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Los edificios históricos, como el adjunto a la iglesia de los Jesuitas, están invadidos por firmas "para marcar territorio".
El objetivo es adecentar los frentes, las persianas, ventanas y el mobiliario urbano, tapizados de garabatos, inscripciones, firmas o grafitis no autorizados.
Pero, sobre todo, será una forma de paliar las malas experiencias sufridas por quienes se levantan un día y se encuentren con el frente de sus casas o comercios pintarrajeados de arriba abajo.
Lo peor es que los vándalos se dan el gustazo de "marcar territorio", "conformar una identidad" o autopercibirse como "sujetos de una estética" jodiéndole la vida a medio mundo. ¿Alguien puede creer que los afectados por estos "artistas" pueden llegar a conformar alguna empatía con estos tarambanas clandestinos?
Quien sufre en carne propia que le pintarrajeen la persiana que acaba de colocar en su negocio -y que aún debe pagar en 12 cuotas- siente una bronca muy grande.
Esos vecinos y contribuyentes perciben, lisa y llanamente, que han sido víctimas de un delito y que las autoridades no les están prestando la debida atención. Qué decir de los padres de alumnos que ayudaron a juntar fondos para hermosear los frentes de las escuelas de sus hijos y que al otro día del arreglo comprueban la maldad insolente de los garabateadores.
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Con verdadera saña, los enchastradores se toman a la chacota cualquier bien privado o público.
¿Cómo se puede sentir el ciudadano que vive cerca de una plaza y que sabe que allí suelen juntarse de madrugada los que salen a vandalizar?
Cansa tener que explicar que uno no está en contra de los grafiteros talentosos -los hay y muchos- que hacen sus trabajos luego de haber pactado el uso de muros públicos y privados.
Cansa tener que machacar que los ataques vandálicos que nos ocupan son delitos debidamente tipificados y que los ciudadanos están cansados de que las autoridades no los respalden debidamente.
Se puede hacer arte callejero bello y reflexivo sin necesidad de dañar los bienes del prójimo. Mendoza tiene un historial interesante en materia de muralismo, hoy opacado por los "firmadores", gente escasamente talentosa que repite grafías, íconos y símbolos calcadas de otras ciudades, lo cual no permite que el arte callejero local tenga la singularidad y creatividad de otros tiempos.
Ojalá que "Mejores fachadas" pueda erigirse en una iniciativa provechosa que ayude a que esta ciudad, una de las grandes capitales del vino a nivel mundial, pueda recuperar su distintiva peculiaridad. Y que todos los vecinos que fueron humillados por el aerosol sabandija sientan que sus políticos están de su lado.