La vida es dinámica, como un río. Quien piense que siempre tendrá aguas calmas, se equivoca, habrá remolinos y hasta saltos -o cataratas-. Pero cada obstáculo no está ahí para complicarnos la vida por algún ignoto castigo, si no para dejarnos una lección y fortalecernos como personas. Así sucedió con el cordobés Pablo Giesenow, quien en el 2015 perdió ambas piernas en un accidente de auto, pero ganó un par de alas para su alma, y despertó a un guerrero en su corazón. El deporte le salvó la vida dos veces, y ahora quiere llevar ese mensaje a otros amputados o discapacitados y defender sus derechos.
Te puede interesar: Ángel de Brito y Beto Casella pidieron que se les pague los que se les debe
Pablo es abogado, diplomado en Gerencia Empresaria, consultor de Empresas y ONG, y ahora dedica la mitad de sus horas a ayudar a quienes han tenido que pasar por el mismo trance, de sufrir una amputación o alguna discapacidad. ¿Cómo lo hace? -demostrando con el ejemplo que la vida sigue y que los impedimentos están solo en nuestra mente.
Defender derechos del discapacitado
Pablo visitó Mendoza junto a su amigos Martín y Álvaro, para pasear por esta ciudad "que me encanta", como confiesa Pablo, pero fundamentalmente para contactarse con la Defensoría de Personas con Discapacidad. "Esto en Córdoba no existe como órgano extra poder, y he venido a chusmear para ver de implementarlo allá y poder defender los derechos de los discapacitados", dijo.
"Me reuní con el defensor, Juan Carlos González Olsina, y con Andrea Cecilia Mohammad para ver cómo se trabaja. La idea es aprender de sus experiencias y sacar cosas positivas para aplicar en Córdoba", dijo Giesenow, y agregó: "Córdoba es una ciudad hostil con quien usa silla de ruedas. No hay rampas o están tapadas por autos estacionados, o los taxistas no nos quieren llevar".
Ayuda a través del deporte
A partir del accidente ocurrido el 22 de enero del 2015 cuando viajaba desde su Docta natal hacia Santa Cruz, sobre la Ruta Nacional 35, su vida cambió para siempre. Sólo cambió, no empeoró.
Entre la localidad de Winifreda y Santa Rosa, en La Pampa, su auto dio contra el guardarrail, y este se metió por la puerta del acompañante, seccionándole ambas piernas, por debajo de las rodillas. Allí el deporte le salvó la vida por primera vez.
"Cuando tuve el accidente perdí cuatro litros de sangre. En esa época yo jugaba al fútbol -amateur- lo que hago desde que tenía ocho años, y el médico me dijo que gracias a mi condición física había salvado mi vida", recordó sobre aquel accidente crucial, y agregó: "Le doy mucho valor al deporte, ayuda para la vida diaria", dijo el joven que dedicaba más de diez horas a su profesión de abogado.
Tras el accidente y en plena juventud, supuestamente limitado en su motricidad, es que compró unas prótesis modernas -cuestan al rededor de 300 mil pesos cada una- y estas se transformaron en sus compañeras incondicionales de aventuras. Dejó el fútbol, comenzó a ejercer su profesión de 7 a 18, y de ahí, a entrenar el resto de la jornada. Así sumó el running, el tenis adaptado, triatlón, remo, ciclismo, y hasta el andinismo. El deporte le salvó la vida por segunda vez.
Apenas 3 años después del accidente, estuvo junto a Julián Weich y otras figuras conocidas en el Summit Aconcagua 2018. Participó en febrero de 2018 de la expedición al Aconcagua integrada por 11 deportistas que hicieron del deporte una herramienta de superación.
"Trato de ayudar mucho a los que se han accidentado y no pueden superar el choque de verse así. Siempre hago lo mismo. Voy de pantalones cortos y después a entrenar. Les muestro que hago una vida sin impedimentos. Busco desdramatizar y hasta hacemos bromas", explica Pablo sobre su apoyo moral a los accidentados y amputados.