Embed - Alexis y su papá cruzando el río Grande
Hoy, con alrededor de cien metros de cable, el viaje dura unos cinco minutos. El cajón de madera, que parece una jaula improvisada, es la única manera de cruzar el río para los vecinos de Portezuelo, ya que el puente más cercano está a 20 kilómetros.
mateo portezuelo del viento
Mateo ama su tierra y el cajón que lo transporta con frecuencia desde Portezuelo del Viento.
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“Toda la vida, desde que tengo memoria, el papá, el abuelo y el bisabuelo de Mateo cruzaron por acá —cuenta Tatiana, la mamá de Mateo—. Mi suegro incluso hizo construir esta jaula que hoy usamos. Antes era mucho más precario, ahora al menos es más seguro, pero sigue siendo un esfuerzo enorme y un riesgo”, dice.
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La "jaula" en la que cruzan el río.
La jaula no solo transporta personas. También cruza chivos vivos y forraje para los animales, por eso el nombre jaula. En estas latitudes, todo lo que necesita el puesto debe atravesar el río por este sistema. Desde víveres hasta ganado, nada escapa a este singular paso.
De generación en generación y Mateo en el cajón de madera o “jaula”
Alexis González, papá de Mateo, nació y creció en Portezuelo del Viento. Su historia está estrechamente ligada a la jaula y al río. Su abuelo cruzaba siendo apenas un bebé, su madre Valentina lo hizo también, y ahora su hijo pequeño continúa con la tradición.
La antigua plancha por donde cruzaba el bisabuelo de mateo Cipriano Vazquez
La antigua plancha por donde cruzaba el bisabuelo de Mateo, Cipriano Vázquez. Hoy el sistema sigue siendo precario pero menos peligroso.
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“Mateo tiene un mes cuando lo cruzamos por primera vez —dice Tatiana—. Para él ya es natural, aunque es un poco peligroso. Yo no sé manejar la jaula, siempre tiene que venir mi marido o alguien de la familia que sabe cómo hacerlo sin accidentes”, señala.
Embed - Mateo, su papá y su abuelo junto a las cabras en Portezuelo
Alexis tiene 25 años, y a pesar de que la modernidad avanza en otros rincones del país, él sigue viviendo la vida del campo, alejado de la ciudad, en contacto permanente con la naturaleza. Aquí, la vida tiene otro ritmo, otro color.
La vida de campo tan diferente: cruzar un río en un cajón de madera
Para Mateo, la vida en Portezuelo es un mundo lleno de libertad y aventuras. Rodeado de animales, tiene espacio para correr, jugar y aprender a ser un futuro gaucho. Le encanta andar a caballo y disfruta la tranquilidad que ofrece este lugar alejado del bullicio urbano.
Mateo junto a su bisabuelo fallecido cipriano cuarta generacion que cruza en el cajon en p
Mateo y Cipriano, que falleció a los 89 años. Cuatro generaciones que cruzaron el río, en Portezuelo.
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“Tiene animales, no hay peligro de que salga a la calle —explica Tatiana—. Le encanta la vida del campo y dice que quiere una guitarra de regalo para cantar con su tata”.
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Mateo vive en Portezuelo del Viento y su infancia es libre y feliz.
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"Mateo en un niño muy cariñoso y se hace querer mucho. Se ha criado entre pura gente grande porque es el más chiquito de la familia y le hemos enseñado a respetar a los adultos", señala la mamá.
Pero no todo es fácil. Las distancias son grandes y el acceso a servicios es limitado. Para llegar a Malargüe, el pueblo más cercano, deben planificar bien, porque solo una vez por semana pasa el colectivo que conecta Portezuelo con la ciudad.
“El río hay que cruzarlo cada tres días, o a veces una vez por semana. Cuando vamos a Malargüe, hacemos un pedido grande porque no podemos estar yendo seguido. Es un sacrificio, pero así es la vida en el campo,” relata Tatiana.
El esfuerzo del campo y cruzar el río con un cajón de madera
Para cruzar, primero deben salir a caballo hasta el punto donde está la jaula. Allí, suben al cajón de madera, que cuelga de un cable tenso sobre el río. Activan un sistema de polea que requiere fuerza física, porque no hay motor ni electricidad que ayude. Es un trabajo manual, exigente, que solo quienes saben manejar la jaula pueden hacer sin riesgo.
“Hay que tener mucho cuidado —advierte Tatiana—. Mucha gente ha tenido accidentes, incluso cortándose los dedos. Yo no manejo la jaula, por eso siempre cruzamos con mi marido o algún familiar”.
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Mateo y sus padres, Alexis y Tatiana.
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Este esfuerzo físico refleja la dureza y la belleza de una vida que se mantiene a pesar de las dificultades. La jaula, aunque precaria, es símbolo de la tenacidad de estas familias que no se rinden y siguen adelante.
Portezuelo del Viento, un futuro con esperanza y energía
El proyecto de la represa Portezuelo del Viento es una realidad cercana que promete cambiar esta vida. Ubicada justo donde cruza el río, la obra aportará un gran impulso al sistema energético nacional y, según la familia González, traerá beneficios concretos para la comunidad.
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Mateo vive a orillas del río Grande, en Portezuelo del Viento.
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“Estamos a favor, porque con la represa podríamos llegar al puesto en vehículo —cuenta Tatiana—. Ahora tenemos que caminar unos 600 metros desde la jaula hasta la casa. Si se hace el dique, todo mejorará para nuestros hijos”.
Por ahora, el papá y el abuelo de Mateo se dedican a ser puesteros, criando animales, mientras la mamá y la abuela se encargan de las tareas del hogar. Es una vida en equipo, donde cada uno cumple un rol fundamental para sostener la familia.
Mateo, símbolo de una infancia distinta
Mateo adora cruzar en el cajón. Adora el campo y los animales y crece en un entorno diferente, más simple y a la vez más complejo. Su historia es la de miles de niños que viven en lugares remotos y que, por supuesto, deben aplicar la creatividad y la valentía.
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Desfilando en cercanías de su puesto, en Portezuelo del Viento. Mateo y su papá.
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Este pequeño niño, que ya desde su primer mes de vida cruzaba el río en la jaula, es el reflejo de una comunidad que no olvida sus raíces, que honra su pasado y mira al futuro con esperanza.