Lo que muchos perciben como una simple manía, el hábito de dejar un rastro de café en la taza, tiene una explicación sorprendente. Lejos de ser falta de gusto o sed, esta conducta se ancla en mecanismos psicológicos que nos impulsan a evitar lo indeseable.

La revelación proviene de la farmacéutica Elena Monje (@infarmarte en TikTok), quien ha explorado su base psicológica.

La razón psicológica del último sorbo de café

La clave de este fenómeno reside en una serie de sutiles cambios que ocurren en el fondo de la taza y que nuestro cerebro interpreta como una señal de alarma. Puede ser una alteración en la textura de la bebida, un cambio en su temperatura, una variación en el color, o la presencia de sedimentos que se acumulan en el fondo.

Estos pequeños residuos, apenas perceptibles para nuestra conciencia, son suficientes para activar circuitos cerebrales específicos que están directamente relacionados con la emoción de la aversión o el asco.

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El asco, es una emoción que se considera fundamental en la evolución humana. Su propósito principal ha sido, desde tiempos inmemoriales, protegernos y ayudarnos a evitar enfermedades. Es un instinto primario que nos impulsa a alejarnos de aquello que podría ser perjudicial, como alimentos en mal estado o sustancias contaminadas.

Incluso si no existe una amenaza real de contaminación en nuestro café, este mecanismo innato se activa, haciéndonos percibir ese último sorbo como algo indeseable o potencialmente contaminado.

Otras razones psicológicas

La psicología puede explicar el hecho de dejar algo de café en la taza de otras maneras. Este gesto, para expertos en comportamiento, podría estar relacionado con la necesidad de no quedarse completamente "vacío", en un sentido más simbólico.

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Otro fenómeno que podría estar vinculado con ello es el llamado efecto Zeigarnik. Este indica que las personas recuerdan mejor las tareas incompletas que las completadas. Así, dejar café en la taza permitiría prolongar la rica sensación que produce tomar café.

Así, ese pequeño remanente de café en el fondo de la taza se convierte en un fascinante ejemplo de cómo nuestra evolución y complejos mecanismos psicológicos continúan influyendo en nuestros hábitos más cotidianos.

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