la Difunta Correa (1)
La Difunta Correa en su santuario
La historia cuenta que, por los años 40 o 50, mientras se vivían las encarnizadas luchas fraticidas entre unitarios y federales, la joven Deolinda Correa estaba casada con Baudilio Bustos, y acababan de tener a su primer hijo.
En este contexto de guerra y violencia, una tropa montonera pasó por San Juan para robar víviveres y reclutar hombres. Él fue uno de los reclutados para que participe de las guerras civiles y llevado a la fuerza, ya que no se encontraba en condiciones de buena salud.
A pesar del intento de resistirse para no abandonar a su familia, Baudilio tuvo que irse, pues se lo llevaron a La Rioja y su mujer no pudo hacer nada para impedirlo a pesar de rogarles a este grupo de que no se lo llevara. Deolinda quedó desamparada.
Al mismo tiempo, el Comisario del pueblo, quien deseaba a la hermosa Deolinda, aprovechó esta situación y comenzó a perseguirla sin dar tregua. Ella sabía que tarde o temprano sería obligada a complacer al Comisario, por lo que decidió escapar tras los pasos de su amado esposo, llevando a su hijo en brazos. Huyó por los cerros y valles desérticos, con la esperanza encontrarse algunos arrieros que la ayudaran a llegar a las bases montoneras en La Rioja, antes que convertirse en una amante infiel.
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Imagen alusiva de la Difunta Correa y su leyenda
Según la tradición oral, Deolinda huyó sin provisiones suficientes y a pie. Intentó seguir el camino de la tropa, a la vez que se ocultaba de una posible persecución, pero se perdió y deambuló por los cerros hasta llegar a Vallecito, exhausta y deshidratada.
Ya sin esperanzas, se sentó e intentó amamantar a su hijo. Mientras ella moría de sed, iba alimentando a su niño, y así la encontraron los arrieros. Su hijo seguía vivo alimentándose de sus pechos, desde los cuales aún fluía la leche. Este es el primer milagro que se le atribuye a la Difunta Correa.
Deolinda Correa murió por amor, por ser fiel a su esposo y por salvar la vida de su hijo. Aunque no es reconocida por la Iglesia Católica, se convirtió en una santa popular, la fe en sus milagros alcanzó una inmensa magnitud y se construyeron pequeños santuarios por todo el país, donde los devotos le dejan botellas de agua como ofrenda
Los milagros de la Difunta Correa
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Las personas se acercan al santuario a agradecer y pedir por milagros, donde sostienen que siempre son concedidos
Más tarde, cuenta la leyenda que un arriero chileno llamado Zeballos, regreando a su país, pasó por la tumba de la mujer, y vio que estaba siendo perjudicada por una violenta tormenta. Desesperado por las pérdidas de su campo, se inclinó ante la tumba y prometió que, si recuperaba su ganado, construiría una capilla en su honor.
Pasaron los días, ocurrió el milagro y Zeballos encontró a su ganado pastando apaciblemente, ya que cerca de una quebrada los animales se habían refugiado de la tormenta. El arriero cumplió su promesa y realizó un santuario.