Mauricio Macri parece haber trizado en la semana que pasó la consideración de muchos argentinos que, sin ser macristas, guardaban algún respeto hacia él. O que, por lo menos, mostraban cierto apoyo crítico sobre aspectos de su gestión presidencial (2015-2019). Parte de esa gente pareciera que ha comenzado a desembarazarse o a repensar ese sentimiento.
Bullrich necesita que Macri sofrene la lengua porque esta no es la hora del ex presidente
Lo ven por estos días como un dirigente que está "empiojando" la situación de Juntos por el Cambio, sobre todo a partir del golpe electoral que dio Javier Milei en las primarias presidenciales, algo que las sobrevaloradas encuestas ignoraron.
Dentro de ese sector, los más críticos creen que el Macri más auténtico es el que se "desata" y cataloga de "mugre" a sus contendientes políticos, o el que descalifica a los del palo que ya no piensan exactamente como él, o el que no esconde haberse deslumbrado con el batacazo del libertario.
Varios de los que lo conocen desde joven, sostienen que Macri tenía hace 30 años algunos arranques parecidos a los de Milei, pero que el tiempo y la experiencia política actuaron de filtro dejándole un sedimento republicano.
Debe y haber
A favor de Macri puede decirse que no es moco de pavo haber creado y hecho crecer un partido (el PRO), haber sido dos veces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (todo ese tiempo con Cristina Kirchner en la Casa Rosada) y de haber ganado una vez la Presidencia de la Nación.
Baste recordar el hostigamiento constante de Cristina contra Macri a través de la "prensa oficialista concentrada" (que pagamos todos con fondos públicos), movida en la que la TV Pública actuó como mascarón de proa con ciclos de militancia kirchnerista desbordada, como "6, 7, 8".
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En contra debe advertirse que es evidente que ha habido excesiva presión por parte de Macri sobre la figura de Patricia Bullrich -ahora oficializada como postulante presidencial de Juntos por el Cambio- que ella no ha podido o no ha sabido atemperar en tiempo y forma y que ahora le va a costar ponerle un freno.
Si la figura de Macri mejoró en la consideración pública cuando en marzo pasado decidió apartarse de cualquier intento de volver a la Rosada, retrocedió varios casilleros a partir de "la hiperactividad" que ejercició sobre Bullrich.
Candidata vigilada
En opinión del ex gurú del macrismo Jaime Durán Barba, ese accionar de Macri es absolutamente inapropiado ya que replica sobre la sociedad una especie de nueva versión de un jefe partidario maniobrando sobre la candidata presidencial de su partido, con lo cual se remeda lo de Cristina sobre Alberto Fernández.
Milei hace la suya. Ejerce presión sobre Macri, al que dice que le ofrecerá un novedoso puesto de embajador extraordinario de la Argentina. Lo que Bullrich necesita es que Macri se calle un poco porque este no es su tiempo.
Macri no debería olvidar -y Bullrich tampoco- que las ideas de MIlei son las de un fanático de extrema derecha, que tergiversa muchas de las esencias del ideario liberal republicano.
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Pareciera que el ex presidente no ha tomado debida nota de los fracasos resonantes en los que terminaron los gobiernos de Donald Trump en Estados Unidos y de Jair Bolsonaro en Brasil. Milei banaliza la política, juega a rebajar los preceptos constitucionales y padece un voluntarismo dañino.
La antipolítica de Bolsonaro fue la que abrió el cauce para que Lula volviera al poder en Brasil. Los kirchneristas duros creen que eso mismo va a pasar en la Argentina. Prevén que un gobierno alocado de Milei terminará siendo una alfombra roja para que Cristina kirchner pueda regresar en 2027.
Los efluvios
En el acto de Parque Norte cerca de la medianoche del domingo de las PASO, Macri fue el último que habló, es decir el orador principal. Un error notable de Bullrich. En esa ceremonia Macri explicó que si se sumaban los votos obtenidos por el partido de Milei (La Libertad Avanza) y Juntos por el Cambio se formaba una fuerza imbatible de más del 60% de los argentinos. Lo que no dijo es que esa es una entente imposible de pegar.
A Milei le podrán interesar Macri y su núcleo duro, pero es imposible cualquier pacto del libertario con el resto de los integrantes de Juntos por el Cambio. En el entorno de Bullrich están arrepentidos de haber dejado pasar tanta intromisión y prometen poner más cuidados con Macri, pero tienen temor a decirlo abiertamente.
Caer bajo los efluvios de Javier Milei creyendo que no hay con qué darle, es meterle más confusión al votante mayoritario que todavía sostiene el respeto a la institucionalidad y a las virtudes del centro político.
El gran desafío de Bullrich es explicarle a los argentinos cuál es la solución económica que tiene Juntos por el Cambio, algo que no termina de explicitar. Y, a la vez, demostrar que si hay algo de lo que carece el novedoso Javier Milei es de posibilidades de gobernabilidad.
Patricia Bullrich debería olvidarse de ese despropósito que fue su lema inicial de campaña:"S no es todo, es nada". Si pretende subsistir y gobernar, debe ofrecer esperanzas y certezas, no sólo mano dura y chicote.




