La expansión territorial de Rusia bajo Catalina la Grande (1762-1796) tuvo de fondo que por el clima de frío los puertos rusos estaban congelado la mitad del año. Catalina II consolidó el poder ruso mediante la anexión de Crimea en 1783, lo que permitió el control de importantes rutas comerciales en el Mar Negro y aseguró la presencia de Rusia frente al Imperio Otomano.
Además, tras las guerras ruso-turcas, Rusia amplió su influencia hacia el suroeste, incluyendo territorios cercanos al río Dniéster, lo que fortaleció su posición estratégica en Europa del Este. Esta expansión territorial no solo tenía un fin político y militar, sino también económico: garantizar puertos seguros que facilitaran el comercio internacional y la salida de productos rusos, como grano y madera, hacia Europa y Asia.
La combinación de puertos estratégicos y expansión territorial de Rusia
Bajo Catalina la Grande convirtió a Rusia en una potencia regional capaz de proyectar influencia política y militar en Europa del Este y el Mediterráneo. La anexión de Crimea, junto con el desarrollo de Sebastopol como puerto militar y comercial, permitió a Rusia consolidar su presencia naval en el Mar Negro y competir con otras potencias europeas.
Así, los puertos y la expansión territorial estuvieron estrechamente vinculados: los primeros facilitaban el comercio y la proyección de poder, mientras que la expansión aseguraba territorios y rutas que protegieran y potenciará la actividad portuaria rusa.