La selva amazónica no es solo impresionante por su tamaño; su importancia es fundamental. Funciona como un regulador climático global, produce oxígeno, absorbe dióxido de carbono y mantiene el equilibrio de ecosistemas que afectan a todo el planeta Tierra. Además, sustenta a millones de personas, incluidos pueblos originarios que han vivido durante siglos en armonía con sus ríos, bosques y suelos fértiles.
El río Amazonas, el más largo del planeta Tierra
En medio de este gigante verde fluye un protagonista igualmente extraordinario: el río Amazonas, el más caudaloso y largo del planeta Tierra. Sus aguas transportan una cantidad de agua dulce tan inmensa que influye en el clima y en los océanos cercanos. Incluso posee un fenómeno natural sorprendente: la pororoca, olas gigantes que avanzan río arriba, contra la corriente, un espectáculo que combina fuerza y belleza y que solo se encuentra en este rincón único del planeta Tierra.
La selva amazónica y su río emblemático son símbolos de la riqueza y la vitalidad de la naturaleza. Cada árbol, cada criatura y cada ola que desafía la corriente nos recuerda la magnitud de un ecosistema que debemos proteger. Preservar la selva y el río Amazonas es más que un acto de cuidado ambiental: es garantizar la supervivencia de la vida tal como la conocemos.