Historia

Resistió aislado en una selva y esperando instrucciones 29 años: no sabía que la guerra había terminado

Hiroo Onoda es un ejemplo único de resistencia y disciplina en medio de la selv, un soldado que, sin saberlo, llevó la Segunda Guerra Mundial hasta los años 70

La Segunda Guerra Mundial terminó oficialmente en 1945, pero para el soldado Hiroo Onoda la guerra nunca terminó. Destacado como un oficial de inteligencia del ejército japonés, Onoda fue enviado a la selva de Luzón, en Filipinas, con la misión de realizar operaciones de guerrilla y sabotaje.

Su instrucción era clara: no rendirse bajo ninguna circunstancia, sin importar lo que ocurriera en Japón. Fue así que se encargó de sobrevivir en medio de la selva durante 29 años para volver a su país luego de que la guerra fuera ganada.

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Resistió aislado en una selva y esperando instrucciones 29 años: no sabía que la guerra había terminado

Cuando Japón se rindió y la guerra llegó a su fin, Onoda no creyó que fuera cierto. Mensajes de radio, panfletos y avisos que anunciaban el fin del conflicto eran considerados propaganda enemiga. Convencido de que su deber era proteger su posición y continuar luchando, decidió permanecer en la selva, sobreviviendo con recursos locales, evitando enfrentamientos directos y llevando a cabo pequeñas incursiones de guerrilla.

Durante 29 años, Onoda vivió en condiciones extremas. Se alimentaba de frutos, pequeños animales y lo que podía conseguir en la selva. A veces entraba en contacto con pobladores locales, quienes intentaban convencerlo de que la guerra había terminado, pero él se mantenía firme, cumpliendo su juramento de nunca rendirse. Su disciplina y entrenamiento militar le permitieron sobrevivir, demostrando una resistencia física y mental casi sobrehumana.

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El soldado que no se rendía a pesar de la derrota

Fue en 1974, casi tres décadas después del final de la guerra, cuando un joven explorador japonés llamado Norio Suzuki logró localizarlo. Onoda se negó a rendirse hasta que su antiguo comandante viajó desde Japón para darle órdenes directas, confirmando que la guerra había terminado y liberándolo de su deber. Finalmente, el soldado que había luchado durante 29 años dejó la selva, convirtiéndose en un símbolo de lealtad, disciplina y dedicación extrema, aunque también en un ejemplo de cómo el deber puede extenderse más allá de la razón y del tiempo.

La historia de Hiroo Onoda nos recuerda la complejidad de la guerra y del compromiso personal. Su vida en la selva no solo fue un acto de obediencia, sino también de supervivencia y perseverancia, enfrentando peligros constantes y un aislamiento total. Al regresar a Japón, se encontró con un mundo completamente transformado, muy distinto del que había dejado.

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