Irán es principalmente un país persa, y no árabe. Su población está compuesta en su mayoría por persas, un grupo étnico con raíces que se remontan a miles de años antes de la expansión árabe. La civilización persa ha influido profundamente en la historia de Asia Central y el Medio Oriente, desarrollando una lengua, literatura y tradiciones que permanecen hasta hoy.
Uno de los elementos más evidentes de esta diferencia es el idioma oficial: el persa o farsi. A diferencia del árabe, que se habla en la mayoría de los países del Golfo y del norte de África, el farsi tiene su propio alfabeto adaptado del árabe y una estructura lingüística completamente diferente. La lengua persa ha sido la base de una rica tradición literaria, incluyendo poetas emblemáticos como Rumi, Hafez y Ferdowsi, cuya obra se distingue claramente de la literatura árabe.
La religión es otro factor que diferencia a Irán de las naciones árabes. Mientras que la mayoría de los países árabes practican el islam suní, Irán es predominantemente chií, lo que influye en sus costumbres, política y estructura religiosa. Esta diferencia sectaria ha sido determinante en la historia moderna y en la geopolítica de la región, marcando alianzas y conflictos con sus vecinos árabes.
Históricamente, Irán nunca fue parte del mundo árabe ni estuvo bajo la dominación árabe de manera significativa. El Imperio Persa, uno de los más antiguos y extensos de la historia, precedió a la expansión árabe y dejó un legado cultural, arquitectónico y científico que sigue siendo central en la identidad iraní. La influencia persa también se extendió a otros pueblos de Asia Central, dejando un impacto duradero en lengua, arte y administración.
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