Durante años, Agustín pasó por múltiples cirugías. Pero, según cuenta, quedó neurológicamente perfecto. “Solo me falta un ojo, nada más”.
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Carnet B1 F. La F es de adaptado.
Gentileza
A pesar de las secuelas, nunca se detuvo. Trabajó durante cuatro años en una cooperativa farmacéutica, hasta que sintió que necesitaba un cambio. “No es un trabajo para quedarte toda tu vida, porque desgasta mucho mentalmente”. Entonces decidió invertir sus ahorros en un plan para comprarse un auto cero kilómetro y comenzar a trabajar como conductor de Uber.
El auto, el sueño… y el freno
“Me saqué el carnet a los 18. En ese entonces no había tantas leyes, y me dieron el carnet completo: para auto y para moto”. Pero al renovarlo, a los 23 años, se encontró con una nueva clasificación: B1F, que habilita a manejar un vehículo adaptado. Para cumplir con los requisitos, colocó dos espejos adicionales en los laterales y uno en el centro del auto. Así obtuvo su nueva licencia.
Pero cuando intentó dar el salto a la categoría profesional —la que se exige para plataformas como Uber—, se encontró con una pared.
“Fui a sacar la licencia y me dijeron que no. Que no soy apto para esa categoría porque entra dentro del área profesional. Pero eso no tiene sentido. Si no soy apto para manejar, no me deberían dar ningún carnet”, señala.
El argumento que le dieron es que, por ser monocular, no puede acceder a la categoría profesional, a pesar de que su discapacidad no compromete su capacidad para conducir. Una contradicción legal y ética que lo deja en el limbo.
“La ley me dice que no soy discapacitado, porque tengo afectado un solo ojo. Para ser considerado discapacitado tengo que tener comprometidos los dos ojos. Pero por otro lado, me dicen que no me pueden dar el carnet profesional… porque tengo una discapacidad. Entonces, ¿en qué quedamos?”
Un precedente esperanzador
Agustín no está solo. Hace poco encontró un caso similar que le devolvió algo de esperanza. “El año pasado, en Luján, un señor que también había perdido la visión de un ojo quiso renovar su carnet de moto. No se lo querían dar. Fue a la justicia con abogados, y la Corte falló a su favor. Le dieron el carnet. Dijeron que no se lo podían negar porque era discriminatorio”, dice.
Ese precedente, que incluso fue publicado por medios mendocinos, marcó un punto de inflexión para Agustín. Ahora, busca que su caso también sea atendido por la justicia, o al menos visibilizado.
El derecho a trabajar
“Tengo 28 años. Quise emprender, salirme de un trabajo que no me hacía bien, y ahora me encuentro con esto. Que no me dejan tener un trabajo digno, ser independiente. No quieren”, insiste.
Agustín asegura que no se va a quedar quieto. Está dispuesto a presentar toda la documentación médica y legal que respalda su estado de salud. Pero necesita ayuda.
“Mi pedido no ha sido evaluado de forma integral. Ignoran jurisprudencia que reconoce que las personas monoculares pueden acceder a la licencia profesional si cumplen con las condiciones psicofísicas. Esta negativa me impide trabajar. Afecta mi derecho a ganarme la vida dignamente”, explica.
Por eso, decidió escribir una carta abierta y contactar a medios de comunicación para difundir su situación. También busca asesoramiento legal gratuito o pro bono, ya que no cuenta con los recursos para iniciar un reclamo judicial por su cuenta.
“Yo no quiero privilegios. Solo quiero que se me respete el derecho a trabajar, como a cualquier persona”, concluye.