Es que las imágenes satelitales revelaron la existencia de una metrópoli de tierra que se extendía sobre aproximadamente 88.000 millas cuadradas, construida grano a grano por una colonia de termitas.
Más precisamente, la conclusión principal del descubrimiento señala que las termitas Syntermes dirus han extraído más de 2,4 millas cúbicas de suelo a la superficie, formando alrededor de 200 millones de montículos sin un solo plano.
Cada pozo se convierte en un cono de unos 2,5 metros de alto y 9 metros de ancho; con el tiempo, estos conos se consolidan y se convierten en puntos de referencia permanentes para estos habilidosos insectos, ayudándolos a sobrevivir en un desierto donde la lluvia se hace presente y el alimento no es algo frecuente.
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En estas estructuras, protagonistas del descubrimiento, las termitas permanecen ocultas durante el día, sellando los estrechos tubos de acceso hasta que la oscuridad trae aire más fresco y menos depredadores.
Bajo cada cono se encuentra una arteria central que se ramifica como la raíz de un árbol. Esta red permite que las colonias de termitas alcancen las hojas nuevas sin salir a la superficie al mediodía, en medio del intenso calor de este desierto.
La antigüedad de las estructuras
Para determinar cuándo aparecieron los primeros montones, los científicos perforaron núcleos en los centros de los montículos y dataron los granos minerales con luminiscencia estimulada ópticamente.
Algunos conos se formaron hace 3.820 años; otros son tan jóvenes como de 690 años. Esto los convierte en unas de las estructuras de termitas más antiguas de la Tierra, más antiguas que muchos monumentos de piedra que celebran los humanos.