Es un pueblo que se destaca por la vitivinicultura en formaciones rocosas muy particulares Argentina ofrece rincones donde el desierto se transforma en valles fértiles y los cerros guardan secretos geológicos de eras pasadas. Aunque los destinos como Cafayate acaparan la atención, destinos menos explorados como Angastaco invitan a descubrir una versión más íntima del noroeste.
Los paisajes brutales que ofrece el pueblo de Angastaco.
Angastaco, en la provincia de Salta, con unos 1.000 habitantes, es un oasis poco frecuentado por turistas masivos, ideal para quienes buscan viñedos de torrontés en un cañón dramático y noches de silencio absoluto bajo cielos estrellados.
El pueblo salteño tiene un extenso cañón.
El pueblo de Salta que tiene un cañón
Ubicado en los Valles Calchaquíes, a unos 200 kilómetros al suroeste de la capital salteña, Angastaco se accede por la Ruta Nacional 40. El pueblo se extiende en un valle estrecho a 2.000 metros de altitud, con casas de adobe agrupadas alrededor de la Iglesia de San Pedro Nolasco.
El atractivo turístico central de Angastaco es su cañón homónimo, un desfiladero de 10 kilómetros con paredes de arenisca roja que se elevan hasta 200 metros, esculpidas por el viento y el Río Calchaquí. Este paisaje lunar, similar a un mini Cañón del Colorado, se explora en caminatas guiadas de 2 horas desde el centro del pueblo.
Las rutas en medio del cañón en este pueblo.
Las bodegas boutique del pueblo abren sus puertas para catas gratuitas de torrontés, un vino blanco aromático que captura el terroir salteño con notas florales. La gastronomía del pueblo es un tributo al altiplano: cabrito al horno con papas andinas, humitas en chala rellenas de queso de cabra y empanadas de charqui con ají locoto. Vinos caseros de altura y postres de cayote en almíbar no faltan en este lugar.
Angastaco es un destino sutil en Salta, donde cañones rojos y viñedos puneños crean escapadas profundas. Sus trekkings geológicos, catas íntimas y fogones quechuas lo posicionan como el pueblo para desenterrar el noroeste auténtico, volviendo con polvo rojo en las botas y el sabor del torrontés en el paladar