Un grupo interdisciplinario de científicos realizó un descubrimiento que le pone fin a un misterio milenario: la formación de dos lagos en lo alto del Sahara hace 9500 años. Estos persistieron hasta hace cerca de 4500 años, pero nunca se supo cómo se originaron.

Ahora, el estudio publicado en la revista especializada Nature Communications asegura tener la respuesta. Hace milenios, las montañas Tibesti, ubicadas en el Sahara Central, recibieron mucha lluvia hace 7500 años, durante el período Holoceno, lo que explica parte del fenómeno. Actualmente, en el área solo hay dos profundos cráteres secos.

Un descubrimiento profundo

Primero hay que explicar cómo saben los científicos que había lagos en estos cráteres: los registros sedimentarios de los cráteres Trou au Natron y Era Kohor deja en claro que en la zona hubo lagos de agua dulce. Y eran bastante profundos: el de Trou au Natron tenía 330 metros de hondo, mientras que el de Era Kohor, 130.

A pesar de que ahora el desierto del Sahara es uno de los lugares más secos del mundo, no siempre fue así. Durante años, se creyó que los monzones que azotaron el área fueron los que llevaron a lo que se conoce como el "Periodo Húmedo Africano". Pero este nuevo estudio indica que la elevación que representan en el terreno las montañas Tibesti podría ser la culpable.

lagos antiguis
El descubrimiento terminó con un misterio que se originó hace 9500 años.

El descubrimiento terminó con un misterio que se originó hace 9500 años.

Durante esa época, soplaban sobre la región vientos húmedos provenientes del Mediterráneo, que en las montañas se transformaban en violentas tormentas, con precipitaciones hasta 10 veces más grandes que las que se daban el las llanuras circundantes, remarcaron en el descubrimiento.

El autor principal, Philipp Hoelzmann, de la Universidad Libre de Berlín, explicó: "Nuestro estudio demuestra que el Mediterráneo, y no solo el monzón africano, desempeñó un papel crucial en el mantenimiento de los lagos de gran altitud en el Sahara".

Una última curiosidad es que, a pesar de que los lagos eran muy cercanos, el estar de lados opuestos de las montañas tuvo un efecto dramático en su comportamiento: el que recibió más agua, Trou au Natron, era casi tres veces más profundo que su contraparte.

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