La costumbre de colocar las sillas de vuelta a la mesa al final del día tiene raíces en diversas tradiciones. En algunas culturas, una de las razones es que las sillas vacías durante la noche invitan a los espíritus errantes a ocupar esos lugares. Se cree que estos espíritus, al no encontrar descanso en el mundo de los vivos, se sienten atraídos por los espacios desocupados, trayendo consigo malas energías o infortunios a la casa.
Otra interpretación proviene del Feng Shui, la antigua práctica china que busca armonizar los espacios. Según esta tradición, una silla fuera de lugar puede representar desorden y caos, perturbando la energía de la casa. Dejar las sillas fuera de la mesa durante la noche podría interrumpir el flujo de energía positiva, generando un ambiente cargado al día siguiente.
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Aunque para muchos esta advertencia pueda sonar como una superstición más, el orden en el hogar tiene un impacto real en el bienestar emocional y mental de sus habitantes. Tener un espacio organizado y limpio al final del día puede ayudar a reducir el estrés y mejorar la calidad del descanso nocturno.
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Además, existe un componente psicológico: las rutinas que establecemos para cerrar el día pueden influir en cómo nos sentimos al despertar. Colocar las sillas en su lugar puede ser visto como un acto simbólico de cerrar ciclos y prepararse para un nuevo comienzo al amanecer.
Ya sea por tradición, superstición, o simplemente como una manera de mantener el hogar en orden, dejar las sillas en su lugar por la noche es un hábito que muchas personas prefieren seguir. Ya sea solo por evitar posibles “malas energías” y visitas indeseadas y de crear un ambiente armonioso y propicio para el descanso y la renovación. Después de todo, el orden externo muchas veces refleja y afecta nuestro estado interno.