Argentina atesora aldeas donde los forajidos del Viejo Oeste dejaron huellas y los lagos reflejan picos nevados como postales vivas. No es uno de los circuitos masivos del turismo, acá el viaje es a un rancho histórico con olor a pino y cuero curtido. Un pueblo que seguramente no te vas a querer perder si te gusta las historias de delincuentes míticos rurales.
Cholila, en la provincia de Chubut, con casi 2.000, es el pueblo para cabalgatas por valles glaciares y visitas a la cabaña de los bandidos más famosos del siglo XX. Este caserío cordillerano es un paraíso para ciclistas y amantes de la historia patagónica.
Dónde está el pueblo de Cholila
A 140 kilómetros al sur de Esquel, Cholila se accede por la Ruta Nacional 40. El pueblo consta de una plaza con el monumento a los colonos galeses, calles de ripio y un museo en la cabaña original de Butch Cassidy y Sundance Kid, dos históricos bandidos rurales.
La casa del pueblo donde vivió el histórico vaquero.
El highlight turístico de este lugar es justamente la cabaña de Butch Cassidy que tiene una estructura de troncos restaurada con muebles originales, donde guías locales narran el robo al Banco de Río Gallegos y la vida de los forajidos como vecinos pacíficos.
Por otro lado se encuentra el lago Cholila, a 5 kilómetros del centro, que ofrece playas ideales para pesca con mosca, lanchas eléctricas que recorren hasta el glaciar Cholila con paradas para picnic. Mountain bike por el Circuito de los Lagos, cabalgatas o trekking a cerros son otras de las actividades.
Los paisajes que brinda el pueblo de Cholila.
Los sabores cordilleranos destacan en este pueblo con platos como cordero al asador con chimichurri de ajo silvestre, trucha ahumada con ensalada de berro y guiso de ciervo con papas andinas. Se sirvne empanadas de hongos de pino y postre de dulce de frambuesa, cervezas artesanales de lúpulo local acompañan.
Cholila es un destino legendario en Chubut, donde cabañas de forajidos y lagos glaciares tejen aventuras únicas. Sus cabalgatas históricas, trekkings silenciosos y fogones patagónicos lo coronan como el pueblo para revivir el Far West argentino, regresando con polvo de camino y el eco de un disparo lejano en la memoria.




