Alcanzar la cima del Everest es el objetivo máximo que puede aspirar un alpinista que se precie de tal, pero hacer cumbre en el Techo del Mundo puede pagarse con el valor más preciado del ser humano: la vida. La famosa montaña del Himalaya, que se ubica en la frontera entre Nepal y China y está a 8.848 metros sobre el nivel del mar, se ha cobrado la vida de cientos de montañistas cuyos cuerpos quedarán para siempre entre sus hielos eternos.

Para atacar la cima del Everest hay numerosas vías abiertas y todas ellas tienen una cosa en común: a partir de los 8.000 metros hay que atravesar la llamada “zona muerta”. En la cima, una temperatura media de -36º aunque pueden llegar a caer repentinamente hasta los -60º. Las temperaturas más cálidas rondan los -19º, en julio.

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Los últimos 850 metros a la cima del Everest se conocen como “la zona de la muerte”, una región donde la aclimatación es imposible. El oxigeno no se puede reemplazar tan rápido como se consume y si no se utiliza bombona de oxígeno, el cuerpo se va degradando lentamente hasta un punto de no retorno.

Son cientos los montañistas de todo el mundo que han perdido la vida tanto en el ascenso como en el descenso del Everest pero sus cuerpos no pueden ser rescatados, esto ha hecho que los andinistas que emprenden la cima se topen con los cadáveres congelados, incluso algunos de ellos son utilizados como puntos de referencia.

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Los accesos a la cima están plagados de cadáveres visibles que han quedado en el punto exacto donde cayeron, por lo que los escaladores que suben, van sorteando cuerpos que han empezado a bautizar con nombres porque los usan como puntos de referencia durante el ascenso.

Si un individuo se va al suelo y no es capaz de volver a levantarse como para salir por su propio pie, es imposible que un grupo de escaladores lo arrastren hasta sacarlo fuera de la zona muerta. Hay que tener en cuenta que a esa altura, por cada paso que se da, un montañero experimentado puede necesitar realizar tres respiraciones, el corazón se acelera incluso en reposo para suministrar oxigeno con más frecuencia debido a su escasez.

Tampoco hay helicópteros de rescate porque los helicópteros comunes no pueden ascender a tanta altitud.

Si el riesgo que supone intentar mover a un enfermo en la zona muerta hace que sea una tarea inviable, mover un cadáver es algo que casi nadie se plantea. Cuando alguien fallece, su cuerpo queda en el mismo punto donde cayó y cuando se enfría, se congela petrificándose con el gesto y postura exacta que tenía cuando murió. Si estaba sentado, se queda allí mismo sentado.

Por eso antes de emprender el ascenso al Techo del Mundo, cada alpinista tiene que firmar un formulario en el que declara qué desea que se haga con su cadáver; si quiere que quede en la montaña, retornarlo a Katmandú o la tercera, y más complicada debido a los altos costos y operabilidad, regresarlo a casa.

La "zona de la muerte" es un lugar tan extremo que la aclimatación es casi imposible. La cantidad de oxígeno respirable es un tercio de lo habitual y muchos necesitan botellas de oxígeno para lograr superarlo. Sin embargo hay pocos casos de grandes deportistas que lo han logrado sin la ayuda de oxígeno.

Para comprender el porqué se producen estos hechos deben conocerse las circunstancias extremas de estas montañas y las dificultades que suponen bajar a un muerto desde aquellas alturas.

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Rescatar un cuerpo desde allí exige la participación de, al menos, media docena de sherpas (los occidentales están menos capacitados para participar). Si el cadáver está por encima de los ocho mil metros, se tardaría un mínimo de cinco días, con el consiguiente riesgo para los rescatadores. Aparte de ello, la repatriación supone un gasto nunca inferior a 25.000 euros.

Pero esto sólo es posible para aquellos muertos que quedan a la vista, la mayoría se despeña, cae a una grieta o se precipita por abismos de tres mil metros, desapareciendo su cuerpo para siempre entre los hielos.

Algunos ponen en tela de juicio que en el afán y la ambición de los escaladores no les importe pasar por arriba de sus compañeros muertos con tal de hacer cumbre.

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El neozelandés y primer conquistador del Everest, Edmund Hillary, fue especialmente duro con esta actitud, denunciando algo de sobra conocido en la comunidad montañera: "Subir al Everest se ha convertido en algo horrible. No les preocupa en absoluto dejar a alguien morir tirado bajo una roca. Su prioridad es llegar a la cima y anteponen su satisfación personal a la supervivencia de un semejante".

Estos son algunos de los casos más paradigmáticos de los que perdieron la vida queriendo hacer cumbre o cuando bajaban del Everest, excepto el inexplicable caso de Beck Weathers.

"El Saludador"

El más famoso y uno de los primeros que se ven es “el saludador”. Le apodaron así porque el cadáver quedó petrificado con un gesto de saludar con los brazos. Se encuentra allí desde el 1997. "El Saludador'' quedó en la misma postura en la que cayó en 1997.

Tsewang z Paljor, "El Botas verdes''

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El segundo cuerpo más famoso es el de “botas verdes”, llamado así por el vistoso color fosforito del calzado que llevaba. “Botas verdes” era Tsewang Paljor, un aguacil indio que pereció por el frio el 11 de Mayo de 1996.

Paljor ascendia junto a otros compañeros a 450 metros de la cumbre cuándo fueron sorprendidos por una fuerte ventisca. Seis miembros del equipo decidieron abortar mientras que Paljor siguió adelante con dos compañeros.
Su cuerpo fue encontrado después postrado en la llamada “cueva de roca”. Sus restos se hicieron famosos por que todo el mundo que accede por la ruta sur, tenía que pasar al lado de él a menos de un metro, casí apartándose para sortearlo, siguiendo las cuerdas que se ven en la foto.

Bruce Herrod

Cathy O’Dowd cuándo descendía de su primera cumbre, se encontró con Bruce Herrod, un escalador que a pesar de tener fama de ser muy duro en las subidas, ascendía muy lentamente. Al hablar con él, el equipo de Cathy se dió cuenta de que no estaba bien y que ya era demasiado tarde para seguir subiendo pero no lograron convencer a Herrod, afectado por la euforia que provoca la hipoxia, de que abortase su tentativa.

Herrod hizo cima pasadas las 5 de la tarde (una hora demasiado tardía), se autoretrató en la cumbre, llamó por radio al campamento base donde todos los allí presentes, incluida su mujer le instaron a bajar inmediatamente, conscientes de que ya era un cadáver. Dos horas después de la foto desapareció. Posteriormente se recuperó la cámara de su cuerpo y su mujer reveló la imagen que le costó la vida.

Bruce Herrod se autoretrató en la cumbre, llamó por radio al campamento base y dos horas después de la imágen desapareció.

Beck Weathers, un caso que ni la ciencia puede explicar

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Beck Weathers, un alpinista norteamericano, espero en coma su muerte durante la primavera de 1996. Con sólo la cara y una mano al descubierto permaneció hundido e inconsciente bajo la nieve más de 30 horas antes de que su cerebro inexplicablemente decidiera reaccionar.

Beck Weathers ascendía cuándo le sorprendió una ventisca a escasos metros de la cumbre, tormenta que ese mismo día se llevó la vida de otras 9 personas, entre ellos la de ''Botas verdes''. Corrían vientos de 90 kilómetros por hora y hacían -50ºC.

De 49 años, Beck Weathers tenía 10 años de experiencia en alta montaña cuando se embarcó en el ascenso del Everest. No sin antes pasar varios meses de entrenamiento.

Luego de la avalancha quedó casi al lado de su compañero Doug Hansen, quien sobrevivió pero también quedó en muy mal estado y sin energías para poder incorporarse. Pero Beck decidió quedarse junto a él. Desde el campamento recibió la orden de abandonarlo pero se negó.

Desde ese momento firmo con lealtad su sentencia de muerte no sin antes pedir al campo III que le pusieran en contacto vía satélite con su mujer, embarazada de siete meses de la que se despidió en la más absoluta soledad después de decidir el nombre de su futuro hijo.

Desde el campo III salió un equipo de rescate hacia la arista pero no encontraron a Beck Weathers. 24 horas después de su desmayo, el equipo encontró el cuerpo de Beck Weathers, al lado del cadáver de la japonesa Yasuko Namba y cubierto completamente de hielo excepto media cara y la mano derecha que se erguía como un palo, congelada con los dedos abiertos y por encima de la nieve.

Comprobaron que aún respiraba débilmente desde el coma y decidieron, ante la imposibilidad de efectuar un traslado, certificar su segunda ''muerte'' puesto que nadie había despertado nunca en la montaña de un coma hipotérmico.

Lo que ocurrió a partir de ese momento es un completo misterio para la ciencia. Beck permaneció 30 horas en un estado catatónico. El oía a sus compañeros pasar y decir “está muerto” pero no podía ni moverse ni parpadear cuando marchaban. El cerebro del alpinista consiguio despertar de una hipotermia irreversible y 36 horas después del inicio de la gran ventisca Beck apareció tambaleándose como una momia en la tienda médica del campo III.

Con una camilla de sogas sus compañeros consiguieron evacuarlo al campo base, a 6.500 metros. Un helicóptero lo trasladaría desde allí a un hospital en lo que se considera el rescate a mayor altura que ha hecho nunca una aeronave de esas características.

Beck Weathers pasó hasta 10 veces por el quirófano. Le amputaron el brazo derecho y los dedos de la mano izquierda y pies. También le reconstruyeron la nariz con trozos de piel de las piernas. Nunca más volvió a la montaña.

Shriya Shah-Klorfine

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Shriya Saha-Klorfine, una alpinista canadiense de 33 años. Murió en mayo de 2012 junto a otras dos personas. Se cree que los tres alpinistas murieron por agotamiento y mal de altura.

Se produjo un atasco en la montaña, los escaladores siguieron subiendo hasta las 14.30, una hora muy tardía. Normalmente se recomienda subir antes de las 11.

“Con el tráfico, los escaladores tuvieron que esperar demasiado para alcanzar cumbre y sometieron su cuerpo a condiciones de altitud más tiempo del debido. Muchos de ellos llevaban una pequeña cantidad de oxígeno, sin prever el tiempo de demora”, dijo un sherpa.

Los sherpas encontraron el cuerpo de la mujer a 8.300 metros de altura. Lograron bajarlo al campamento 2 a 6.500 metros de altura, donde fue transportado en helicóptero.

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