Si hay un libro que sirve para introducir al lector lego en los asuntos del mar, ese es el Moby Dick de Herman Melville, y la acción inicial y el punto de salida para la gran aventura fue el muy marinero puerto de Nantucket, en Massachusetts, donde el autor lo ponía como centro de la actividad ballenera del siglo XIX.
Te puede interesar Once contagios en Mendoza: el yerno del camionero es ahora el foco de la investigación
En la actualidad, cuando se habla de la máxima negociación comercial en la actividad de la pesca del langostino de nuestro país, nadie podrá imaginar que la acción se ideó en Tunuyán, en el corazón del Valle de Uco, en la montañesa Mendoza. Quien logró esto fue el joven empresario de 39 años Osvaldo Anzorena, quien debió trabajar como albañil para pagar sus estudios, y hoy es un pope del comercio internacional.
La negociación ha sido considerada por los especialistas como la “más grande en los últimos diez años”. Se trata de la fusión de del Grupo Conarpesa e Inversores Prisco S.A. para llevar la pesca del cotizado crustáceo a los grandes mercados mundiales.
“Conarpesa es una empresa argentina, con capitales españoles, que maneja el gran porcentaje del PBI local. Es las más grande y la que tiene mayor porcentaje de extracción (de langostinos). Ellos nacieron con la especialización en langostinos, derivó algunos negocios en el calamar, pero éste es un negocio muy fluctuable", explicó el tunuyanino sobre uno de los protagonistas de la gran negociación, siendo el otro la ilustre familia Wong, de Perú, representando a Prisco.
Quién es Osvaldo Anzorena
El hombre que pone a la valletana ciudad de Tunuyán como el epicentro de las negociaciones de productos de mar siempre fue un apasionado en el tema comercio. "A los 9 años ya leía tratados comerciales, era algo que me apasionaba", explicó Osvaldo Anzorena, quien estudió en la escuela de comercio de su ciudad natal -la Pío XII-, luego inició su carrera universitaria en la Universidad Champagnat, pero los avatares económicos del 2.000 lo obligaron a cambiar horizontes. "Mis viejos me dijeron que ya no me podían pagar los estudios y que tenía que volver al pueblo".
"Pero yo ya tenía sed de mundo, y logré viajar a Italia para estudiar y trabajar", continuó contando Anzorena sobre los comienzos de su exitosa carrera en el mundo del comercio internacional, que tuvieron como punto de lanzamiento a la Universidad de Údine, en Italia.
"Yo nací acá en Tunuyán, luego me fui a vivir a Italia, donde encontré un vacío que había en el mercado, y era cuando una empresa necesitaba buscar recursos o materias primas en otros países debían derivar de sus estructuras a gerentes, duplicarles sus sueldos y mandarlos al extranjero", detalló Osvaldo, papá de tres hijos. Luego continuó: "Yo tengo el perfil como para venir de Italia a Sudamérica a buscar materias primas, cobrando una comisión. Y así empieza mi actividad; me transformé como en un asesor de empresas donde había biomasas que tenían excedentes".
Comencé a trabajar primero con la anchoa del Pacífico -Engraulis ringens-, de baja calidad y que tiene como principal destino la harina (de pescado) en Chile. Eso me lo llevé a Sicilia, con un agente muy experto en el tema, llamada Barna y creamos un mercado en todos los supermercados europeos. O sea, vamos generando mercados, acorde a las biomasas", arrancó hablando sobre su inicio en la actividad.
Consultado sobre el producto nacional a exportar a los grandes mercados, Osvaldo dijo: "La producción argentina se ha derivado al langostino en sus principales armadores, por la rentabilidad, que, si bien ahora es mínima, es la única que está generando alguna ganancia. Esto es como cuando a algún productor le va bien con el maíz, todos plantan maíz; como pasó también con la soja", dijo Anzorena, para agregar: "Pescar un kilo de merluza o un kilo de langostino es el mismo gasto para un barco, y la merluza puede llegar a valer 3,45 dólares, y el langostino 8 dólares, por eso se prefiere ir a pescar langostinos".
El comienzo de una pasión marina
"Yo estaba estudiando economía en Italia, y quería generar un acuerdo entre las partes empresariales argentinas e italianas. Siempre me fascinó el comercio exterior. Pero de los tres productos que me nombraron en Italia y que no se comercializaban con Italia, desconocía sólo uno, que era el gamberetto, langostino en italiano. Como no lo conocía, investigué mucho, comencé a generar contactos, tenía 22 años, y un amigo me dijo que había una feria internacional en Bélgica, de pesca solamente. Junté un poco de plata que tenía, me compré un traje y me fui a la feria", recordó el emprendedor, que trabaja por su propia cuenta.
"Era un mundo alucinante para mí. Había 3.000 expositores de todas partes del mundo, y uno como mendocino, y al estar acostumbrado a la montaña, le atrae mucho el mar. Vemos un barco y nos impacta, como a los del mar les impacta la montaña", confesó Anzorena en la continuidad de su relato.
"En esa feria, donde fui con muy pocos recursos, porque yo había ido a estudiar y tenía que trabajar. Allí unas personas me contactan con un director español –del grupo Pescanova- éste me pregunta qué vendía, y yo de inmediato le dije –como argentino- “¡lo que necesités!”. Cuando termino la reunión, donde me pedía un calamar, que se llama Dosidicus gigas, que es de Perú, donde tienen un gran excedente de este, era una plaga en el Pacífico", manifestó el tunuyanino, seguir: "Me voy al stand de los peruanos, dentro de la misma feria, para averiguar que era el bicho este. Lo peruanos, muy amablemente me explicaron y me dijeron, que, al ser casi una peste en el mar, tenían disponible. De ahí me fui al stand de los españoles, me reciben la oferta, y a los dos días les vendo dos contenedores", recordó Osvaldo sobre el momento sublime de su primer gran negocio.