Muchos recuerdan que a Roberto El Mula Iglesias “le pasaron todas” durante su mandato como gobernador de Mendoza entre 1999 y 2003.

Y enumeran: la caída del gobierno de De la Rúa, los cinco presidentes de la Nación en once días, el motín vendimial en el año 2000, el traslado de la Fiesta de la Vendimia al Estadio Malvinas Argentinas para achicar gastos en 2002, los recortes de los sueldos públicos, la pelea con los jueces por los salarios y la puesta en marcha de la cuasimoneda Petrom para que el Estado siguiera en pie.

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Pero hubo otro episodio histórico, grave, de tinte policial pero también político-judicial, que reavivó la puja entre Gobierno y Justicia: el robo de armas de fuego acopiadas en el depósito de secuestros judiciales.

Ocurrió un lunes. Era 26 de noviembre de 2001. En Sargento Cabral 429 de la Quinta Sección de Ciudad, cerca de donde vivía el entonces ministro de Seguridad, Leopoldo Orquín.

El lugar no era más que un galpón inmenso de ladrillo visto y techo curvado que daba a la calle. Con un portonazo de dos hojas con puerta incorporada. Con cuatro ventanas y una puerta enrejados y un cartelito que advertía a los peatones CUIDADO con los VEHÍCULOS.

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Sin custodia adecuada, la que sí fue asignada luego del atraco como muestra la fotografía de la época publicada en la parte superior.

Sin medidas de seguridad. Aunque adentro hubiera varios miles de armas de fuego y otros miles de artículos de toda clase (muebles, electrónica, bicicletas, herramientas, etcétera) alguna vez incautados parcialmente para ser presentados como elementos de prueba en distintos juicios criminales.

Pasadas las dos de la tarde, una patrulla de la Policía arribó tras haberse recibido una denuncia telefónica. Fue la primera señal de alerta.

Juan Carlos Leiva, la única persona que estaba en el depósito, explicó que una banda de hombres armados se había alzado con armas de fuego de diverso tipo y calibre que estaban acopiadas en cajas de madera.

El hombre declaró que lo sorprendieron cuando abrió la puerta desde el interior, que lo golpearon y lo ataron.

La maniobra duró entre 15 y 25 minutos. El botín fue cargado en una camioneta que ingresaron de culata y escapó por Sargento Cabral en dirección al oeste. Al Parque General San Martín.

El caso tuvo su propio documental, que fue emitido por El Siete en el ciclo Documento Público de producción local.

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La repercusión

Sorprendió al gran público y a la clase política la noticia de que ese galpón no contaba con un circuito de videovigilancia ni con custodia uniformada visible en la vereda, como una especie de primera barrera de contención.

La dirigencia argumentó que el hecho de que el depósito judicial pasara desapercibido era lo más recomendable para evitar cualquier peligro. Sin embargo, lo grave sucedió.

Y comenzaron los tironeos por las responsabilidades de la seguridad en el predio entre el encargado del predio, Enrique Oviedo Lacerna, y el ministro Orquín.

El funcionario judicial, que dependía directamente de la Suprema Corte de Justicia, reveló que desde 1995, cuando quedó a cargo del depósito, nunca le dieron un inventario de todos los bienes en existencia.

Hay un libro de registros, dijo. Y reclamó públicamente que nunca pusieron custodia a pesar de las notas enviadas a la Corte con el argumento de que todos los bienes en stock, especialmente las armas, eran muy valiosos y tentadores para el mundo del delito.

Orquín retrucó responsabilizando al funcionario de no haber aceptado las custodias ofrecidas.

El primer conteo

Semanas después del atraco trascendió que aproximadamente 2.000 armas de fuego habían desaparecido del galpón judicial.

Se arribó a esta cifra teniendo en cuenta el faltante de bolsas de plástico que contenían entre una y dos armas cada una.

El arsenal estaba compuesto por revólveres, pistolas, carabinas y escopetas de diverso calibre y modelo.

Una pequeña parte fue recuperado en una serie de allanamientos a cargo de la Justicia y la Dirección de Investigaciones.

La doble investigación

El robo de armas del depósito judicial fue investigado desde dos aristas bien diferentes: lo administrativo y lo penal. Sin embargo, todo quedó en nada.

A fines de 2001, por orden de la presidencia de la Suprema Corte se inició el sumario administrativo 65.640 y a través de la acordada 17.330 se designó al juez de Cámara Arnaldo José Kletzl como el investigador.

En julio de 2002, Kletzl imputó al entonces administrador de la Suprema Corte, Alfredo Segura, a Oviedo Lacerna y a cuatro empleados judiciales por faltas administrativas vinculadas con la seguridad del predio de Sargento Cabral 429. Todo parecía ir viento en popa.

Sin embargo, el expediente cayó en la inacción total.

Y el tiempo pasó.

Tanto pasó el tiempo que el 30 de diciembre de 2009 -siete años después de haber iniciado la pesquisa- la Suprema Corte de Justicia resolvió lo siguiente:

"En el presente caso se ha producido la imposibilidad de continuar con el sumario administrativo por el transcurso del tiempo" "En el presente caso se ha producido la imposibilidad de continuar con el sumario administrativo por el transcurso del tiempo"

Alejandro Pérez Hualde, presidente de la Corte

Y más aun. Decidió que los imputados por faltas administrativas fueran sobreseídos.

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La parte penal

Oviedo Lacerna había sido imputado por el delito criminal de malversación culposa por ser el encargado del predio de Sargento Cabral 429.

Se lo acusó de no haber arbitrado los medios necesarios para evitar el robo de las armas y de no haber estado presente al momento de abrir y cerrar el portón.

También de mantener las llaves del sector donde se guardaban las armas en un cajón sin llave, dejándolas al alcance de cualquiera, y de haber entregado copias a Leiva, el empleado sorprendido por la banda, como quien delega una responsabilidad.

El 28 de junio de 2004, el entonces juez de instrucción Daniel Carniello sobreseyó definitivamente a Oviedo Lacerna tras arribar a la conclusión de que no había cometido el delito atribuido "porque no dio ocasión a que otros se apoderaran de los bienes confiados para su custodia por su rol de funcionario público".

Y si Oviedo Lacerna entregó llaves a Leiva, analizó el juez, lo hizo no por delegación de funciones sino porque éste era su subalterno y cumplía la función de jefe de piso. Y como tal, abrir y cerrar el portón del depósito judicial, como sucedió el día del golpe, era una de las tareas que le correspondían.

Al final de los fundamentos, Carniello zanjó la disputa mediática entre Oviedo Lacerna y Orquín de 2001 por la seguridad del predio.

"Surge de los elementos de prueba incorporados que Oviedo Lacerna solicitó en diversas oportunidades la implementación de medidas tendientes a evitar hechos como el investigado (el robo de armas)" "Surge de los elementos de prueba incorporados que Oviedo Lacerna solicitó en diversas oportunidades la implementación de medidas tendientes a evitar hechos como el investigado (el robo de armas)"

Daniel Carniello, juez, en su resolución de 2004

La demanda laboral

Una derivación más: Oviedo Lacerna demandó a la ART contratada por el Poder Judicial por enfermedades laborales sufridas como consecuencia de los permanentes traslados y cambios de puestos luego del robo de armas. "Nueve veces en dos años", indica el expediente 35.079 fechado en 2008 por la Tercera Cámara del Trabajo.

El siempre se refirió a esta situación como "persecución laboral".

En agosto de ese año, el tribunal resolvió en favor de Oviedo Lacerna, quien demandó una reparación por las consecuencias psicofísicas sufridas en su paso por juzgados penales, civiles, laborales y de familia, y hasta por la Biblioteca del Poder Judicial en ese breve lapso de tiempo.

Presente

Oviedo Lacerna tiene 52 años y sigue trabajando en el Poder Judicial, adonde ingresó en 1990. Oportunamente pidió ser restituido en el cargo pero esa petición le fue negada. Hoy, dice:

"Siempre fui inocente. Aquel robo no fue del tipo hormiga como dijo el entonces ministro Orquín. De hecho, en un descampado del barrio Trapiche aparecieron armas" "Siempre fui inocente. Aquel robo no fue del tipo hormiga como dijo el entonces ministro Orquín. De hecho, en un descampado del barrio Trapiche aparecieron armas"

"Al Jesús Misericordioso que el presidente de la Corte, Jorge Nanclares, tiene en su despacho le pido que lo oriente para que me reciba y, frente a tanto dolor y tanta pérdida que he sufrido en todos estos años, me restituya el cargo y la función  que tenía porque yo no tuve absolutamente nada que ver con el robo de armas", afirmó.

"En el fallo de la Cámara laboral queda claro que el hostigamiento de la corporación judicial hacia mí fue indiscriminado: nunca más conseguí trabajo afuera. Las sentencias a mi favor existen y sigo esperando una reparación del Poder Judicial hacia mi persona. Esta causa, en mí, jamás va a prescribir" "En el fallo de la Cámara laboral queda claro que el hostigamiento de la corporación judicial hacia mí fue indiscriminado: nunca más conseguí trabajo afuera. Las sentencias a mi favor existen y sigo esperando una reparación del Poder Judicial hacia mi persona. Esta causa, en mí, jamás va a prescribir"

Enrique Oviedo Lacerna

Las otras cinco personas que estuvieron bajo sospecha administrativa junto a Oviedo Lacerna están jubilados.