Algunas supersticiones están muy arraigadas en la sociedad, ya sea por su fuerte creencia o simbolismo de que si hacemos tal o cual cosa, nos traerá mala suerte. Una de ellas es la fuerte creencia que si nos pasamos la sal de mano en mano nos traerá mala suerte. ¿A qué se debe?
La creencia de que derramar sal o pasar el salero directamente de mano en mano trae mala suerte aún persiste en muchas culturas del mundo. Aunque suele verse como una superstición más, su origen está lejos de vincularse con un simple augurio: responde a un contexto histórico en el que la sal tenía un valor fundamental.
En la antigüedad, la sal fue un recurso esencial para la supervivencia. No solo servía para condimentar, sino que era indispensable para conservar alimentos antes de la existencia de la refrigeración.
Su importancia era tal que en la Roma antigua formó parte del pago que recibían los soldados. De ese uso proviene el término salarium, que con el tiempo derivó en la palabra “salario”. Perder sal no era un accidente menor: significaba desperdiciar un bien escaso y valioso.
Con ese contexto, se entiende por qué la idea del “mal augurio” quedó asociada al gesto. Derramar sal implicaba una pérdida concreta, algo que podía generar tensiones dentro del hogar o entre quienes la compartían.
Esa carga negativa se transmitió a lo largo de los siglos y se transformó en la superstición que todavía hoy se mantiene viva en gestos automáticos, como tirar sal por encima del hombro o evitar entregarla en la mano.
Historia de una superstición
En épocas donde la sal era un bien costoso, volcarla podía considerarse una falta o un acto de descuido que afectaba a todos los que dependían de ella. Además, al ser un recurso compartido, un derrame generaba dudas sobre quién era el responsable, lo que aumentaba la incomodidad o el conflicto.
De esa combinación de tensión y pérdida surgió la idea de que el gesto traía consecuencias desafortunadas.
Algo parecido ocurrió con la costumbre de pasar el salero de mano en mano. En ciertas tradiciones europeas se creía que ese contacto directo podía “romper la amistad” o atraer discordias.
Por eso, aún hoy, muchas personas prefieren dejar el salero sobre la mesa para que el otro lo tome, evitando cualquier riesgo simbólico.
A pesar de que estas prácticas sobreviven como parte del imaginario colectivo, no existe evidencia científica ni lógica que respalde que influyan en la suerte. Lo que en su momento fue una alerta ante la pérdida de un recurso valioso, terminó cristalizándose en supersticiones que seguimos repitiendo sin cuestionar su origen.
Fuente: a24.com




