Cuando se piensa en Argentina, el mate suele ser la primera bebida que viene a la mente. Sin embargo, aunque es una parte esencial de su cultura, sorprendentemente no ostenta el título oficial de bebida nacional.
Cuando se piensa en Argentina, el mate suele ser la primera bebida que viene a la mente. Sin embargo, aunque es una parte esencial de su cultura, sorprendentemente no ostenta el título oficial de bebida nacional.
Ese honor recae en otra bebida que también tiene una conexión profunda con la identidad argentina y un papel central en su historia. Te contamos de que bebida se trata y cómo se transformo en parte central de la cultura.
Se trata del vino. Su origen en el país se remonta al siglo XVI, cuando los colonizadores españoles trajeron las primeras semillas que prosperaron en las diversas regiones argentinas. Con el tiempo, esta bebida se integró en la vida diaria y se convirtió en un símbolo de reuniones familiares, celebraciones y de la gastronomía tradicional.
El Malbec, una variedad que encontró en Argentina su mejor expresión, es uno de los emblemas de esta bebida. Sus características únicas, como su intensidad aromática y su equilibrio, la posicionaron como un ícono que ha ganado reconocimiento internacional, destacando a Argentina como referente mundial en su producción.
En 2010, la relevancia cultural y económica de esta bebida fue formalmente reconocida mediante una ley que la declaró oficialmente la bebida nacional de Argentina. Desde ese momento, se transformó en un verdadero motivo de orgullo para los argentinos, al mismo tiempo que funciona como un vínculo que conecta al país con el resto del mundo a través de su calidad y prestigio internacional.
Si bien el mate continúa siendo una parte fundamental de la vida diaria y las costumbres argentinas, esta bebida es la que oficialmente representa al país, consolidándose como un símbolo profundo de identidad, tradición y patrimonio cultural que une a los argentinos dentro y fuera de sus fronteras.