Pero además de la historia está el presente. Y Alberdi, en estos días, ha quedado bajo los reflectores de la atención mediática y política por ser uno de los próceres favoritos del presidente Javier Milei.
María Victoria Baratta (San Isidro, 1982), historiadora e investigadora del Conicet, ponderó cada uno de estos elementos en juego a la hora de publicar Alberdi, su documentado aporte para una nueva biografía del referente patrio.
Además del rigor historiográfico, Baratta puso especial empeño en mostrar las distintas facetas del tucumano, tanto en sus rasgos simplemente humanos como en sus laberintos intelectuales, que son profusos y, muchas veces, contradictorios.
Asuntos, todos, de gran interés, expuestos en este diálogo para el programa La Conversación de Radio Nihuil.
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María Victoria Baratta, investigadora del Conicet.
-María, tu libro tiene un arranque muy atractivo para nosotros porque has elegido hacerlo a través de la Cordillera de los Andes, pasando por Mendoza, para relatar cómo Alberdi le envía, desde Valparaíso, la primera edición de las Bases al entonces presidente Urquiza.
-Sí, exactamente. Fue un dato que me llamó la atención, porque otros biógrafos lo mencionaban, pero sin dar detalles.
-Un dato no menor, dado el contexto.
-Me interesó, en verdad, que las bases de la Constitución hubieran cruzado los Andes a mula, como San Martín. Entonces empecé a buscar artículos que reconstruyeran bien el camino por la cordillera en esa época. Y también me ayudó una historiadora de Mendoza, Beatriz Bragoni, que no es colega; es una profesora para mí, una maestra total.
-¿Qué carácter le diste a esa reconstrucción?
-Es ficción, porque yo no sé si exactamente fue así como lo cuento. Pero es una ficción hecha sobre la realidad, porque, efectivamente, las Bases cruzaron los Andes a mula y les llegaron a Urquiza, que estaba en Buenos Aires en ese momento, dos meses y medio después, con esta parada en el correo en Mendoza.
-Y, de paso, a nosotros, aquí en la provincia, nos metés en una historia grande desde el comienzo.
-A mí me gustó empezarlo de esa manera más literaria, entre comillas, porque tampoco soy una escritora de ficción.
-Por otra parte, la anécdota nos da una cabal noción de cuánto implicaba moverse en aquellos tiempos. El mismo Alberdi toma nota de eso porque, en el transcurso de su vida, pasa de viajar en carreta al ferrocarril, a los barcos a vapor, al incesante desarrollo de la sociedad industrial.
-Sí, el libro también trata de mostrar, a través de la vida de Alberdi, cómo todos estos cambios técnicos cambiaban la vida de las personas, la percepción del tiempo, del espacio.
-Un asunto no menor para él.
-Hay un pasaje muy impactante que él escribe sobre la primera vez que se toma un ferrocarril en Inglaterra y lo maravillado que está. Del mismo modo, la primera vez que viene de su Tucumán natal a Buenos Aires, lo hace en carreta. Y hacia el final de su vida, Avellaneda lo invita a volver a Tucumán en ferrocarril. Al final no va, pero todo fue cambiando, sí.
-Esto es importante porque, como vos subrayás a lo largo de todo el libro, él apostaba fuertemente a la industria, al comercio, al desarrollo de la economía y a la explotación de la riqueza.
-La verdad es que él, por un lado, a partir de las Bases, está queriendo, de alguna manera, construir un nuevo Estado.
-Con características muy marcadas.
-Es un Estado que debería tener una injerencia más bien mínima sobre la economía. También, aunque no tuvo una educación formal de economista, en el texto complementario a las Bases, que es el Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, según su Constitución de 1853, están en detalle todas estas ideas de progreso económico, de atraer capitales extranjeros, de desarrollar la industria, el comercio, el ferrocarril, en el país que él anhelaba.
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Alberdi, de María Victoria Baratta.
-Otro aspecto muy valioso de tu libro es ponderar la obra de un hombre que tuvo una producción ingente. Lo único que hizo en su vida fue escribir. Así pues, el presidente Milei hace suyo el Alberdi que le conviene, pero la oposición hace otro tanto para refutarlo. Vos hacés un gran esfuerzo para equilibrar la cosa, para mostrar todos los Alberdi posibles.
-Totalmente. Eso siempre fue un poco así. Creo que a Milei le interesa bastante hacer su propio relato histórico, al kirchnerismo también. Quizás a Macri fue al que menos lo atrajo todo este tema de la historia. Pero, bueno, mal o bien, es el trabajo de ellos.
-¿Y vos cómo te movés en esas aguas turbulentas?
-Yo ya aprendí, casi, a no escandalizarme (sonríe). Pero mi trabajo es otro.
-¿Desde dónde arrancaste, en este caso?
-Yo recibo la invitación para escribir este libro motivado por el interés que hay por Alberdi a partir de la reivindicación que hace el presidente Milei. Pero, como historiadora, y con la formación que tengo también como docente, porque yo enseño sobre Alberdi, me es imposible no aplicar la rigurosidad más académica o científica para tratar de mostrar, sí, todos los Alberdi.
-Que, como decíamos, son un montón.
-Efectivamente, Alberdi no pensó siempre de la misma manera. Eso es muy significativo en su obra, en su pensamiento. Pero, además, el libro también da cuenta un poco de quiénes discutieron después sobre él, o sea, colegas míos, profesores, etcétera.
-Es muy llamativa la cantidad y variedad de nombres que se ponen sobre el tapete.
-Porque no solo es que él cambió de opinión, sino que hay debates sobre su mismo pensamiento.
-Debates que, dada la situación política actual, se han reavivado, ¿no?
-Claro. Hay muchos de esos debates que menciono explícitamente. Yo no tengo una formación jurídica como para ir más allá. Sin embargo, los digo.
-Algunos alcanzan un peso muy significativo.
-Hay uno, por ejemplo, que desconocía, porque yo tomo como válido que las Bases son una inspiración para la Constitución. Sin embargo, hay un debate entre juristas en donde algunos dicen que no, que la Constitución Nacional no está inspirada en las Bases. Yo doy cuenta de eso.
-Menuda tarea la tuya.
-Es que hay varios Alberdi. El Alberdi más jurídico, el más economista, al que yo menciono, pero, digamos, hago más hincapié en los debates históricos en los que estoy más formada. Uno tiene que elegir también, los libros no pueden ser infinitos; poseen una duración y cada uno tiene que elegir sus batallas.
-Queda muy bien explicitado en tu trabajo.
-En resumen, sin dejar de reconocer que el Alberdi liberal, el inspirador de la Constitución, es el que posiblemente tenga un legado más fuerte, me interesaba mostrar que hubo otros Alberdi no menos importantes en su época.
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"Hay varios Alberdi", dice María Victoria.
-En esos duelos que se libraban, intelectualmente, a campo abierto, hay uno que muestra la temperatura que alcanzaban los debates jurídicos y es su encontronazo, nada menos, que con Vélez Sarsfield. Son peleas de gigantes.
-Sí, sí, esa es muy fuerte. Él lo acusa a Vélez Sarsfield de estar manejado por los brasileños, de haberles copiado el Código Civil. Y Vélez le dice que él no sabe nada de leyes, que la Constitución no es la que debiera ser para este país. También hay un capítulo entero sobre la discusión y la pelea que tiene con Sarmiento.
-Fue un duelo memorable.
-Para Alberdi duró prácticamente la mitad de su vida y se extendió, incluso, hasta después de muerto. El encono de ellos dos era muy grande. También en el caso de Mitre.
-¿Y esto por qué?
-En parte porque él no regresa a la Argentina una vez que cae el rosismo. Es decir, una vez que cayó Rosas, él podría haber vuelto, su vida no estaba en peligro. Urquiza se lo solicita por favor; le ofrece que sea, incluso, su ministro de Economía. Pero él se niega.
-¿Alegando qué razones?
-Un poco es por la animosidad que tenían todos estos otros políticos, que también se asumían como liberales como él, pero que estaban profundamente enemistados.
-Para descifrar todos estos conflictos personales hay que entender la parte historiográfica, pero también la cuestión emotiva. Sarmiento, por ejemplo, era un tipo jodido. Vos citás a una de tus fuentes que describe la pelea entre Sarmiento y Alberdi como la de un oso contra un esgrimista. Es muy buena esa figura.
-Sí, se trata de Oscar Terán, que ya falleció. Era un filósofo, un profesor muy importante, titular de Pensamiento Argentino y Latinoamericano, de la camada de Beatriz Sarlo. Lo decía en sus clases.
-Este tipo de contrastes enriquecen la perspectiva de los personajes en cuestión.
-Una de las cosas que me propuse, lo cual es muy difícil porque Alberdi no era muy explícito con sus emociones, fue tratar de reconstruir su personalidad, su mundo emocional. Y sí, se nota que era una persona mucho más mesurada al expresarse que Sarmiento, mucho más calculada.
-Por eso lo del esgrimista...
-Su manera de polemizar es más con argumentos. A veces, igual los dos se tiran con descalificaciones; sobre todo, Sarmiento. En ese sentido diría que, si bien Milei admira mucho a Alberdi, tiene un estilo más sarmientino.
-Gran justeza en la apreciación.
-Hablo de solo el estilo. No estoy diciendo que Milei sea comparable a Sarmiento ni a Alberdi. En concreto, su estilo es más pasional y más desbocado, más como el de Sarmiento.
-¿Pero cuán profundas eran las desavenencias entre Alberdi y Sarmiento?
-Había una diferencia más en el estilo y en las posturas partidarias que, por ahí, en la idea que tenían del proyecto de nación. En esto era similar lo que pensaban.
-Por eso mismo es muy buena la estampa que te has inventado. Es decir, terminás comparando al oso con el león, a Sarmiento con Milei, dos sanguíneos.
-Sí, sí, salvando las distancias. Me acuerdo de que en una nota me pusieron que Milei era más sarmientino y había gente que me decía: ¡¡cómo los vas a comparar!! Y no. No estoy diciendo que son comparables, sino que, entre esos estilos en pugna, se parece más al de uno que al del otro, ¿no? Pero nada más, obviamente. Hasta ahí llegamos.
-Alberdi se movió todo el tiempo en tierra de próceres. Ya desde chiquito conoció personalmente a Belgrano en su Tucumán natal, lo conoció a San Martín en Francia, a Rosas en Inglaterra, se peleó mano a mano con Mitre y con Sarmiento. Muchos de ellos tienen sus feriados conmemorativos, pero él no. ¿Por qué, siendo uno de los padres de la patria?
-En parte, por su enemistad con Mitre.
-¿Cuánto pesa la figura de Mitre este punto?
-Mitre es el primer historiador de la Argentina, el que, de alguna manera, crea las figuras históricas de San Martín y de Belgrano. En parte por eso y en parte porque Alberdi no era militar.
-Es cierto. El no ser militar te baja el precio como héroe.
-Eso es algo muy característico de él y muy distinto a todos estos hombres del siglo XIX. Y le valió que le dijeran que era un cobarde. Además, hay una parte del liberalismo, que es la que escribe la historia y está enemistada con él, que no lo ensalza ni le hace un feriado. Y para la otra fracción política, o sea, el peronismo, la izquierda, Alberdi es un personaje bastante incómodo.
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Para el peronismo y la izquierda, Alberdi es un personaje incómodo, asegura Baratta.
-¿Cuál es el grado de incomodidad?
-Hay unas partecitas que rescatan, que son importantes en su pensamiento, pero que no constituyen lo suficiente como para que sea alguien a quien le harían un feriado. Tampoco sé, la verdad, si se merece o no un feriado.
-¿No!
-¿Quién merece más un feriado? También es verdad que en Argentina hay muchos feriados necrológicos. Uno podría discutir si por ahí es mejor poner los feriados el día de la muerte de los próceres o en otro momento. Pero, bueno, evidentemente no le convino a nadie.
-Y había otras excusas, además.
-Es que el día de la Constitución Nacional también es el Día del Trabajador. Hay una serie de problemas ahí. El día que fallece Alberdi está muy cercano al día del fallecimiento de Manuel Belgrano y ahora al de Güemes también, que es otro feriado. Entonces, se complica.
-Demasiado rollo.
-Yo creo que hay una cosa respecto de lo militar, como decíamos, si te fijás. Un poco de todo. Y quizás algunos dirán que no lo merece porque su contribución al país no fue tan importante como la de otros. Se puede hacer otro libro sobre eso.
-Convengamos que Mitre tampoco tiene su feriado.
-No, él es el historiador. Es el que escribió la historia. También ahí podríamos pensar si lo vale o no. Por lo menos tiene un ferrocarril. Digamos, tiene más cosas a su nombre en el espacio público.
-E, igualmente, lo rodean algunas discusiones.
-Es muy polémico lo de Mitre. Sobre todo, a partir de la guerra del Paraguay. Después, en el país se eclipsa bastante su figura política. Pasa un poco como con Roca, también, ¿no?
-¿Hay algún prócer argentino, considerado oficialmente como tal, que no haya sido militar?
-Bueno... Alberdi.
-Pero, como decíamos, no lo tenemos en el santoral.
-No sé ahora cómo está el Salón de los Próceres. Debería releer la lista de Milei. También podríamos discutir qué es un prócer; si es algo a nivel ético, si es algo a nivel militar; si está bueno pensar en términos de próceres o, mejor, en términos de figuras históricas destacadas. Pero el que se me viene más a la mente es Alberdi.
-Buenas preguntas todas esas que tiraste. No suelen estar puestas sobre la mesa.
-Y después, faltan un poco figuras femeninas que no tengan que ver con lo militar. Sí está Mariquita Sánchez de Thompson. Podría estar también Juana Manso, que tiene mucho que ver con lo educativo. Y, sin embargo, por ahí las que más se nombran tuvieron más incidencia en la guerra como Juana Azurduy o Remedios del Valle. Hay algo del siglo XIX y la guerra que es muy fuerte.
-Vos mencionabas la cortedad emocional de Alberdi. Puntualizás muy concretamente cómo tuvo una relación muy lejana con su hijo Manuel, a quien ni siquiera reconocía como suyo. Pero todos estos grandes hombres de la época eran parecidos, empezando por Belgrano, que hizo lo propio con una hija y un hijo, San Martín y Bolívar se la pasaban haciendo la revolución por ahí, etcétera. No eran muy familieros.
-Tenés razón en lo que decís. Quizás Alberdi era más, como diríamos hoy, melancólico, depresivo, un poco más fóbico que otros de los considerados próceres. Ese es su distintivo.
-Sin embargo, como decíamos, parecían casi todos cortados por la misma tijera.
-Es verdad que, después, San Martín se lleva a Mercedes a Francia y todo lo que sigue. Pero, sí, son personajes con la libido muy puesta en sus carreras militares, políticas, en la tarea de libertar nuestro espacio rioplatense u otros espacios; o la tarea de construir un Estado nacional moderno.
-Más dados hacia el espacio externo que al entorno íntimo.
-Además el concepto de familia era un poco distinto. Estaban aquellas cuestiones como la de los hijos no reconocidos, por ejemplo. En eso Alberdi no es tan distinto, pero sí en cuanto a esta cosa de ir escapándose, de ser un ausente, de vivir casi toda su vida en el exilio sin nunca dejar de intervenir en la política local. Eso lo define a Alberdi, a diferencia de los otros, que también, por ahí, tenían conductas que hoy consideraríamos abandónicas.
-Él admite, sin embargo, que era muy enamoradizo, medio donjuanesco. Le iba bien con las mujeres, pero no terminó cuajando una relación importante con ninguna.
-Hay una teoría, no me acuerdo si de Sebreli, que decía que, en realidad, Alberdi era homosexual. Es el mismo tipo de cosas que también se decían de Belgrano.
-¿Cuál fue tu constatación?
-La verdad, no encontré evidencia al respecto. Y no podría decir ni que sí ni que no.
-¿Qué tenemos, en definitiva?
-La evidencia que hay, en todo caso, es esto que decís. Parecería que él dejaba a las mujeres enamoradas por todos lados, que tuvo una relación fugaz con la que fue después la madre de su hijo Manuel, que de la mujer que más se enamoró fue en Montevideo.
-Una chica de origen chileno, esta última.
-Claro. Lastenia Videla era chilena, pero se queda en Montevideo. Él después se va a Europa y a Chile, y desde ahí le sigue mandando mensajes de amor y la ilusiona.
-Pero sin concretar.
-Eso duró hasta que los propios amigos de Alberdi le dicen: por favor, deje de ilusionar a esta pobre mujer, porque usted nunca se va a poner en los pantalones de esta relación, no la va a tomar seriamente.
-Muy precisos sus amigos.
-Evidentemente eso es lo que pasó, porque, mientras le escribe a Lastenia, supuestamente tiene relaciones en Chile con otras dos mujeres. Luego, en París se lo relaciona con una viuda, Ignacia Gómez de Cáneva. Para García Hamilton, que escribió una biografía suya en los noventa, también Alberdi tuvo alguna especie de relación sentimental con su ama de llaves (Angelina), que lo acompaña hasta su muerte.
-Una muy variada colección...
-No sé, en realidad, si esta imposibilidad de poder concretar alguna unión un poco más estable, responsable o seria con una mujer tiene que ver con algún tópico de la sexualidad o con el trauma de haber perdido a su madre a los pocos meses de su nacimiento a causa de complicaciones en el propio parto. Lamentablemente son esas cosas que implica estudiar a gente que vivió en el siglo XIX, que se nos pierden.
-Y no estaba Freud a mano, todavía, como para interpretarlos.
-Por eso yo tengo mucho cuidado en el libro sobre estos asuntos. Ahora bien, cuando él es joven y se pone muy triste porque viene de Tucumán, está huérfano y en el colegio de Buenos Aires lo tratan muy mal, el médico le diagnostica algo que hoy podríamos traducir como una fatiga o una depresión. Esos rasgos de una persona melancólica, aislada, un poquito evitativa, con miedo, con temor, se pueden ver.
-Llama mucho la atención, viniendo de un hombre de la talla de Alberdi, que en un momento le baje el precio a San Martín cuando menciona despectivamente que pasó con sus cañoncitos para el otro lado de la cordillera. Del mismo modo dice que, en definitiva, más que hacer la revolución, San Martín y Belgrano fueron hechos por la revolución.
-Eso es un poco, creo, para bajarle el precio a Mitre porque es quien glorifica primero en la historiografía a San Martín y a Belgrano. Por lo tanto, es como una forma, no tanto de pegarles a San Martín y a Belgrano, sino de deslegitimar la propia visión que escribe Mitre sobre la historia argentina y de legitimarse a sí mismo, señalando que la guerra es algo inconveniente, es algo bárbaro, atrasado.
-Esto es una constante en su ideario.
-Su planteo es que no se debería exaltar tanto a los héroes militares porque, finalmente, no es la gran cosa para él. Obviamente, es discutible. Pero viene por ahí el tema. Una manera de justificarse.
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-Por otro lado, nosotros glorificamos a Sarmiento como faro de la educación. Pero Alberdi apuntaba hacia otro lado. Decía que lo importante no era la escuela sino formar a la gente en la industria, en el comercio, en las cosas prácticas, para mover la actividad productiva y económica.
-Sí, es un tema muy curioso porque Alberdi dice eso, pero, en realidad él tuvo toda la educación formal de ir al colegio que hoy sería el Nacional de Buenos Aires, de ir a la universidad, de doctorarse en leyes. Además, era abogado. Es un intelectual antiintelectual, con una formación que no tuvo Sarmiento. Sarmiento es un autodidacta.
-¿Entonces, cómo lo tomamos?
-Alberdi es puramente un intelectual, pero que se desprecia a sí mismo y desprecia la labor intelectual. Dice que toda formación debería estar orientada al trabajo y que la escuela, lo sistematizado, no serviría mucho. Esa diferencia es muy marcada entre ellos, pero, bueno, en nuestro país obviamente se impone la visión de Sarmiento sobre el sistema educativo.
-Las corrientes progresistas suelen criticarle a Sarmiento la dicotomía civilización o barbarie. ¡Pero la postura de Alberdi es mucho peor! Tiene una muy pobre opinión sobre los pueblos originarios y los gauchos.
-En esa época casi todos tenían ese tipo de opiniones. No sé qué es el progresismo ya, teniendo en cuenta que el progresismo más peronista o kirchnerista, a su vez, reivindica a Rosas, que hizo una campaña contra los indígenas a quienes también consideraba de alguna manera como inferiores.
-Hay que reubicarse en aquel tiempo, ¿no?
-Son una marca de la época estos valores de civilización y barbarie, estos valores racistas, este menosprecio por el indígena. Si bien hay un pasaje en el que Alberdi rescata como cierta igualdad ante la ley en 1840, diez años después ya dice que el indígena no compone mundo. Y sí, tiene frases bastante fuertes.
-Es decir que ambos, en ese punto, van más o menos por el mismo lado.
-Quizás Sarmiento decía las cosas de una manera más brutal y Alberdi más académica, pero eran igual de shockeantes para nosotros. Hoy las veríamos, obviamente, como inaceptables, sobre todo con los indígenas en Argentina.
-Pero nos movemos con bastantes clichés, ¿no?
-Hay como una cierta indulgencia cuando se dice que Argentina es un país abierto a la inmigración multiculturalista. Bueno, sí, hay cosas que son verdad, pero también hubo un tema con los indígenas, así como en otros lados hubo un tema más fuerte con la población afrodescendiente, que está presente en la visión de estos pensadores. Es innegable.
-Con pocos matices.
-Quizás, por ahí, en un Belgrano. Pero nadie tenía derechos humanos en su cabeza todavía.