Embed - Tiene 8 años y es un experto en trashumancia
Le gusta salir a caballo, cuidar las chivas, buscar leña, recorrer los cerros. Le gusta tanto que, aunque el viento sople fuerte o el barro le moje las botas, él sale igual. “Nadie lo obliga. Le nace. Es feliz así”, insiste su mamá.
Una de las imágenes más conmovedoras es la que lo muestra al lado de un fuego, rodeado de piedras, con el poncho envolviéndolo y la mirada tranquila. Ese día, cuenta Angie, estaba cuidando chivas recién nacidas, en plena temporada de parición. “No las podés dejar solas, se pierden. Entonces él se llevó el mate, pan, algo para comer, su encendedor, y cuando el frío apretó, prendió unas ramitas y calentó el agua”.
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Salir a guiar a los animales es tarea corriente. No le importa el frío. Ihan enfrenta cada día con una sonrisa.
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Así -con un esfuerzo que quizá no debería ser tan enorme- se organiza la jornada de un niño rural. En su alforja nunca faltan el pan casero, el mate y las ganas de dar una mano. No tiene tablet, ni juegos digitales, pero posee un mundo entero de sabiduría criolla que lo forma todos los días. Y también va a la escuela: “Le cuesta un poco ir, pero sabe que tiene que hacerlo. Cumple”, dice su mamá.
La vida cotidiana de un niño en zonas inhóspitas
El Alambrado es una zona fría, de altura, donde a veces la nieve queda a pocos metros del puesto. La familia debe salir a buscar leña antes de que llegue el invierno. Viven sin muchas comodidades, pero con una riqueza que pocos tienen: la conexión directa con la tierra, con los animales y con los ciclos de la naturaleza.
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Ir abrigado y a caballo, parte de la rutina de Ihan.
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Ihan es parte de ese mundo que parece salido de otros tiempos, pero sucede hoy, en Mendoza, en medio de un invierno que ya comienza a sentirse. Todavía queda gente que enfrenta las adversidades con poncho, un caballo y una sonrisa.