Diversas investigaciones han demostrado que los pacientes con cáncer casados lidian mejor con esta dolencia que los solteros; sus tasas de supervivencia son mayores, y los que finalmente mueren a causa de esta enfermedad también aguantan más años que los que no tienen pareja. La clave estaría en el apoyo emocional que aporta la persona con la que se convive, que también suele insistir en que el enfermo se cuide y siga el tratamiento.
Un nuevo estudio publicado en la revista Cancer por especialistas de la Universidad de San Diego en California añade matices a este hecho. Sus autores han descubierto que el efecto positivo del matrimonio para la salud varía en función de la etnia y el origen, al menos en EE. UU. Los peor parados son los solteros blancos no hispanos, con una tasa de mortalidad por cáncer un 24 % mayor que la de sus equivalentes casados. Las solteras también sufren una mayor mortalidad que las casadas, pero la diferencia es menos significativa que entre los hombres: las mujeres blancas no hispanas tenían un incremento del 17 % respecto a sus homólogas casadas, un porcentaje que se reducía al 6 % entre las de origen asiático.
Según los investigadores, grupos étnicos como los hispanos o los asiáticos superan mejor el cáncer porque mantienen lazos familiares y de grupo que se han debilitado notablemente entre la población estadounidense anglosajona. De hecho, los datos indican que los emigrantes que abandonan su cultura y se asimilan más al modo de vida norteamericano tienen menos posibilidades de vencer a la enfermedad.
María Elena Martínez, directora del estudio, cree que "los oncólogos deberían tener en cuenta que la mortalidad a causa del cáncer es mayor entre los solteros; los médicos que tratan a estas personas deberían saber si suspacientes cuentan con alguien que pueda ayudarles física y emocionalmente durante el tratamiento. Sería lo mejor para paliar el evidente efecto negativo para la salud de vivir soltero".
En España, el número de personas que viven solas (solteros y viudos) se ha disparado en las últimas décadas. Uno de cada cuatro hogares es así, lo que supone el 24,8 % de la población (unos 4,5 millones de personas).