Astronomía

La duda de los científicos: ¿podemos alcanzar al cometa 3I/Atlas para estudiarlo?

El enigmático cometa interestelar se aleja rápidamente de nosotros. Los expertos evalúan si es viable una misión de intercepción en el espacio profundo

A pesar de que el pasado 19 de diciembre marcó el punto de mayor aproximación a la Tierra del cometa interestelar 3I/atlas, este visitante galáctico sigue siendo un enigma envuelto en gas. Aunque ha sido rastreado por los telescopios más potentes de la historia y analizado mediante sondas solares y rovers marcianos, el objeto permanece como una mancha difusa para la comunidad astronómica. Gran parte de sus datos vitales —origen, edad exacta, forma y composición— son desconocidos. Ante las limitaciones de la observación remota, incluso con la tecnología de punta de la NASA y el telescopio James Webb, surge una propuesta ambiciosa: la única forma de desvelar sus secretos es interceptarlo físicamente.

Lanzar una nave para encontrarse con este intruso permitiría fotografiar su superficie y recolectar muestras de material interestelar. Estos fragmentos serían invaluables, ya que podrían contener respuestas sobre cómo se forman los exoplanetas, qué tan común es nuestro sistema solar y ofrecer pistas sobre la vida en el universo. Sin embargo, 3I/atlas no espera a nadie y su travesía de salida del sistema solar plantea desafíos de ingeniería formidables.

La carrera imposible contra un cometa veloz

El mayor obstáculo es la física orbital. El objeto se mueve a una velocidad de 210.000 km/h y pronto cruzará la órbita de Neptuno, alejándose irremediablemente. Para alcanzarlo, se requeriría una misión de "persecución" que utilice maniobras de Oberth, una técnica donde la nave se deja caer gravitacionalmente hacia el Sol o Júpiter para ganar un impulso cinético masivo. Aunque teóricamente posible, proyectos como el "Project Lyra" sugieren que una sonda lanzada en 2030 no alcanzaría su objetivo hasta la década de 2050.

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Algunas de las imágenes obtenidas del visitante interestelar.

Algunas de las imágenes obtenidas del visitante interestelar.

Además del tiempo, el costo es prohibitivo. Una misión de esta clase rivalizaría en presupuesto con las grandes exploraciones de la NASA a los planetas exteriores. A esto se suma la dificultad de comunicación: a distancias tan extremas en el espacio, las señales tardan horas en ir y volver, impidiendo el control en tiempo real necesario para corregir trayectorias o solucionar fallos técnicos durante un sobrevuelo a gran velocidad.

Emboscadas orbitales: una alternativa eficiente

Dada la dificultad de perseguir algo que ya se escapa, gran parte de la comunidad científica aboga por una estrategia diferente: el método del "escondite". La idea es estacionar una nave interceptora en un punto de Lagrange (una zona de estabilidad gravitatoria cerca de la Tierra) y esperar pacientemente a que se detecte el próximo objetivo interestelar. La Agencia Espacial Europea (ESA) ya está preparando el terreno con su misión Comet Interceptor para 2029.

Esta táctica permitiría estudiar al cometa cuando está cruzando el sistema solar interior. En esta zona, la radiación solar calienta el objeto, haciendo que libere más gas y polvo, lo que facilita el análisis espectrográfico de su composición. Además, al estar más cerca, la misión sería mucho más económica y rápida que una persecución hacia el vacío interestelar.

Impactos y recolección de muestras

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La trayectoria del cometa lo trajo cerca de la Tierra.

La trayectoria del cometa lo trajo cerca de la Tierra.

Existe una tercera vía, más agresiva, inspirada en la misión DART de la NASA: enviar una sonda para impactar contra el objeto. Al chocar, se liberaría una nube de escombros que una segunda nave podría analizar para obtener datos directos del interior del cuerpo celeste. Sin embargo, esto conlleva riesgos enormes, ya que los cometas poseen núcleos helados impredecibles y la mecánica del impacto a velocidades interestelares es extremadamente compleja.

Por ahora, la opción más sensata parece ser la paciencia. Con la entrada en funcionamiento de nuevos observatorios, como el Vera C. Rubin en Chile, se espera descubrir miles de objetos interestelares en los próximos años. Esto permitirá seleccionar un blanco con una trayectoria favorable, asegurando que la próxima vez que un visitante cruce nuestro vecindario, la humanidad estará lista para recibirlo.

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