Mónica Soloa paciente CUMID 9.jpg
Mónica describió el dolor como una noche eterna, de la que quien lo padece no puede liberarse.
Diario UNO / Cristián Lozano
►TE PUEDE INTERESAR: Amelia fue diagnosticada con leucemia y su hermana recién nacida se convirtió en su chaleco salvavidas
Pero para llegar a esto, padeció durante años, no sólo las consecuencias de los dolores insoportables que tenía en su cuerpo, sino la pesadilla burocrática en la que muchas veces se convierte el sistema de salud.
Una historia que sorprende y causa admiración, casi en partes iguales.
El accidente que paralizó su vida
Ese día tenía mucho apuro y fui a comprar al kiosco de la esquina, salí en pantuflas y estaba lloviendo. Me resbalé, me caí y me golpeé la columna con el cordón de la cuneta Ese día tenía mucho apuro y fui a comprar al kiosco de la esquina, salí en pantuflas y estaba lloviendo. Me resbalé, me caí y me golpeé la columna con el cordón de la cuneta
El resultado fue fractura de coxis y pelvis y deslizamiento de las vértebras de la columna. Así comenzó la pesadilla.
Mónica Soloa paciente CUMID 7.jpg
Su patio interno lleno de plantas, uno de los sitios de la casa preferidos de Mónica. Dice que las plantas la ayudan a estar en contacto con la vida.
Diario UNO / Cristián Lozano
Desde esa fecha hasta hoy, han pasado 11 años y medio, y recién ahora puede contar una historia no sólo de dolor físico y existencial, sino de desidia, burocracia, falta de coordinación entre los médicos y otros profesionales de la salud que la atendían, pero por sobre todo, una historia que habla de la falta de empatía en la que muchas veces cae el sistema de salud.
Es que la gestión de los tratamientos en algunos hospitales, el orgullo de algunos de los profesionales y la actitud negativa del paciente –puesto que algunos seres humanos no poseen los recursos para luchar con todos estos obstáculos y simplemente se entregan- no permiten superar los acontecimientos inesperados. La historia de Mónica fue una lucha contra todos estos factores y lo relató con lucidez y valentía.
El comienzo de una pesadilla de dolor total
“En el momento no me operaron, sino a los seis meses del accidente”, contó Mónica. El 13 de marzo del 2013 fue la primera intervención quirúrgica.
“Me colocaron una artrodesis, estuve bien los primeros meses, pero cuando me iban a dar el alta, yo empecé a sentir que algo me pellizcaba y lo sentía cada vez más”. El médico me pidió hacerme otra resonancia, y resultó que al desinflamarse todo lo óseo, la artrodesis había quedado grande y se había generado un edema”.
Lo que vino después fueron dos operaciones más, en el lapso un mes y diez días.
Mónica Soloa paciente CUMID 1.jpg
Una casa luminosa y llena de vida. Así es el hogar de Mónica Soloa
Diario UNO / Cristián Lozano
Primero le realizaron un injerto en las vértebras, previo a curarle una infección. Pero 40 días después, debieron volver a intervenirla, porque todo lo sucedido le había provocado la formación de un tumor. Esta operación fue la que la inhabilitó casi completamente a seguir con su vida.
“Para sacarme el tumor, debieron cortan algunos nervios de la denominada cola de caballo, que es donde se abre el nervio ciático”, explicó.
A partir de entonces, Mónica no pudo escapar durante años de un padecimiento permanente.
Ahí se vino la noche. El dolor no se iba en ningún momento Ahí se vino la noche. El dolor no se iba en ningún momento
Un tratamiento insostenible para el dolor
Fue entonces que entró en lo que se llama “tratamiento del dolor”, del que los médicos paliativistas son expertos.
El problema es que no todos los tratamientos para estas dolencias son iguales, porque no todas las personas sienten dolor de la misma manera. En eso ningún profesional de la salud puede ser infalible. Pero sí el sistema de salud podría ser más amable, más humano. En este caso no lo fue.
Mónica Soloa paciente CUMID 2.jpg
Que sus espacios de mayor permanencia, como su habitación, se volvieran lugares agradables, coloridos y luminosos fue otra de las metas que se propuso Mónica para superar sus dolencias.
Diario UNO / Cristián Lozano
“Yo tenía OSEP y me derivaron a realizar un tratamiento del dolor. Este tratamiento era un compuesto de muchos medicamentos y el tema era así: íbamos a buscar los preparados farmacológicos que elaboran en el hospital Fleming y cuando llevábamos un frasquito marrón, tenía que ser blanco, cuando llevábamos blanco, tenía que ser marrón...”
Con el tiempo, la situación se volvió insostenible, porque además, la mujer tenía que tomar esos remedios cada dos horas, tanto de día como de noche.
“En estas situaciones, uno encuentra el ser humano, como entidad, y el “ser humano” sinónimo de empatía, que es muy diferente”, reflexionó.
Mónica contó que se encontró como muchas personas que eran "sólo humanas y no empatizaban".
“Sin embargo, en este derrotero encontré seres muy valiosos como el doctor Fabián Cremaschi”, narró.
Mónica Sola paciente CUMID 8.jpg
Mientras lo intentaba todo por sentirse de nuevo como había sido hasta el accidente, Mónica se formó en Psicología Social.
Diario UNO / Cristián Lozano
Pero para que esto ocurriera, pasaron siete años entre su caída y el tratamiento que le permitió recuperar su vida.
Siete años en los que no sólo tuvo que afrontar un dolor completamente inhabilitante, sino una serie de obstáculos administrativos y legales de los que esta mujer resiliente no hubiera salido airosa sin sus propias herramientas internas que la impulsaban a querer vivir.
El cambio radical de vivir con dolor
“Lo que a mí me sucedió fue un cambio radical, no progresivo. Salí un día de mi jornada laboral para venir a dejar la comida lista y al otro día ya no me levanté”, recordó.
Su relato es tan vívido que es imposible escucharlo sin sentir impotencia.
"El padecer el dolor es muy complejo. Es muy difícil, a una se le viene la noche, entonces, ¿cómo mantener la lucidez en una situación de dolor constante, que nada te calma ni te alivia? No podés dormir, no te podés sentar, no te podés bañar, acostada te duele, sentada te duele, parada te duele En estas épocas, podía caminar muy poco. Al tocar los nervios del ciático, había perdido la corriente en la pierna. Caminaba y la pierna le aflojaba y se caía", le dijo a UNO.
Vivir con dolor es una situación no recomendable para ningún ser humano. Cuando lograba dormirme, lo que deseaba es que esa noche fuera eterna, no quería despertarme Vivir con dolor es una situación no recomendable para ningún ser humano. Cuando lograba dormirme, lo que deseaba es que esa noche fuera eterna, no quería despertarme
La operación con la que recuperó la vida
Las prescripciones médicas que le habían indicado a Mónica para sobrellevar su dolencia, eran insostenibles porque nadie tiene la suficiente adherencia a un tratamiento que la obliga a tomar remedios día y noche sin poder descansar nunca y porque al ser derivados de los opioides, siempre se encontraba dopada.
M+onica Soloa paciente CUMID 10.jpg
Mónica muestra un registro diario que ideó para que los médicos entendieran cómo era el dolor que sentía.
Diario UNO / Cristián Lozano
Por otra parte, ni siquiera eso la ayudaba a sentirse mejor.
Fue entonces que conoció la operación que realiza Cremaschi.
Con la propuesta del neurocirujano de colocar un aparato en la columna que se denomina electromodulador medular, que según la descripción de la paciente, lo que permite es recuperar la corriente que los nervios han perdido y así disminuir el dolor, Mónica vio una luz de esperanza que la convenció de intentarlo.
Pero se trataba de una intervención muy novedosa y muy costosa en términos económicos.
Allí comenzó un nuevo desafío: el de lograr la cobertura de la obra social.
►TE PUEDE INTERESAR: Se realizó el primer trasplante de médula ósea en el Hospital Central de Mendoza
El camino legal para operarse
En el momento en que Mónica llevó el pedido de intervención a la obra social, era la primera vez que iba a realizarse una operación de estas características. No había antecedentes y desde la mutual le dieron un “no” rotundo.
Lo que tuvo que hacer fue judicializar el pedido e interponer un recurso de amparo, para ver si daba resultado.
Para llevar adelante el procedimiento legal, también había que involucrar a los profesionales médicos, que justificaran que ya se habían intentado todos los tratamientos para el dolor disponibles en la provincia y no resultaron.
En la primera audiencia, OSEP rechazó la solicitud nuevamente, pero en la Justicia pidieron una auditoría con un médico especialista en dolor que fuese neutral.
Mónica Soloa Paciente Cumid 12.jpg
Mónica Soloa es actualmente, una persona renovada. Pero para volver a sentirse bien, pasó por siete años de dolor insportable.
Diario UNO / Cristián Lozano
“Para poder lograr lo que me pedían, tuvimos que juntar al médico cirujano que me operó las primeras veces, al médico paliativista y al neurocirujano”
Según lo describe Mónica, “los planetas se alinearon”, las personas justas en el momento justo se reunieron para que ella ahora tenga la calidad de vida que tiene.
Finalmente, logró que la Justicia ordenara la intervención.
Cremaschi y su equipo la operaron en los primeros meses del 2020, en plena pandemia, lo cual no le impidió lograr el objetivo.
Y Mónica volvió, poco a poco, a recuperar espacios de su vida que creía perdidos para siempre.
Un proceso que llevó años de comprensión
Mónica se decidió a compartir su experiencia, porque sabe lo difícil que fue, no sólo andar, sino comprender el camino a seguir.
Ella reconoce que lo pudo hacer porque contó con recursos, internos y externos, contención familiar, deseos de vivir y recuperarse y una claridad mental que no todas las personas que deben pasar por estos dolorosos procesos tienen.
Mónica Soloa Paciente CUMID 11.jpg
Mónica contó que debió empezar de cero su vida, desde caminar y pararse, hasta sentir que podía superar la etapa más desesperante: la que no le permitía realizar ninguna actividad diaria sin ayuda.
Diario UNO / Cristián Lozano
Mónica contó su historia porque pensó que podía servirle a la gente que está pasando por situaciones similares para tener una esperanza.
Reconoció, de todas maneras, que no cualquier persona puede con esto y que muchos se rinden, dejan de luchar y sólo quieren que termine la pesadilla y poder descansar.
Ella, en cambio, tomó el camino que al principio parecía impensado: el de volver a ser, de alguna manera, ella misma, aunque llena de la experiencia acumulada.
En el medio, se formó en Psicología Social, ideó un sistema muy particular para describirle a los médicos cómo era el dolor que sentía, una planilla que llenaba todos los días, con gráficos y explicaciones puntuales. En síntesis: puso todo de sí, con su familia como sostén, para salir adelante. Y lo logró. En el estado actual en el que se encuentra, nadie podría imaginarse por todo lo que esta mujer pasó y la serenidad y claridad con la que transitó ese preoceso.
Antes de concluir, destacó la importancia de que Mendoza posea un centro para tratar el dolor integralmente, como CUMID, que funciona en el Hospital Universitario.
Es invalorable para ella que en un mismo lugar se trabaje en forma transdisciplinaria, que en un mismo sistema se encuentren todos los eslabones de salud que implica una cadena tan compleja como es la del tratamiento para el dolor.
En su caso, tuvo que formarla artesanalmente. Pero el resultado sorprende: Mónica literalmente ha vuelto a la vida. Y lo mejor de todo, es que quiere compartirla.