial.

Contra todo pronóstico, reapareció en 1950. Investigadores de reliquias culturales la hallaron en una caja de madera abandonada por Puyi cuando su Estado títere colapsó. La pintura regresó intacta a la Ciudad Prohibida.

Otra pieza destacada es un guqin (antiguo instrumento chino de siete cuerdas) de la dinastía Tang (618-907), llamado Dasheng Yiyin, o “eco persistente del gran sabio”.

Cuando se halló hace un siglo en el inventario real de la dinastía Qing, se registró simplemente como “un guqin roto” por su mal estado. Su valor se reconoció más de veinte años después. Tras una restauración en 1949, volvió a ser apreciado como una obra maestra de la era Tang.

En la galería oriental de la Puerta del Meridiano se exhibe en el centro un jarro cuadrado de bronce decorado con flores de loto y grullas, conocido como Lianhe Fanghu, que data del Período de Primavera y Otoño (770-476 a. C.), época de Confucio. Representa un momento en que los rituales cambiaban y las viejas jerarquías se desmoronaban. Fue hallado en 1923 en una tumba en la provincia de Henan y destinado al almacén del Museo del Palacio en 1950.

Hoy, versiones digitalizadas de muchas piezas se exhiben en pantallas con efectos 3D sin gafas. Los visitantes modernos pueden dar por sentado el asombro tecnológico, pero para quienes ingresaban por primera vez a la Ciudad Prohibida hace 100 años, el impacto visual de esas reliquias culturales recién reveladas debió de ser abrumador.

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