La postura que adoptamos cada día no solo es una cuestión de ergonomía o estética. Diversos estudios en psicología demuestran que el cuerpo funciona como un espejo de nuestras emociones. Caminar con los hombros caídos, la cabeza baja o encorvar la espalda suele asociarse con tristeza o ansiedad, mientras que una postura erguida transmite confianza y seguridad.
El poder del cuerpo sobre la mente
Investigaciones como las del psicólogo Johannes Michalak revelan que mantener una postura encorvada aumenta la tendencia a recordar experiencias negativas, mientras que una postura recta favorece recuerdos más equilibrados.
Este fenómeno se conoce como “embodiment”: la idea de que nuestras emociones no solo se generan en el cerebro, sino que están profundamente ligadas al cuerpo.
Cómo entrenar tu postura para mejorar emociones
La buena noticia es que podemos entrenar nuestra postura para influir en nuestro estado emocional. Adoptar posturas abiertas y expansivas, como levantar la barbilla y proyectar el pecho hacia adelante, puede aumentar la sensación de confianza y reducir el estrés.
Para mejorar tu postura, puedes:
- Practicar ejercicios de fortalecimiento y estiramiento.
- Mantener una buena ergonomía en el trabajo.
- Ser consciente de tu postura en tu vida diaria.
Además, una postura erguida facilita la respiración, mejora la oxigenación cerebral y disminuye la tensión muscular, impactando directamente en la regulación emocional.
Consecuencias de una mala postura
Una postura deteriorada no solo afecta la columna: puede provocar fatiga emocional, ansiedad y menor concentración. La psicología postural recomienda pequeños ajustes diarios, como mantener la espalda recta y los hombros relajados, para mejorar tanto la salud física como el bienestar emocional.
Si querés cuidar tu bienestar, empezá por tu cuerpo: corregí tu postura y descubrí cómo influye en tus emociones cada día






