José Félix Aldao, nacido en el fuerte de San Carlos, fue gobernador de Mendoza en los turbulentos tiempos del Restaurador, cuando ser federal o unitario podía resultar una cuestión de vida o muerte.
José Félix Aldao, nacido en el fuerte de San Carlos, fue gobernador de Mendoza en los turbulentos tiempos del Restaurador, cuando ser federal o unitario podía resultar una cuestión de vida o muerte.
Su retrato es uno de los pocos que faltan en el Salón de los Gobernadores de la Legislatura. Ni siquiera se utilizó su nombre para identificar calles o plazas públicas, como sí ocurre con otros personajes infinitamente más intrascendentes.
¿Por qué esto? ¿Por qué, además, su escaso predicamento en nuestra historiografía, teniendo en cuenta que acompañó al Ejército Libertador de San Martín desde Mendoza hasta Lima? Es lo que intenta develar Jaime Correas en su novela, con sólida base histórica, Fraile Aldao. Un general de la Santa Federación.
Lo cierto es que la figura de Aldao, aún hoy, resulta incómoda para todos los sectores. Todos: políticos, sociales y hasta eclesiásticos. Fundamentalmente para estos últimos porque, siendo fraile, derivó en un amante ávido, en un guerrero feroz, en un devorador de horizontes. En un apóstata.
Correas, periodista, docente, miembro de la Academia Argentina de Letras, reflexiona en voz alta sobre estos tópicos con el programa La Conversación de Radio Nihuil.
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-Jaime, vos te preguntás, al inicio del libro porqué la figura de Aldao no ha recibido la atención suficiente, tanto en Mendoza como en el país. Su vida, llena de vicisitudes, es espectacular para contarla. Pero resulta incómodo para todo el mundo.
-Eso es para mí lo interesante y lo apasionante de su figura. Tiene tantos matices, tantas cosas, que justamente se ha producido ese fenómeno por el cual nadie se quiere hacer cargo de él. Nadie lo reivindica como propio porque reivindicarlo es reivindicar lo bueno, pero también lo malo. Es tan árido, tan áspero el personaje, que se hace difícil. Y en algunas cosas, te das cuenta.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, en la situación con la Iglesia. Es significativo que en la plaqueta que hay en la iglesia de San Francisco vos ves quiénes son los curas que fueron con el Ejército Libertador y Aldao no figura. Es llamativo.
-Por algo lo tildaban de apóstata. Lo que pasa es que solo fue cura un tiempo, pero después se tiró a la bartola. Fue muy mujeriego, timbero y afecto al trago.
-Tenían todas esas pasiones y las llevaba al extremo. Creo, por ejemplo, que el erotismo de Aldao se multiplica o se potencia por su condición de cura apóstata.
-Recordemos, de paso, de qué se trata la apostasía.
-La apostasía es, de alguna manera, renegar de su condición de cura. Él vivió, incluso, atormentado toda su vida con eso. Están, en los documentos, esas cartas en donde él le pide a Rosas que interceda ante el Vaticano para que lo liberen de su condición sacerdotal.
-Se acordó un poco tarde porque, ya en esa época, en su casa lasherina de El Plumerillo llegó a convivir con tres mujeres.
-Sí. Además, con una enorme cantidad de hijos. Y uno de los hechos que yo descubrí, porque nunca había sido planteado, cruzando las fechas con la genealogía, es que los dos primeros hijos, Fructuoso y Regina, los tiene siendo fraile, en Chile.
-Pero sin evadir su responsabilidad.
-Él no se desentiende como padre, al punto que los dos reaparecen en Mendoza. En cuanto a Fructuoso, no solo está documentado que él le pagaba la cuota del colegio de la Santísima Trinidad, sino que después se incorpora a sus tropas cuando él era jefe de fronteras ya en la época de las guerras civiles.
-Más sorprendente aún es que Aldao oficiara de confesor de la chica, que sería la madre de estos dos hijos, en el seno de una buena familia de la época.
-Te confieso que esto último es creación novelesca. Es la manera de poder contar la historia. Yo me pregunté cómo podría haber entrado él en una relación que mantuviera cierta constancia, porque tuvo dos hijos con esa mujer. Quiere decir que no fue una relación ocasional.
-Hiciste ficción, pero dentro de un contexto que resulta creíble.
-Ese recurso narrativo que se me ocurrió lo remito a toda esa poética que tiene Tomás Eloy Martínez y que lleva adelante en Santa Evita y en La novela de Perón. Se trata de cómo contar la historia cuando te falta una parte de los datos.
-Claro, existieron la mujer, los hijos, su reconocimiento, etcétera. Pero había que llenar los huecos.
-Tomás Eloy Martínez dice: es lícito que, sin tergiversar la documentación, el narrador una esos puntos que están oscuros con algo, como vos destacabas, que sea creíble, que sea factible de haber sucedido así.
-Por otra parte, Aldao sale acompañando al Ejército Libertador como capellán, pero ya en la primera batalla, en Guardia Vieja, tira la sotana, se pone a pelear y se vuelve un soldado.
-Sí. Además, en el primer informe que le pasa Las Heras a San Martín ya destaca su valentía. Y fue justamente en Guardia Vieja, cuando bajás los Caracoles de Chile. Después no abandona nunca la carrera militar, participando de las batallas más importantes.
-Exacto. No fue un actor secundario.
-Por eso digo que es un personaje central, porque va a estar en Maipú, va a estar en Chacabuco, va a estar en Cancha Rayada y lo va a acompañar a San Martín hasta Lima. De hecho, en la historia de Mitre, Aldao aparece un montón de veces.
-Eso explica porqué el tipo tiene sus correrías y sus aventuras amorosas en Mendoza, en otras provincias argentinas, en Chile y hasta en Perú, desde donde se trae a una jovencita que vos apodás, en el capítulo 8, la Limeña.
-Es que acá, en la sociedad mendocina, se la conocía como la Limeña, si bien ella era de Pasco.
-Sí, un pueblito de cordillera medio perdido en aquella época. Él la conoce, queda prendado y casi que la rapta, ¿no?
-¡La rapta, claro!
-Y ella se deja raptar, convengamos.
-Eso también es interesante. Él tenía una concepción familiar, totalmente. De hecho, convivía con todas ellas. Tuvo una cantidad de hijos y en su testamento los reconoció a todos, tanto a las mujeres como a los hijos.
-¡Cómo no va a resultar incómodo, entonces, para la Iglesia! Tengo entendido que le hiciste llegar un ejemplar de tu libro a nuestro arzobispo, monseñor Marcelo Colombo.
-(Sonríe) Se lo llevé la semana pasada. Estuvimos charlando un rato. Y en la presentación estuvo nuestro querido amigo Marcelo De Benedictis. Es muy interesante conocer, desde la perspectiva de un religioso, cómo se ve esa figura.
-Apasionante el contraste…
-Aldao es una figura como un Aleph borgiano. ¡Tiene tantas características! Es como un universo dentro de él, ¡que habla tanto de la diversidad de la Argentina! Eso fue lo que a mí me interesó del rescate del personaje.
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-Por otra parte, era un guerrero feroz, como casi todos ellos en esa época.
-Bueno, esa es la otra cosa. En términos borgianos, un hombre que profesó el culto al coraje. O sea, no se lo contaron. Se subió arriba de un caballo e hizo todas esas batallas. Después llegó hasta Lima en barco con San Martín. Allá intervino en todas las guerras de guerrillas en los alrededores de Lima. Después volvió e intervino en todas las guerras civiles argentinas.
-Sí, una vida novelesca…
-Borges lo nombra al principio del “Poema conjetural” porque estuvo en la batalla del Pilar, aquí en Godoy Cruz. En el epígrafe habla de “los montoneros de Aldao”.
-Uno no toma conciencia de lo significativo que fue para la historia mendocina y también para la historia nacional la batalla del Pilar. Fue muy cruel entre unitarios y federales. Allí murió Francisco Narciso de Laprida y casi corre la misma suerte Sarmiento.
-Todo eso lo cuenta el propio Sarmiento en Recuerdos de provincia. Mi fuente documental ahí ha sido ese testimonio de Sarmiento, que la pasó mal. Era un jovencito de 19 años. Vino con su padre, Clemente. Y él se salvó de casualidad porque cae preso y era unitario. El que muere, efectivamente, es Laprida y da origen a una de las obras cumbres de la literatura argentina, que es el “Poema conjetural” donde él imagina su destino latinoamericano.
-Otra de las batallas que describís en tu relato es la de Rodeo del Medio.
-Son todas las batallas que fueron sucediendo. Es la época en que andan batallando por acá Facundo Quiroga, Lamadrid, etcétera. Y, si te ponés a pensar, todos esos personajes tienen calles, monumentos, todos son recordados. Hasta Lamadrid, que es mucho más marginal que Aldao, tiene su calle. En cambio, Aldao no existe para la consideración popular. Realmente es curioso.
-¡También el Negro Barcala era mucho menos importante que Aldao y cuenta con su calle! Un tipo jodido.
-Claro. Se le cruza a Aldao. Y Aldao va por él.
-Sí. Lo liquida.
-Exactamente. Pero, fijate, como decíamos, que hasta Barcala tiene su calle y Aldao no.
-Otro personaje honrado en Mendoza, con nombre de museo incluso, que tu libro deja mal parado es Juan Cornelio Moyano.
-No es que lo deje yo, sino que lo cuenta la historia. Además, todo lo que narro en la novela está documentado. En eso he sido muy meticuloso. Cuando he ficcionalizado, se trató de acciones que no representan hechos de ese tipo.
-Eso está claro y lo dejás registrado puntualmente.
-Hay mucha cosa escrita y, de hecho, yo pongo toda la bibliografía al final del libro. Esto también es otra curiosidad. Se trata de una novela narrada con las armas de la novela, digamos, con elementos narrativos, pero que tiene toda una base documental.
-Una novela histórica, sin duda. Aclaremos, para quien no leyó el libro, que Juan Cornelio Moyano, en un momento complicado, entrega, delata a un a pariente, lo manda a morir, para salvarse él.
-Hay ríos de tinta sobre eso.
-Algunos oyentes aportan datos sobre propiedades de la familia Aldao, por ejemplo, en el carril Mathus Hoyos. ¿Serán parientes del Fraile?
-Eso hay que indagarlo. Por ejemplo, están los Aldao de San Rafael, relacionados con los Bombal. Ellos son de la rama de los Aldao de Buenos Aires. No tienen que ver directamente con el cura, aunque hay un tronco familiar muy lejano.
-Aldao no era el apellido completo de donde provenía el Fraile.
-Como está contado en la novela, su padre se llamaba Esquivel y Aldao.
-Y venía de Buenos Aires.
-Venía de Buenos Aires y por alguna razón, quizá por algún delito o hecho de sangre, él viene a Mendoza y a sus hijos los bautiza como Aldao, sin el Esquivel. De los que andan dando vuelta por aquí, puede haber alguna descendencia suya. Habría que hacer la indagación genealógica. De hecho, tuvo muchos hijos, que fueron reconocidos. O sea, que llevaron su apellido.
-Vos mencionás que el padre del Fraile, Francisco Esquivel y Aldao, vino a Mendoza. Fue a parar al fuerte de San Carlos. Recordemos que era la frontera sur de Mendoza. De ahí en adelante, estaban el desierto y el indio.
-¡Absolutamente! De hecho, el jefe de frontera era muy importante porque era quien contenía la indiada y permitía que Mendoza negociara y mandara sus productos a Buenos Aires. Había toda una línea. Los indios llegaban hasta ahí. Y cada tanto entraban con el malón.
-Eso lo forjó de una manera especial.
-Aldao vivió esas situaciones. Vivió esa mixtura de la frontera y de la pelea con el indio.
-Destaca mucho, también, su trayectoria íntimamente ligada a Facundo Quiroga, hasta la muerte de éste. Quiroga era el capo de toda la zona de Cuyo.
-Totalmente. Hay un libro de Silvestre Peña y Lillo que se llama Juan Facundo Quiroga en Cuyo, que muestra muy detalladamente esto y con una gran base documental. Los documentos están transcriptos en el libro. Además, era, de alguna manera, la figura que lo contrapesaba a Aldao porque era el hombre fuerte.
-Sí. Y se complementaban sobre el terreno mismo.
-Recordemos que, en la campaña del desierto de 1833, que es la primera campaña contra el indio, hay tres columnas: la de Rosas en la provincia de Buenos Aires, la de Ruiz Huidobro en el centro de la república y la de Aldo en el oeste. Y los tres están comandados por Facundo Quiroga desde La Rioja. O sea, que es el jefe militar en ese momento, ¡incluso de Rosas!
-Claro, un tiempo muy particular…
-Sí, porque se trata del primer Rosas. Es el Rosas que está por llegar al poder.
-Pasó mucho tiempo hasta que Aldao pudiera conocer personalmente a Rosas. Vos contás muy bien cuando lo va a ver a Buenos Aires y ahí entra el capítulo de los retratos del Fraile que manda a hacer el Restaurador.
-El segundo de los retratos es de un uruguayo, Fernando García del Molino, que vivía en Buenos Aires como pintor de cámara de Rosas. El suyo es el famoso óleo del cual yo vengo reclamando desde, hace años, para que lo pasen a la Provincia de Mendoza.
-Infructuosamente, hasta ahora.
-Incluso hay un proyecto sobre esto, aprobado en primera instancia, con la firma de Víctor Fayad.
-¿Dónde está ahora?
-Es un óleo maravilloso que está guardado, hace más de cien años, en la bodega del Museo Histórico Nacional. No es que esté expuesto.
-¿Nunca apareció por acá?
-En la época de Paco Pérez mandaron una reproducción, una réplica de plástico. Es como si vos hubieras sacado una foto del cuadro y enviaras eso. Entonces, lo que yo planteo, es que la Provincia merece el original.
-¿Vos lo has visto?
-Ese es un cuadro que lo tuvo a Aldao posando. Yo lo he visto en vivo y en directo. Lo tuve casi en mis manos. Hace muchos años presenté una nota en el Museo Histórico Nacional. Me lo sacaron, me lo mostraron, lo fotografié. Y es muy impresionante.
-Una gran deuda pendiente, pues.
-Por eso digo que sería muy bueno que ese cuadro, como un hecho de federalismo, esté en el Salón de los Gobernadores de la Legislatura. Es lo que vengo propugnando.
-¿Por qué nunca fructificó este pedido?
-Siempre ha habido problemas. Julio Cobos, cuando fue vicepresidente, también hizo gestiones. Después vino el “no positivo” y ahí se volvió a complicar todo el asunto. Pero lo curioso es eso: ¡que el cuadro esté guardado hace más de cien años en un depósito!
-Además del óleo de García Molino, vos mencionás también una miniatura de Carlos Morel. ¿Está en algún lado?
-Yo no sé dónde está. Creo que también está guardada en el Museo Histórico Nacional. Si no me equivoco, Carlos Morel los dibuja a Aldao y a su mujer.
-¡A una de las mujeres! A Romana.
-Romana Luna.
-Él la lleva a Buenos Aires, según vos contás, porque era más bonita. Y deja en Mendoza a Dolores, haciendo de espía.
-Esa es otra cosa interesantísima, que son los perfiles de las mujeres de Aldao. En cada época de su vida va teniendo mujeres muy distintas. Es más, hay un determinado momento en que él marcha a la campaña del desierto, sale con dos de sus mujeres y una de ellas vuelve de inmediato porque era mucho más débil, en cambio la otra era de andar a caballo, etcétera.
-Nos cuenta otro oyente que en la zona suroeste de Córdoba existe un pueblo que se llama Félix Aldao.
-Lo desconocía. Puede tener una razón porque Aldao, en un determinado momento, cae preso en Córdoba en manos de José María Paz, el Manco.
-Y el Manco, precisamente, lo salva.
-Lo salva porque es la época posterior a la batalla del Pilar y Godoy Cruz, que era gobernador en ese momento, lo pedía. Lo pedían para fusilarlo.
-Cerca del final de tu historia, está Pedro Molina de gobernador y aparece un Justo Correas. Hablás, a propósito de esto, de otros Correas de la época. ¿Tienen que ver con vos?
-Sí, totalmente. Hay dos ramas. Es un caso curioso porque Justo Correas era un fuerte personaje del partido federal, tanto que fue gobernador. Y era hermano de Juan de Dios Correas -la rama mía desciende de ahí-, ¡que era unitario!
-De bandos enfrentados, entonces.
-Claro. Quiere decir que había dos hermanos, uno federal y el otro unitario. Es más, cuando Justo Correas estaba acá, el hermano estaba exiliado en Chile. Y hasta se prohibían que circularan diarios chilenos por esa cuestión. Y esos son otros dos cuadros que faltan en la galería de los gobernadores, el de Justo Correas y el de Juan de Dios Correas. En definitiva, fueron familias que, desde distintas perspectivas, contribuyeron al desarrollo de esto que hoy es Mendoza.
-Sí, protagonistas de primera línea.
-Por ejemplo, un tipo como Juan de Dios Correas, que era el suegro de Lavalle, que estaba casado con Dolores Correas, es quien disuelve el Cabildo.
-¿Por qué eso?
-Porque después de la Revolución de Mayo, había lugares en donde había quedado el Cabildo. En 1824, Juan de Dios Correas disuelve el Cabildo y arma la Sala de Representantes. Es decir, produce una modernización institucional de Mendoza, que, a pesar de la revolución y todo eso, había mantenido el Cabildo, una institución heredada de la Corona española, durante 14 años.
-La colega Lila Levinson nos dice que Aldao “fue muy cruel, despiadado y perverso con Genoveva Villanueva y otros”. En realidad, fue muy despiadado con varios, ¿no?
-¡Con varios, sí, sí, sí! Hay una serie de leyendas que están documentadas y escritas. Fue una época muy sanguinaria, de un lado y de otro, con personajes en el medio que, por ahí, trataban de hacer una síntesis.
-Y con posiciones que no eran siempre tan cerradas.
-Yo una cosa que destaco es que, cuando Aldao llega la gobernación, siendo que teóricamente venía del mundo de la barbarie, hace una gestión casi sarmientina: desarrolla la educación, desarrolla obras hídricas, le permite a Tomás Godoy Cruz volver a Mendoza. Y no solo le permite volver, sino que también le da un lugar en la Sala de Representantes. Busca como una especie de coalición de gobierno. Y tiene actitudes que no son las de un personaje sanguinario y bárbaro como, hasta ese momento, lo pinta, sobre todo, Sarmiento.
-Sí, en un texto muy significativo para tu tema.
-Sarmiento, en 1945, que es el año de la muerte de Aldao, el mismo año del Facundo, escribe su biografía, que es la que queda ya como la imagen oficial del Fraile. O sea que por eso se pierden los matices distintivos de él.
-En fin, estupenda charla, Jaime. Y muy necesaria sobre nuestro pasado mendocino.
-Muchas gracias, porque siempre es muy interesante desgranar estos temas y difundirlos para que se lean. Yo, sobre todo, siempre rescato que, más allá de cualquier consideración que se pueda tener sobre él, Aldao es un héroe de la Independencia y eso tiene un valor enorme.
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