En 2005 se enteró por su hermano, que trabajaba en un parque safari, que una elefanta había resultado gravemente herida. Así que se unió a un equipo de rescate de 80 personas y fue a Xishuangbanna, donde conoció a Ranran por primera vez. “Casi me eché a llorar cuando vi a Ranran. Nunca había visto una herida tan grave en un elefante”. La pata trasera izquierda de Ranran tenía una herida de unos 20 centímetros de ancho y se había infectado gravemente. También estaba tan delgada que se le salían las costillas y luchaba violentamente cuando la gente trataba de acercarse a ella. El equipo de rescate la calmó con anestesia. Sin embargo, durante mucho tiempo, Ranran se negó a cooperar con el tratamiento y su condición no mejoró. Algunos expertos dijeron que no había esperanza de que sobreviviera y propusieron aplicarle la eutanasia. “Negamos nuestro consentimiento”, sostuvo Xiong. “Nosotros, como humanos, no teníamos derecho a tomar la decisión por ella. Solo teníamos la obligación y el derecho de rescatarla”.
Después de seis meses de curación con la medicina tradicional china, Ranran comenzó a mejorar. Xiong acompañó a Ranran todo el tiempo, alimentándola, hablando con ella y cantándole. Incluso trasladó su cama a un cobertizo improvisado y la cuidaba por la noche. Con los años, Xiong ha tratado a Ranran como a su propia hija. Su conexión se construyó hasta un punto en el que Ranran seguía a Xiong a donde quiera que fuera.
Después de que Ranran se recuperara por completo, Xiong comenzó a entrenar sus habilidades de supervivencia llevándola a la selva tropical durante el día, liberándola y luego encontrándola y llevándola a casa por la noche. El objetivo final es devolver a los elefantes a la selva.
Como Xiong, todos los “padres de elefantes” del centro pueden hablar mucho sobre cada elefante que han rescatado. Xiaoqiang, por ejemplo, fue encontrado vagando solo por un río. Quedó huérfano cuando solo tenía unos meses, fue rechazado por las tres manadas a las que intentó unirse y sufrió de diarrea y parásitos abdominales. Por su parte, Yangniu tenía solo un mes cuando los granjeros la descubrieron. Los veterinarios descubrieron que sufría de latidos cardíacos irregulares, y tenía pus donde se había desprendido el cordón umbilical y una infección abdominal. Especulaban que la habían abandonado. Bajo el cuidado de los “padres de elefantes”, ambos pudieron desarrollarse bien.
“El trabajo de rescate de los elefantes asiáticos todavía tiene un largo camino por recorrer”, sostuvo Xiong. “Estamos aprendiendo constantemente. No sabemos cómo será al final, pero haremos todo lo posible para ayudar”.