Mitos y leyendas

La Difunta Correa: cuál es la historia de devoción que esconde esta leyenda

El folclore argentino tiene historias que se han transmitido de generación en generación, como la popular leyenda que lleva el nombre de la "Difunta Correa"

El folclore cultural tiene narraciones que se han ido transmitiendo en cada punto del país. Mitos y leyendas que han pasado de padres a hijos y que forman parte de la tradición. Historias que combinan sucesos reales e imaginarios y que han dado lugar, incluso, a diferentes versiones de las mismas. Hoy te contamos la versión de la Difunta Correa.

En Argentina, pocas figuras populares generan tanta devoción como la Difunta Correa, considerado una santa pagana por muchas personas. Su imagen se ve reflejada en rutas, altares y ofrendas rojas que testimonian la fe de quienes creen en sus milagros. Pero detrás de la devoción existe una historia cargada de misticismo y sobre todo, amor.

La leyenda de la Difunta Correa: una historia de amor y devoción

Una de las leyendas que se ha convertido en una de las mayores devociones de fe pagana de nuestro país es la de la Difunta Correa, cuyo nombre original era Deolinda Correa.

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La Difunta Correa en su santuario

La Difunta Correa en su santuario

La historia cuenta que, por los años 40 o 50, mientras se vivían las encarnizadas luchas fraticidas entre unitarios y federales, la joven Deolinda Correa estaba casada con Baudilio Bustos, y acababan de tener a su primer hijo.

En este contexto de guerra y violencia, una tropa montonera pasó por San Juan para robar víviveres y reclutar hombres. Él fue uno de los reclutados para que participe de las guerras civiles y llevado a la fuerza, ya que no se encontraba en condiciones de buena salud.

A pesar del intento de resistirse para no abandonar a su familia, Baudilio tuvo que irse, pues se lo llevaron a La Rioja y su mujer no pudo hacer nada para impedirlo a pesar de rogarles a este grupo de que no se lo llevara. Deolinda quedó desamparada.

Al mismo tiempo, el Comisario del pueblo, quien deseaba a la hermosa Deolinda, aprovechó esta situación y comenzó a perseguirla sin dar tregua. Ella sabía que tarde o temprano sería obligada a complacer al Comisario, por lo que decidió escapar tras los pasos de su amado esposo, llevando a su hijo en brazos. Huyó por los cerros y valles desérticos, con la esperanza encontrarse algunos arrieros que la ayudaran a llegar a las bases montoneras en La Rioja, antes que convertirse en una amante infiel.

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Imagen alusiva de la Difunta Correa y su leyenda

Imagen alusiva de la Difunta Correa y su leyenda

Según la tradición oral, Deolinda huyó sin provisiones suficientes y a pie. Intentó seguir el camino de la tropa, a la vez que se ocultaba de una posible persecución, pero se perdió y deambuló por los cerros hasta llegar a Vallecito, exhausta y deshidratada.

Ya sin esperanzas, se sentó e intentó amamantar a su hijo. Mientras ella moría de sed, iba alimentando a su niño, y así la encontraron los arrieros. Su hijo seguía vivo alimentándose de sus pechos, desde los cuales aún fluía la leche. Este es el primer milagro que se le atribuye a la Difunta Correa.

Deolinda Correa murió por amor, por ser fiel a su esposo y por salvar la vida de su hijo. Aunque no es reconocida por la Iglesia Católica, se convirtió en una santa popular, la fe en sus milagros alcanzó una inmensa magnitud y se construyeron pequeños santuarios por todo el país, donde los devotos le dejan botellas de agua como ofrenda

Los milagros de la Difunta Correa

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Las personas se acercan al santuario a agradecer y pedir por milagros, donde sostienen que siempre son concedidos

Las personas se acercan al santuario a agradecer y pedir por milagros, donde sostienen que siempre son concedidos

Más tarde, cuenta la leyenda que un arriero chileno llamado Zeballos, regreando a su país, pasó por la tumba de la mujer, y vio que estaba siendo perjudicada por una violenta tormenta. Desesperado por las pérdidas de su campo, se inclinó ante la tumba y prometió que, si recuperaba su ganado, construiría una capilla en su honor.

Pasaron los días, ocurrió el milagro y Zeballos encontró a su ganado pastando apaciblemente, ya que cerca de una quebrada los animales se habían refugiado de la tormenta. El arriero cumplió su promesa y realizó un santuario.

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