Hace 65 años, enero de 1955, una expedición de montañeses del Club Andinista Mendoza descubrió en la zona del Cordón del Portillo, Tunuyán, un cerro que los atrajo sobremanera, y los valientes expedicionarios quisieron conquistarlo. La cordada estaba integrada por Jesús Casanova, Alfredo Flury, Richard Gallop y un joven de 17 que luego sería leyenda, Ulises Vitale. La expedición debió sera abortada a apenas 100 metros de la cumbre del cerro de 5.194 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), y las ganas de alcanzar el punto más alto de esa torre fueron transmitidas por Vitale a las generaciones posteriores. El jueves 3 de diciembre pasado, Lito Sánchez, Heber Orona, Gerardo Castillo, Pablo Gonzales, Claudio Fredes, Adrián Miranda de María y Ulises Corvalán lograron lo que quedó inconcluso: la cumbre, y que al estar virgen, decidieron ponerle al cerro el nombre del único aún vivo de aquella primera expedición: Ulises Vitale.
El mejor homenaje: bautizaron a un cerro Ulises Vitale
Una cordada con siete mendocinos hizo cumbre en un cerro de 5.000m, que recibió el nombre de Ulises Vitale, que estuvo en la primera expedición, en 1955
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Aquel mes de enero de 1955, Casanova, Flury, Gallop y Vitale iniciaron la búsqueda de la cumbre de aquel objetivo que habían descubierto en la zona Sur del Cordón del Portillo. "Un año antes habían quedado maravillados por un agudo pico: la Torre del Campanario, cuando la vieron desde la cumbre del Tres Picos del Amor", contó Claudio Fredes en relato de expedición que pudo lograr el éxito este año. Aquella primera expedición partió por la quebrada del arroyo Manzano, desde el campamento militar de La Remonta, con mulas que llevaban la carga. Establecieron un campamento base a 4000m de altura, treparon un cerro al que bautizan Fraile. Desde esa cima observan otra cumbre más alta ubicada inmediatamente al norte, que los tienta a ser ascendida, y por ello se trasladan a otra quebrada, soportando un gran tormenta. Luego comenzaron a trepar la rocosa torre, pero a 100m de la cumbre, Flury se siente descompuesto, por lo que todos los integrantes decidieron bajar y dejar el desafío para otra oportunidad, la que tardaría nada menos que 65 años, y sería realizada otros andinistas, reconocidos a nivel mundial.
Herederos de una apasionada misión
"Ulises Vitale, el único sobreviviente de aquella cordada de 1955, en más de una ocasión había comentado detalles de aquella escalada inconclusa, buscando tentar a las nuevas generaciones para escalar ese hermoso “cincomil” del Portillo que esperaba ser ascendido", relató Fredes, organizador de la expedición exitosa.
La expedición 2020 llegó a la zona en noviembre pasado, y tras unos ascensos, ellos también fueron seducidos por la imagen del esquivo monte. Fredes estudió y fotografió la accesible cara Noreste del cerro "comprobando la posibilidad de un acceso más corto y cómodo. Gerardo Castillo, también había sido tentado por Ulises a explorar esas ignotas cumbres y particularmente a probar suerte en aquella aún invicta", dice el relato del periplo.
Lito Sánchez, Heber Orona, Ulises Corvalán y Adrián Miranda De María también se sumaron a la invitación de Fredes para esta expedición, por lo que finalmente fueron siete los integrantes camino a este cerro.
En vez del ingreso por La Remontada, como hicieron los expedicionarios en el '55, esta nueva decidió ingresar por el Arroyo Pircas, desde el Manzano Histórico. Llevaron dos mulas cargueras para el primer día de marcha, alivianando así las mochilas. "El primer día recorremos unos 10km, a través de la hermosa y florida quebrada, en la que debemos realizar varios cruces del arroyo. A la tarde alcanzamos los 3100m, lugar elegido para nuestro primer campamento. Gerardo y Lito se ponen manos a la obra, y el asado no demora mucho en estar marchando. Los demás nos dedicamos a buscar agua, leña y ordenar el equipo. Las nubes cubren al Campanario del Pircas y sus vecinos y algunas gotas apuran el armado de carpas. Pero la cosa no pasa a mayores y podemos seguir disfrutando tranquilamente la tarde", contaron los montañeses.
A la mañana siguiente, partieron en busca de lo que sería el segundo y último campamento antes del asalto a la cumbre. "Al mediodía llegamos a la Laguna del Campanario. Allí aprovechamos a almorzar y gozar de ese oasis entre tantos bloques de piedra. Cargamos agua para la marcha (desde aquí en adelante no contaremos con agua hasta el campamento) y continuamos subiendo por la quebrada, enfrentando el primero de los dos grandes “tapones” de morena que debemos traspasar. El terreno es por momentos ingrato, típico de los glaciares de escombro de la Cordillera Frontal.
Pero nuestro entusiasmo es mayor y palmo a palmo vamos ganando altura. Una vez superado el primer gran tapón, vemos el segundo escalón en el cual logramos distinguir una huella de guanaco que lo asciende por la izquierda", describe la bitacora de la expedición, que prosiguió: "Promediando la tarde vamos alcanzando los 4.000m de altura, cuando nos encontramos ya sobre las extensas morenas que están sobre el segundo tapón. Aún nos resta seguir ganando distancia para acercarnos a nuestro cerro. Son cerca de las 17 cuando Ulises escucha el sonido de agua corriendo bajo las piedras, y no dudamos en establecer el campamento ahí mismo. Estamos casi a 4.200m, altura más que suficiente para atacar nuestra cumbre. Debemos trabajar corriendo piedras un buen rato para poder armar las dos carpas".
La cumbre: la emoción y el bautismo
Iniciando el ascenso a la cumbre desde temprano a la mañana, comenzó la parte dura de la escalada. "A mediodía, alcanzamos el “col” que veíamos en las fotografías: ¡nos abrazamos como si hubiéramos hecho cumbre! Muy cerca vemos el filo que debieron alcanzar nuestros antecesores en su intento de 1955. Y mientras descansamos, estudiamos lo que estimamos es la parte más complicada de la vía: el filo que conduce a la cumbre presenta resaltes rocosos que obligan a buscar alternativas por la abrupta vertiente sureste de la montaña. El “baqueano” Gerardo toma la punta, y comienza a buscar el mejor camino. Hacemos una travesía horizontal hasta la base de los canales de nieve que conducen a la cumbre. En estos canales los penitentes facilitan la subida, dando una buena sensación de seguridad. Y en poco tiempo más nos sorprendemos llegando a la cumbre, el último tramo ha sido más corto de lo que parecía", detallan con alegría los expedicionarios.
Pero aún restaba un detalle de emotividad al logro. "No hay rastros de anteriores ascensos y confirmamos lo que suponíamos…¡aún estaba virgen! Nos abrazamos y felicitamos unos a otros, emocionados por poder concluir la exploración de esta hermosa montaña. Y comienza el ritual de las fotos, las filmaciones, el armado de la “pirca” o “apacheta”. La vista es increíble y nos podría mantener “embobados” por este infinito mar de montañas [...] Una bandera argentina y una hoja de papel con nuestros nombres es lo que dejamos al pie de la pirca.
Por unanimidad decidimos nombrar a este cerro “Ulises Vitale” en homenaje al único integrante vivo de la expedición de 1955, y quien nos contagiara el entusiasmo por la exploración de esta región", concluyó el relato de la expedición de los siete montañistas mendocinos, que le hicieron el mejor homenaje en vida a un maestro del andinismo local.